martes, 2 de noviembre de 2010

Sobre Càntico

Cuando hablo de espiritualidad y religiosidad en Jorge, puedo inducir a error. Entendemos por espíritu el alma racional que busca descifrar el mundo y se entrega animosamente (espíritu, alma, ánima, qué grande oración) a su disfrute en comunión con él. Unos valores muy propios del pensamiento de Jorge. En cambio, religión nos remite al sometimiento a un conjunto de creencias y valores que vienen impuestos por la tradición y que no nos permite su crítica. Evidentemente, no es el caso de Jorge. Jorge se entrega al ejercicio espiritual de la razón para desentrañar, si existe, el sentido del mundo, y, en todo caso, disfrutar de su ser en perfecta armonía. Así, cuando digo religión al hablar de la poesía de Jorge no digo religión católica o islámica, digo religión natural, que en la sola razón se sostiene y que funda las relaciones con la divinidad (con el misterio, con la naturaleza) en el mismo ser de las cosas, sin implicaciones morales y por tanto de subyugamiento. En definitiva, es en la religión natural donde razón y espíritu confluyen, y es desde esta perspectiva desde la que observa Jorge.

‘(El alma vuelve al cuerpo,/ Se dirige a los ojos/ Y choca.) -¡Luz! Me invade/ Todo mi ser. ¡Asombro! […] ¿Hubo un caos? Muy lejos/ De su origen, me brinda/ Por entre hervor de luz/ Frescura en chispas. ¡Día! […] Todo está concentrado/ Por siglos de raíz
Dentro de este minuto,/ eterno y para mí. […] Ser, nada más. Y basta./ Es la absoluta dicha/ ¡Con la esencia en silencio/ Tanto se identifica!// ¡Al azar de las suertes/ Únicas de un tropel/ Surgir entre los siglos,/ Alzarse con el ser […] Soy, más, estoy. Respiro./ Lo profundo es el aire./ La realidad me inventa,/ Soy su leyenda. ¡Salve!’ (Más allá, I)

‘No, no sueño. Vigor/ De creación concluye/ Su paraíso aquí:/ penumbra de costumbre.// Y este ser implacable/ Que se me impone ahora/ De nuevo –vaguedad/ Resolviéndose en forma// De variación de almohada,/ En blancura de lienzo,/ En mano sobre embozo,/ En el tendido cuerpo// Que aun recuerda los astros/ Y gravita bien- este/ Ser, avasallador/ Universal, mantiene// También su plenitud/ En lo desconocido:/ Un más allá de veras/ Misterioso, realísimo.’ (Más allá, II)

‘¡Más allá! Cerca a veces,/ Muy cerca, familiar,/ Alude a unos enigmas./ Corteses, ahí están.// Irreductibles, pero/ Largos, anchos, profundos/ Enigmas –en sus masas./ Yo los toco, los uso.// Hacia mi compañía/ La habitación converge./ ¡Qué de objetos! Nombrados,/ Se allanan a la mente.// Enigmas son y aquí/ Viven para mi ayuda,/ Amables a través/ de cuanto me circunda// Sin cesar con la móvil/ trabazón de unos vínculos/ Que a cada instante acaban/ De cerrar su equilibrio.’ (Más allá, III)

‘La materia apercibe/ Gracia de Aparición:/ Esto es cal, esto es mimbre.’ (Más allá, IV)

‘Lo tan lejano que es/ Allá en sí mismo. Dádiva/ De un mundo irremplazable:/ Voy a por él a mi alma.’ (Más allá, V)

'Una tranquilidad/ De afirmación constante/ Guía a todos los seres,/ Que entre tantos enlaces/ / Universales, presos/ En la jornada eterna,/ Bajo el sol quieren ser/ Y a su querer se entregan// Fatalmente, dichosos/ Con la tierra y el mar/ De alzarse a lo infinito:/ Un rayo de sol más.' (Más allá, VI.)

‘Instante sin historia,/ Tercamente colmado/ De mitos entre cosas:/ Mar sólo con sus pájaros.’ (Niño)

‘Que a un gris verde invitan’ (Tiempo perdido en la orilla).

‘Tenderá a los cielos// De luz sin reposo/ La escala de un pío’ (Escalas).

Gris verde: aplicar la materia gris a lo natural. Este mundo de luz sin reposo, de tanto don, de tan míticas y abundantes gracias, nos invita a alzar nuestro canto (o pío) a los cielos. No porque en los cielos haya un dios creador, sino porque el cielo y el aire de planeta nos colma y a todo nos une.

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