Dice, que como el Nilo guarda su origen, encubrió también el de su amor la causa y crece así también su llanto con el fuego que le abrasa
(Por ser demasiado largo este soneto, traemos aquí únicamente el primer cuarteto)
Dichoso tú, que naces sin testigo
y de progenitores ignorados,
¡oh Nilo!, y nube y río, al campo y prados,
ya fertilizas troncos y ya trigo.
Compara a la hiedra su amor, que causa parecidos efectos, adornando el árbol por donde sube y destruyéndole
Esta yedra anudada que camina
y en verde laberinto comprende
la estatura del álamo que ofende,
pues cuanto le acaricia, le arruina,
si es abrazo o prisión, no determina
la vista, que al frondoso lago atiende:
el tronco solo, si es favor, entiende,
o cárcel que le esconde y que le inclina.
¡Ay, Lisi!, quien me viere enriquecido
con alta adoración de tu hermosura,
y de tan nobles penas asistido,
pregunte a mi pasión y a mi ventura,
y sabrá que es prisión de mi sentido
lo que juzga blasón de mi locura.
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