jueves, 26 de agosto de 2010

'Trabajo ilegal' de Óscar Oliva

Coro de puertas, porvenir de estruendo

7
Para llegar a la claridad hay que despojarse de hábitos
cotidianos, sumergirse en la cotidianeidad para despojarse
de la claridad.
Descender y sentir que en esa descendencia se contiene
la claridad que no encontramos cuando ascendemos,
y nos lapidan.
Estamos seguros que no hay más que camisas, pantalones,
ropa interior, talco, loción y otros utensilios que saben
más de nosotros que nuestros familiares.
Esperamos una llamada telefónica para ir abriéndonos paso.
En las paredes de la cueva pintamos el desconcierto y el llanto.
Se va haciendo la claridad, no queda más que la muerte,
que es la transparencia.
Utilizas la carne, la piel y los huesos, lo que queda en las
paredes: la debilidad como conciencia exacta de la muerte.
La bocina de un automóvil hace que nos subamos
a la banqueta. Conjunto de acciones, de pañuelos usados:
por caminos contradictorios se llega a lo repentino, para llegar
otra vez a lo cotidiano donde todas las cosas están sin nombre,
enterradas: para hacer de la garganta un hacha; un hacha clara,
sin muerte.

9
En el despertar, la posibilidad de la alegría. El vértigo
del reconocimiento y el vaso de la danza. Lo inmóvil, sonando.
Cumplimiento exacto, la casa empuja sombras. Sacudimiento de
la algarabía, noticias de vidrios; recibo animación en la garganta
de lo cotidiano. Común determinación de consagrarse
diariamente a la caricia de la velocidad fijada en una ventana.
Absoluta firmeza y claridad, sólo este movimiento lleno de
convicción y alerta en su contrario. El fuego se ha reunido en
un ramo elegíaco y ha trascendido la transparencia. Ha sonado
la embriaguez porque todo es herida, pie de danza, planta que
crece en el hueco y devora las hierbas del labio que las
entorpece.
Cuando se abra la ventana todo estará cambiando.

11
Entonces te encuentro, recorriendo el universo, lengua
de amanecer y plato de comida: no se puede distinguir casi
nada. De pie, atrás de la barricada, observamos los rostros
de los que nos rodean: nadie ha de descansar esperando el
amanecer. Alguien me pasa un arma. Yo la recibo escupiendo
restos de sueño que me dieron en la comida de anoche.
Deseando el camino que no son más que estas líneas trazadas
y macheteadas por mis manos.

Me salgo de estas manos.

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