martes, 19 de junio de 2012

Un par de sonetos de Quevedo, en esta ocasión no solo ve faltas en otros (que no sean de sangre noble, digo)

Enseña que, aunque tarde, es mejor reconocer el engaño de las pretensiones y retirarse a la granjería del campo

Cuando esperando está la sepultura        
por semilla mi cuerpo fatigado,        
doy mi sudor al reluciente arado        
y sigo la robusta agricultura.        

Disculpa tiene, Fabio, mi locura,
si me quieres creer escarmentado:        
probé la pretensión con mi cuidado,        
y hallo que es la tierra menos dura.        

Recojo en fruto lo que aquí derramo,        
y derramaba allá lo que cogía:
quien se fía de Dios sirve a buen amo.        

Más quiero depender del sol y el día,        
y de la agua, aunque tarde, si la llamo,        
que de l'áulica infiel astrología.

A un juez mercadería

Las leyes con que juzgas, ¡oh Batino!,        
menos bien las estudias que las vendes;        
lo que te compran solamente entiendes;        
más que Jasón te agrada el Vellocino.        

El humano derecho y el divino,
cuando los interpretas, los ofendes,        
y al compás que la encoges o la extiendes,        
tu mano para el fallo se previno.        

No sabes escuchar ruegos baratos,        
y sólo quien te da te quita dudas;
no te gobiernan textos, sino tratos.        

Pues que de intento y de interés no mudas,        
o lávate las manos con Pilatos,        
o, con la bolsa, ahórcate con Judas.

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