martes, 2 de febrero de 2010

'Todo en la tarde' III, poema de Jorge Guillén en Cántico

III

Entonces se ensordecen
Las sombras por los muros,
De su destino henchidos:
Muros en el crepúsculo.

Sólo al fin, en la tarde
Venida a un amarillo
Propenso ya a los rojos
Que adelantan estío,

Cristal no dejan ver
Los balcones al sol.
Láminas antes diáfanas
Acumulan fulgor,

Tan favorable así,
Tan rico de reflejos
Que inicia en los balcones
La actualidad del cielo,

Pleno. Revelación:
Una gloria prorrumpe,
Se revela en su coro.
Carmines cantan. ¡Nubes!

(Volviendo atrás, a la segunda parte de este poema, fijémonos en las dos estrofas postreras. Quiero señalar que esa soledad y aislamiento que se logra en la turbamulta urbana se equipara a un espacio natural: 'Como si hubiera a solas/ En el tumulto campo,/ Follajes hay que salvan/ Su paz entre sus pájaros''. Y en tal aislamiento, van dorándose las torres. ¿? '¡Oh tú, dorado excremento del tiempo!', escribió Leopoldo María Panero. ¿Quien es este excremento dorado?¿Quién es esta torre dorada? Son el mismo, el hombre. Jorge se refiere al hombre que busca su soledad, al hombre-isla, Leopoldo María se refiere al hombre en sí, sin discriminar. Mirando a Jorge, Jorge está pensando en la inmensa minoría que se construye su torre de márfil. Esto dicho sin afán de ofensa, por supuesto, sino todo lo contrario. Hombre-isla, hombre-torre, dorado, por lo valioso y lo luminoso: hombre-estrella.)

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