LXXVI
Las florecillas alegres,
¿por qué dices que no viven
cuando ves cómo se mueren?
LXXVII
No tengo nada completo:
tanto le sobra a mi alma
como le falta a mi cuerpo.
LXXVIII
Adiós, marineros,
buen viaje llevad;
aquí me quedo solita y con penas
grandes como el mar.
LXXIX
Unas sé de donde vienen,
pero otras no sé de dónde;
y éstas son de mis fatigas
las que voy sintiendo doble.
Es en verdad doloroso
verse, golpe sobre golpe,
herido por una mano
que entre las sombras se esconde.
LXXX
Mi madre, mi pobre madre,
me dijo más de una vez:
«No basta que no hagas mal;
es preciso que hagas bien.»
LXXXI
Más que de mis alegrías
soy avaro de mis penas,
porque éstas a todas horas
me hacen recordar aquéllas.
LXXXII
¡Silencio!... que duerme
mi madre la siesta:
la pobrecita no duerme de noche
para que yo duerma.
LXXXIII
El agua menuda
es la que hace barro,
que el agua recia no deja señales
por donde ha pasado.
Las penas pequeñas
son las que hacen daño;
porque las grandes, o matan al pronto,
o pasan de largo.
LXXXIV
Aún estoy en el principio
cuando ya pienso en el fin;
por eso te digo a veces
que es un tormento el vivir.
Es un tormento el vivir,
cuando el pobre cuerpo está,
al principio de la lucha,
rendido ya de luchar.
LXXXV
Entre tanta y tanta estrella
una solamente es mía,
una no más... ¡y no es buena!
LXXXVI
Mientras dura este vivir,
¿por qué tener más deseos
que los que se han de cumplir?
Pienso en esto sin cesar
al ver que siempre deseo
lo que nunca he de alcanzar.
LXXXVII
Por tan poco tiempo
yo no sé qué hacer,
si deje a un lado la puerta del mundo,
o llame otra vez.
LXXXVIII
No te doy mi vida
porque es poca cosa;
bastante tienes, si la llevas buena,
con la tuya propia.
LXXXIX
Estoy tan cansado
que no puedo más;
hasta el quererte, lo digo de veras,
pereza me da.
XC
Gracias a Dios que te veo
sonreír, libre de penas,
y, el corazón en la mano,
ofrecerlo a quien lo quiera.
Déjame decir al mundo
que aún hay ventura en la tierra:
ya que no tengo alegrías,
quiero cantar las ajenas.
XCI
Si no fue verdad, sería
un deseo tan ardiente,
que los besos y el abrazo
te los di, aunque tú lo niegues.
XCII
Yo me he gastado contigo,
para ver si me querías,
hasta lo que no he tenido.
XCIII
Vete por el río abajo,
y a la orillita del mar
me encontrarás esperando.
XCIV
Si corres tanto al principio,
llegarás antes de tiempo
al final de tu camino.
Ve despacio, muy despacio,
que el principio es lo mejor
y también lo menos largo.
XCV
¡Pensar y nunca sentir!...
eso en la vida es lo mismo
que principiar por el fin.
XCVI
De tu huertecillo hermoso,
las flores que más me gustan
son las que cogieron otros.
XCVII
¡Cómo he de sufrirte,
mujer, de continuo,
si muchas veces no puedo, aunque quiera,
sufrirme a mí mismo!
XCVIII
Cielo, estrellas, luna y sol,
yo os contaría mis penas
si tuvierais corazón.
XCIX
Mientras su cuerpo dormía,
su alma soñaba que el cuerpo
nunca más despertaría.
Hasta que llegó la muerte,
y el alma siguió soñando
y el cuerpo durmiendo siempre.
C
¡Oh! Para herirme de muerte,
es tan cruël como injusto
herirme en los corazones
donde yo puse mis gustos!
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