Queda patente, pues, que Jorge mira, adonde no se ve, con sus ojos mentales. Y esto con la vista, que es el sentido al que más atiende. ¿Oye Jorge, huele, toca, saborea?
‘El alma vuelve al cuerpo,/ Se dirige a los ojos/ Y choca.’ (Más allá I) Nada más comenzar, pues, interviene el tacto. ¿Sí? Sí, violento e irrealizable. ¿Qué? El alma se mete un chocazo de cuidado con los ojos. El alma, eso tan insustancial (jejeje).
Observa al ser: ‘Me invade/ Todo mi ser. ¡Asombro!// Intacto aún, enorme,/ Rodea el tiempo.’ (Más allá I) Luego, no solamente es que el mundo que nos rodea sea intangible (en la línea de lo dicho con respecto a lo visible), es que el propio ser que con el mundo se relaciona (nosotros mismos) es intangible.
‘¡Cómo saltan/ Sobre los amarillos// Todavía no agudos/ De un sol hecho ternura […]!’ (Más allá I) En estas primeras luces, el tacto es blando aún: los rayos del sol que nos han de acuchillar (‘todavía no agudos’, lo que significa que lo serán) nos acarician tiernamente. Las primeras luces, las primeras tentativas de conocimiento, se producen palpando con cuidado, sin hacer fuerza sobre la realidad que se nos ofrece. Con el paso del tiempo, esos ataques serán menos cuidadosos y querremos abrir la rana en vida, aunque esa rana de la que necesitamos hacer vivisección seamos nosotros propios.
‘El esplendor aploma/ La insinuada mañana.// Y la mañana pesa.’ (Más allá I) Pesa la luz y nos carga.
‘vaguedad/ Resolviéndose en forma// De variación de almohada,/ En blancura de lienzo,/ En mano sobre embozo,/ En el tendido cuerpo// Que aun recuerda los astros/ Y gravita bien’ (Más allá II) Las caricias de la almohada (no conozco almohada que raspe) no se disfrutan dulcemente, sino que en la inquietud de ’variación de almohada’. Y el mismo roce de las sábanas, que se pudiera pensar agradable, es embozo que nos cubre y oculta para protegernos del mundo.
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