miércoles, 27 de marzo de 2013

Javier Lostalé sobre "Topología de una página en blanco"

SER EN EL POEMA



Pocas veces, si no ninguna, se nos ofrece a través de un libro de poemas el rostro absoluto de la poesía. Se necesita tener un profundo conocimiento del proceso creativo y  una gran capacidad de desaparición dentro del texto. Ambas cosas las consigue Alejandro Céspedes en Topología de una página en blanco,  título entrañado en las matemáticas, que nos habla de estructura, de rigor, de un espacio en el que va a suceder una intensa y tensa relación entre el poeta que alumbra, el lector que también crea y la página en blanco trepanada por palabras nunca inocentes ni quietas, generadoras tanto de lo visible como de lo invisible, así como de un mundo submarino y por tanto oculto, donde respira lo no dicho, donde están-escribe Céspedes-los manantiales del lenguaje. Palabras que, a veces, sólo son aire en el aire, asma de soledad. Folio que no es una naturaleza muerta sino que  se abre y nos hunde en un vacío y una ausencia llena de rescoldos. Hoja de papel donde hay un silencio pleno de semillas. Alejandro Céspedes, una de las voces principales de la generación de los ochenta, con una obra amplia y reconocida, no ha dudado en realizar un acto de consumación poética escribiendo un libro extenso e intenso que, como  bien señala Miguel Ángel Muñoz San Juan, “requiere del lector su máxima atención, tanto dialéctica como emocional”, en un formato donde lo espacial y lo visual se funden de tal modo que, durante la lectura, junto al  pensamiento y el corazón actúan los ojos volcándose hacia dentro/para encontrar el símbolo. Topología de una página en blanco es según su autor, al que parafraseo, “una poética que se efectúa desde dentro de la misma poesía y una poesía que se piensa en el lenguaje mientras está produciéndolo, y la página es el territorio de encuentro de los tres vectores esenciales de lo literario: lo creado, el creador y el recreador. Es asimismo una  metáfora absoluta, símbolo último de ese territorio movedizo al que intenta fijarse el lenguaje y en donde hallamos, enfrentados, entrelazados, atónitos o desdeñosos, los ojos del lector y del autor”.Nada más alejado, por tanto, de un discurso teórico, o de una investigación desde afuera, sino que el creador se transmuta en lo creado hasta escuchársele su propia respiración, y el lector-como afirma Ainhoa Sáenz de Zaitegui citando a Wallace Stevens, “ se convierte en el libro”. Reunión de ambos que en este poemario se visualiza mediante cuerdas en los márgenes de las páginas. Una atadura muy frágil, por eso las cuerdas se deshilachan; fragilidad determinante de todo el proceso de reflexión que encierra  esta obra, en la que aparece- afirma Muñoz Sanjuan-“lo transitorio de la propia existencia poética”.Topología de una página en blanco debe leerse como un todo, pues existe una trabada unidad entre los diferentes elementos, humanos, lingüísticos y soporte que la integran, respetando, eso sí, su especificidad, y teniendo presente también el carácter fragmentario del libro, fundado en la permanente dificultad de construir una realidad entera. A partir de aquí la cita de algunos versos sin solución de continuidad, nos servirá para tomarle la temperatura a una libro encarnado en las raíces de la creación poética, en su oleaje de luces, sombras, hundimientos, ascensos, vacíos y ausencias: dentro/la indeterminación de la sintaxis/ un ojo cerrado/será una entrada/un ojo cerrado/ mirará por su ojo/ y verá soledad/ entonces la soledad será el objeto/de la mirada y la mirada/ en esa frase sin sujeto/ se mueve en el espacio de la pérdida/¿quién fingirá después que sabe como ahogarse?/ cada palabra se cree irrefutable preñada de certeza/ sus signos en la realidad no existen/cuerpos huecos/ todo tendrá que ser imaginado y habrá que trabajar/ sobre la ausencia/ aun así qué difícil fabricar  sintaxis/ que no tenga el don de predecirse (…)¿es posible creer/en una realidad que es modificable /cada vez que se visita?¿siempre es la misma persona/la que vuelve?¿la que lee vuelve?/¿es posible bañarse dos veces en la misma página?/¿en qué categoría de realidad está la septicemia/ del lenguaje?(…) la lectura reclama que el esfuerzo de observar/sea siempre nuevo(…) es posible beber de un vaso hace tiempo vacío/y que la reverberación de lo que ya no existe/sea capaz de seguir emborrachando/las palabras pueden tener una existencia efímera/ o muy densa/ lo saben/ en el silencio donde aúlla su propio desamparo(…) que acabe todo/ cuanto antes/antes/ otra vez antes se coloca en el futuro/ para protagonizar espacios de miseria/ nada sabe volver no hay pertenencia nada/ocurre aquí  sobre este folio nada/ un agüjero blanco/tragándose a sí mismo/ incapaz de tener ninguna reflexión trascendente(…)nunca hay revelación/sólo la idea que empaña los espejos para desconocerse(…)es necesario retroceder para encontrar la nada/ hay que volver a ser para dar nombre/a la que ya no es(…)la página es la metáfora inconclusa/de una construcción abandonada/dentro de un universo en construcción(…) desde el interior de nuestro tiempo somos/aves que tienen las dos alas cosidas(…) las palabras agiten sus muñones desdiciendo/la artrosis del lenguaje/veámoslas caer/mientras nos miran/ y crece la distancia/entre los dos/que ninguno se engañe/una ventana también mira hacia dentro. En esta breve antología de fragmentos no he respetado la disposición tipográfica que es parte esencial en la circulación sanguínea de este libro singular, en el que por cierto hay ideas y frases incorporadas a su tejido vital provenientes de un gran número de creadores españoles y extranjeros, entre los que citamos a Dante, Pavese, Damien Hirst, Foucault, Eliot, Eduardo Chillida, Wallace Stevens, Valéry, Paul Celan, Alberti, Chantal Maillard, Miguel ángel Muñoz San Juan   y Juan Carlos Mestre. En resumen: no es posible leer Topología de una página en blanco sin que nos convirtamos  en parte de un texto escrito en estado de concepción, donde los signos que se trazan abren surcos de ser; sin que, al lado del autor, emprendamos una aventura inagotable por las entrañas siempre movibles  del poema, para de este modo recrear habitándonos todo lo que el poeta ilumina entregado hasta dejarse la piel a su tarea de buscar  lo inefable, de nombrar la existencia tocando fondo, de luchar con las palabras instalándose en su propio territorio tan lleno de destierro e incertidumbre, tan pariente consanguíneo del silencio. Topología de una página en blanco que amaneció en la luz fría de un ordenador, se publica ahora por Amargord en su cuerpo y alma naturales: el papel. Hecho que aprovechamos para decirles que se trata de un verdadero acontecimiento literario, porque pocos libros como éste son engendradores de conciencia.

Javier Lostalé

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