martes, 2 de octubre de 2012

Pobreza y derroche en sonetos de Quevedo

Felicidad barata y artificiosa del pobre

Con testa gacha toda charla escucho;        
dejo la chanza y sigo mi provecho;        
para vivir, escóndome y acecho,        
y visto de paloma lo avechucho.        

Para tener, doy poco y pido mucho;
si tengo pleito, arrímome al cohecho;        
ni sorbo angosto ni me calzo estrecho:        
y cátame que soy hombre machucho.        

Niego el antaño, píntome el mostacho;        
pago a Silvia el pecado, no el capricho;   
prometo y niego: y cátame muchacho.        

Vivo pajizo, no visito nicho;        
en lo que ahorro está mi buen despacho:        
y cátame dichoso, hecho y dicho.

Procura advertir la loca opinión de las piedras preciosas

Si el mundo amaneciera cuerdo un día,        
pobres anochecieran los plateros,        
que las guijas nos venden por luceros        
y, en migajas de luz, jigote al día.        

La vidriosa y breve hipocresía
del Oriente nos truecan a dineros;        
conócelos, Licino, por pedreros,        
pues el caudal los siente artillería.        

Si la verdad los cuenta, son muy pocos        
los cuerdos que en la Corte no se estragan,
si ardiente el diamantón los hace cocos.        

Advierte cuerdo, si a tu bolsa amagan,        
que hay locos que echan cantos, y otros locos        
que recogen los cantos y los pagan.

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