jueves, 5 de abril de 2012

Enrique Larreta (2), sonetos

LA ALMOHADA

En ceniza de amores enfundada
y en ausencias de vida numerosa;
con esa misma suavidad sinuosa
de otro doble frescor, mi buena almohada,

tú me quedas al menos. Eres nada
y eres todo por último. La cosa
consubstancial del sueño. Sigilosa
barca del alma, en alma transformada.

Odio y traición azotan el asilo
de mis muros y silban en el filo
de aire. Acaso, todo lo desdeño,

porque te tengo a ti, porque soy dueño
del solo bien que hace esperar tranquilo
el otro cabezal y el otro sueño.

PRELUDIOS

III

Agua del mar que ondulas, yo te llevo en mí mismo.
Libre corcel, corceles del vértigo alternado.
Alta espuma de orgullo y un caer desmayado
que disuelve esmeraldas y azabaches de abismo.

Anhelar. Desdeñar. Oigo en tu mecanismo,
reloj, el sí y el no de un ritmo contrariado;
y en el sol y en la luna, con grito imaginado,
todo el propio furor y el propio paroxismo.

Para mi sombra el tiempo será sólo un instante
que duerme. Flecha inmóvil corriendo todavía.
La tierra morirá, también, como su errante

satélite. Perversa, malsana astronomía,
quiero olvidarte ahora. Y a ti, desesperante
calavera de astro, vagabunda ironía.

LAS CRIADAS Y EL NIÑO

Que otros digan de escuelas y de universidades.
Yo canto el cuarto aquel de plancha y de costura
y sus buenas mujeres. ¡Galicia! ¡Extremadura!
Y las que me enseñaban a palmear soledades.

España de las tierras y no de las ciudades.
También las castellanas de grave catadura.
La blanca, la trigueña; la moza, la madura.
De todas las pellejas, de todas las edades.

¡Ay, qué cuentos aquellos! Fablas de romería
Consejas de la lumbre. ¡Y qué linda manera
de nombrar cada cosa! ¡Cuánta sabiduría!

entre aquellos refajos! Erase que se era
un juglar que les debe toda su nombradía.
Gaita sentimental y sonaja parlera.

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