jueves, 1 de noviembre de 2012

Pepe Ramos, 'La ansiedad del escapista'


Con humor, con amargura, con mala leche, con ansiedad... Pepe Ramos y 'La ansiedad del escapista'. Pepe escribe para demostrarnos que nos quiere y para ser querido. Pepe no escribe para la posteridad, no escribe para mañana, escribe para saciar la urgencia del momento, para rebelarse ante él y para celebrarlo.

Su libro está lleno de personajes porque, como digo, Pepe hablo de todos nosotros, para rechazar a algunos y para convocar a los más.

Muchos años sin publicaciones, salvo la antología 'Poesía Capital' (que coordinó y por la que le conocí al pedirme mi contribución), pero no de silencio, porque Pepe está siempre allí donde se le quiera escuchar.

Felicidades, Pepe. Y gracias por darnos lo que hemos estado esperando por tanto tiempo.

Para vosotros, algunos versos. Hoy y el próximo jueves. Pero te saldrá más a cuenta comprar el libro.


Apaguen sus teléfonos móviles y guarden silencio porque aquí se va a desarrollar la gran historia del mundo. Si escuchan con atención podrán oír el sonido del Velcro de la luz al desprenderse del día, el suspiro acallado de la adolescente que sostiene temblorosa en su mano el segundo Predictor, gente que dice te quiero queriendo decir me cago de miedo, los disparos, los gritos, los portazos, que a cambio yo les prometo ahogar con mi voz la confesión de eso que cada uno de ustedes calla para que le podamos seguir mirando a la cara, no vaya a ser que empecemos recitando poemas y acabemos llamando a las cosas por su nombre.

El caballo de tropos

Deberías cuidar más la atmósfera.
No decantarte nunca por el bocajarro
como recurso estético.
La sinceridad no es un valor literario,
ni tú eres un genio,
ni te limpias en felpudos
que no hayan pisado
otros muchos antes que tú.
La inmortalidad no es una opción.
    
        —Esto es un miércoles cualquiera—.

Vigila que nadie salga ileso.
Que la crítica tenga siempre
una cuerda de la que colgarte.
Aborda temas universales.
Debes gestionar mejor tu odio,
no bajar la guardia, tomarte tu tiempo.
Ir con sigilo. No delatarte.
Esperar escondido
en silencio
a que todos duerman.

        —Esta es una noche cualquiera—.

Susurrarles al oído, ser su siamés suicida,
la ola que les convierta en ballenas varadas.

O tú por qué estás en esto si
no es para propagar este virus si
no es para allanar sus sueños si
no es para inmolarse
tan dentro de ellos
que al llegar la mañana
les cueste reconocerse
que solo puedan
pensar en esquelas
sin saber muy
bien por
qué.

_____

Una mariposa bate sus alas en Pekín
y a mí me falta el aire.

La partenaire

Sabes que no miento al decir
que el escapismo tuvo siempre
más de teatro que de circo,
y a los dos nos sobran tablas.
Así que deja de llorar.

En esta profesión innoble
las palabras pesan como cadenas
y las cadenas en nuestras manos
únicamente son ruido de cadenas.

Tan solo es perpetuo el movimiento,
y el único plan de futuro
—lo sabes bien— es el epitafio.
Nunca fui ilusionista.

Aún sigues siendo guapa
y conoces bien el oficio,
los eslabones rotos,
el viejo truco de desaparecer.
Sácale partido, amor,
antes de que el teatro
baje el telón
por fin de temporada.

Y ahora deséame toda la mierda
del mundo. Me hará falta.
La merezco.

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