lunes, 21 de abril de 2014

Selección de versos de Jorge Riechmann (2)

Posiciones

Me recojo en la intimidad de una fragua. En voz baja transcribo las derrotas del fuelle, el estupor del martillo, la vacilación del fuego. Vivo la hora en que toda afirmación no puede ser sino desesperada; toda solidaridad, sino elegíaca.

La poesía, rejuveneciendo mientras a contracorriente avanza por el río atroz del tiempo, toca ya el manantial de su desnacimiento.

Nace del amor y del terror con que pueblos ágrafos cautivaban a la palabra viva. Muere en el desdén por la palabra de pueblos de nuevo ágrafos, trivialmente tiranizados a través de sus ojos intestinales. Subsiste como aliento.

Postula la perfección de un cristal de nieve en el interior del corazón humano. Transmite la memoria de lo no sido.

Se reconoce en la luz encrespada, magnífica, violenta, del chaparrón estival mientras sigue luciendo el sol. Aguamiel imprevisto que autentifica el pus de las heridas.

La herida, el aliento, la erosión. Imposible ya recogerse en el jardín, pero todavía cabe hacerlo en el risco, en el torrente, en el despeñadero.

Erosión. Parentesco de los fenómenos que destruyen la fertilidad de las tierras, la vitalidad social y mi propia identidad de persona libre.

Condenados a la abrasión y al despojamiento, no hagamos al menos de la necesidad virtud. Que los ojos abiertos —duras lunas erectas de piedad y herrumbre— vayan lentamente llenándose de arena.

Aunque apenas osemos ya pronunciar la palabra realidad.


La ciudad blanca

Ahí donde veis flores        
amarillas encima del tejado,        
ahí es mi casa.        

Amarillas y azules.        
Y la canción purísima del musgo.        

No ha sido edificada.        
Ahí es mi casa.

Consejos para extranjeros

En la ciudad donde no puedas        
decir la verdad,        
decirla.        
En la ciudad donde puedas        
decir la verdad, trabajar        
para convertirla en mentira.

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