martes, 11 de febrero de 2014

"Cuadernos (1957-1972)" de Cioran (6)

Anoche, velada con los Beckett. Sam estaba en forma, locuaz incluso. Me contó que había pasado al teatro por azar, porque necesitaba un solaz, después de haber escrito novelas. No pensaba que lo que era una simple distracción o un ensayo fuese a cobrar semejante importancia. Ahora bien, añadió que escribir una obra dramática representa muchas dificultades, porque hay que limitarse y eso le intrigaba y le tentaba, después de la gran libertad, la arbitarriedad y la auténtica falta de límites de la novela. En una palabra, el teatro entraña convenciones: la novela ya no supone casi ninguna.

Repartimos nuestros libros entre nuestros amigos, ponemos dedicatorias afectuosas en ellos, creemos que van a leernos, que se apiadarán de nosotros o nos admirarán. Son errores. Lo único que habremos hecho es excitar su mal humor. En una palabra, ejemplares sacrificados.
... No obstante, en alguna parte un desconocido nos leerá religiosamente y esperará años antes de dirigirse a nosotros.

Si tuviera que elegir entre la ascesis y el desnfreno, me inclinaría por este último.
Por lo demás, también el desenfreno es una lucha contra la "carne"; abusa de ella, la extenúa y la empobrece. Además, llega a los mismos resultados que la ascesis por métodos diametralmente opuestos.

El dios cristiano no cesa de defraudarnos: promete lo que no puede cumplir, mientras que Zeus y sus comparsas, al no prometer nada, no podían defraudar. Eran a la vez protectores y enemigos, que tan solo toleraban en el hombre una forma de desmesura: en la desdicha. En todo lo demás, eran envidiosos, y una felicidad insolente de sus esclavos suscitaba inmediatamente su envidia salvaje. Todo esto resulta verosímil, concide con lo "real"... mientras que en el cristianismo estamos en la mentira, sublime seguramente, pero mentira igual.

Un texto cargado de citas, ¿qué prueba? ¿Modestia? ¿CObardía? ¿O competencia? Más que todo eso, un deseo de indicar que el tema no te concierne directamente.

Solo deberíamos salir de una lengua en raras ocasiones. Siempre que leo en francés o en alemán, siento que mi francés se tambalea. Hay que atenerse a un solo idioma y ahondar en su conocimiento de la mañana a la noche. Para un escritor francés, una conversación en su lengua con una portera es más provechosa que una plática con un gran sabio en una lengua extranjera.

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