lunes, 30 de julio de 2012

'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (33)

EL HOMBRE Y LA MUJER (1)

Las mujeres se dividen en dos grupos: la propia y las ajenas. Si se sabe prescindir del segundo grupo, el problema de la mujer queda reducido a límites muy razonables.

Los hombres se consuelan con facilidad de todas las tonterías que dicen las mujeres bonitas, al pensar en las tonterías que dicen las mujeres feas.

La mujer nos acepta tal como somos siempre que nuestra manera de ser consista en aceptarlas a ellas tal como son.

Cuando un hombre está enamorado de una mujer, lo mejor que puede hacer es decírselo; y si quiere conservar todas sus ilusiones, no enterarse en ningún caso de lo que ella le conteste.

El ideal del hombre sería tener dos mujeres: una dentro de casa y otra fuera. Pero este ideal es difícil de realizar porque a él se oponen encarnizadamente dos mujeres: la de dentro y la de fuera.

Los hombres y las mujeres han nacido para quererse; pero no han nacido para vivir juntos.

A la larga, para defraudar a las mujeres basta, en general, con ser de cualquier manera.

Los hombres creen que las mujeres son peores que ellos, y ellas creen que son peores los hombres; pero ambos se equivocan.

El hombre busca consuelo en la mujer, pero no en lo que ella dice, sino en poder hacer de ello lo que bien le parece.

A todos nos desagrada que una mujer haga más caso de otro que de nosotros; pero nos consolamos bastante si la mujer se casa con el otro.

El hombre y la mujer se estorban más de día que de noche; sobre todo si de noche duermen.

Hay muchas soluciones de noche entre un hombre y una mujer; una de ellas es dormir.

Algún día creí que lo más difícil, al hablar con una mujer, era adivinar lo que ella quiere decir a través de lo que dice. Ahora sé que lo único difícil al hablar con una mujer es esto: hablar.

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