martes, 31 de enero de 2012

'Funerales de Atahualpa' y 'Vejez del sátiro', sonetos de Leopoldo Díaz (5, y fin)

FUNERALES DE ATAHUALPA

Abrumado entre férreas ligaduras,
Por su rescate, un monte de oro ofrece
Al vencedor, que conmover parece,
Atahualpa, en sus hondas desventuras

Inflexible ante tantas amarguras,
Su sed de sangre el español acrece;
Y el Inca en el patíbulo perece
Desgarradas las nobles vestiduras.

Conságrale grandiosos funerales;
Y al pasar junto al féretro, en que inerte
Yace el vástago ilustre de una raza,

Pizarro, que medita en sus rivales
Siente el hálito frío de la muerte,
Y tiembla, bajo el yelmo y la corona.

VEJEZ DEL SÁTIRO

Oculto por la fronda de vívidos reflejos
Y refrenando impulsos de lujurias extrañas,
Vi pasar el desfile de nupciales cortejos
Al eco jubiloso de tímpanos y cañas.

¡Cómo la luz bruñía las fértiles campañas!
Cantaban los arroyos fugaces a lo lejos;
Y la envidia sentí morderme las entrañas
Y deshojé los cálices de los mirtos bermejos.

El hondo enigma aclaro que mi envoltura encierra:
Mi origen es divino; mi pie me ata a la tierra;
Y por mi sangre corren los gérmenes lascivos.

Así, cuando atravieso del monte por las abras,
Me miran dulcemente las trepadoras cabras
Y me siguen saltando confraternales chivos.

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