lunes, 6 de diciembre de 2010

Mas ¡ay!, ojalá fuera el amor nuestra única fuente de pesar y desengaños. Jejeje, qué dura es la vida.

Osé i temí; mas pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más m’enciende i arde
cuanto más la esperanza se desvía.

Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser qu’el seso guarde
a quien s’entrega ciego a su porfía.

Tal vez pruevo (mas ¿qué me vale?) alçarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerça el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es onra ya, ni justo que s’estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.

Fernando de Herrera


Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda sierra,
que aún no llego a la cumbre, cuando ierra
el pie, i trabuco al fondo despeñado.

Del golpe i de la carga maltratado,
me alço a pena, i a mi antigua guerra
buelvo: mas ¿qué me vale?; que la tierra
mesma me falta al curso acostumbrado.

Pero aunqu’ en el peligro desfallesco,
no desamparo el passo; qu’ antes torno
mil vezes a cansar[m’] en este engaño.

Crece el temor, i en la porfía cresco;
i sin cessar, cual rueda buelbe en torno,
assí rebuelvo a despeñar[m’] al daño.

Fernando de Herrera

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