viernes, 6 de abril de 2012

En 'Versiones' de Rosario Castellanos el poema de Paul Claudel 'Oda segunda, el espíritu y el agua' (6)

Y tú, que eres el Ser perfecto, tú no has impedido que yo también sea. Tú ves el hombre que soy y el ser que tomo de ti. ¡Oh, dios mío, mi ser suspira por el tuyo, líbrame de mí mismo! ¡Libra al ser de la condición! ¡Soy libre, líbrame de la libertad! Conozco muchas maneras de no ser pero no hay más que una sola de ser, que es ser en ti y que es Tú mismo. El agua se hace dueña del agua, el espíritu da olor a la esencia. Dios mío, que has separado las aguas inferiores de las aguas superiores, mi corazón gime hacia ti, ¡líbrame de mí mismo, para que Tú seas! ¿Qué es esta libertad y qué debo hacer con ella? Debo sostenerte. Dios mío, veo al hombre perfecto sobre la cruz, perfecto sobre el perfecto Árbol. ¡Tu hijo, y el nuestro, en tu presencia y en la nuestra, clavado de pies y manos con cuatro clavos, el corazón partido en dos y las grandes aguas penetrando hasta su corazón! Líbrame del tiempo y toma mi corazón miserable, toma, Dios mío, este corazón que late. ¡Pero yo no puedo forzar en esta vida mi paso hacia ti, a causa de mi cuerpo, y tu gloria es como la resistencia del agua salada! La superficie de tu luz es invencible y yo no puedo encontrar imperfección en tus relampagueantes tinieblas. Tú estás allá y yo estoy allá. Y tú me impides pasar y yo también te impido pasar, y tú eres mi fin y yo también soy tu fin. Y como el gusano más endeble se sirve del sol para vivir y de la máquina de los planetas, así, no hay un soplo de mi vida que yo no tome de tu eternidad.

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