martes, 15 de febrero de 2011

'Marea', poemario de Chema Barredo Viudés

Restos de la hoguera

El ruido convoca los silencios
y el amor de madrugada despierta
a deshoras, orilla de los labios.
Renuncia el tiempo a la medida.

Las huellas que se pierden en la espalda
ya no son huellas, sólo desorden,
cadenas en las manos
que no aprisionan nada,
caminos cuesta arriba
en busca del tesoro prometido,
el olor del cabello, la piel.
Espacio para descubrir las horas.

La raya que traspasa la impaciencia
concede un hueco al arrebato.

La carne cuando choca con la carne
se deshace. Después sólo veremos
humo, los restos de la hoguera.


Urgencia

Sólo es urgencia del abrazo
que me lleva hasta tu cuerpo,
cuando la noche se hace brisa
y todo huele a calma.
Es la rutina de las horas
que dictan la costumbre.

Se guían las manos
en canal de la ruta sospechada
donde siempre vuela el tiempo
y la mirada es cómplice.
La luz no se detiene.

El norte, que todo rumbo olvida,
es sólo esfera
que gira como péndulo,
o como agua que fluye,
facultad de los amantes
cuando están alineados los planetas
sin tiempo definido.


Alas de plomo

No saben reír
a pesar de los felices cumpleaños,
o del tiempo que retrasa su carrera,
nunca sucede nada
sobre el cuerno de abundancia
de las horas que son rocas,
y no sucede nada
debajo de los besos de un domingo,
ni al lado de las fotos
que decoran el salón,
ni de cada mirada.
Ella, él, alas de plomo.

Nunca sucede nada
detrás del comentario satisfecho
en el sofá que les acoge,
la vida no molesta su rutina
de un norte puntual con los horarios,
sólo la eternidad como testigo
en la escena que nunca se alborota,
ni se conmueve, mecida en el silencio
y la distancia exacta de las manos.

Y no sucede nada en la quietud
de noches sin milagro,
de días que se agolpan
y encadenan, nada ocurre
en esa placidez que se prolonga,
de no ser, de nada ser
en una geografía que recorren
con los ojos cerrados.
Sin cielo que refleje cualquier nube.

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