martes, 17 de julio de 2012

"Amor que, sin detenerse..." y "A un caballero...", sonetos de Francisco de Quevedo

Amor que, sin detenerse en el efecto sensitivo, pasa al intelectual

Mandome, ¡ay Fabio!, que la amase Flora        
y que no la quisiese; y mi cuidado,        
obediente y confuso y mancillado,        
sin desearla, su belleza adora.        

Lo que el humano afecto siente y llora,
goza el entendimiento, amartelado        
del espíritu eterno, encarcelado        
en el claustro mortal que le atesora.        

Amar es conocer virtud ardiente;        
querer es voluntad interesada,
grosera y descortés caducamente.        

El cuerpo es tierra, y lo será, y fue nada;        
de Dios procede a eternidad la mente:        
eterno amante soy de eterna amada.


A un caballero que se dolía del dilatarse la posesión de su amor

Quien no teme alcanzar lo que desea        
da prisa a su tristeza y a su hartura:        
la pretensión ilustra la hermosura,        
cuanto la ingrata posesión la afea.        

Por halagüeña dilación rodea
el que se dificulta su ventura,        
pues es grosero el gozo y mal segura        
la que en la posesión gloria se emplea.        

Muéstrate siempre, Fabio, agradecido        
a la buena intención de los desdenes,   
y nunca te verás arrepentido.        

Peor pierde los gustos y los bienes        
el desprecio que sigue a lo adquirido,        
que el imposible en adquirir, que tienes.

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