jueves, 1 de mayo de 2014

Ramón G. del Pomar, "El subjuntivo errante" (3)






14.

CUANDO engendraron mi cuerpo sin sentimientos aún
la muerte danzaba en el barro de mis padres.
Así fui dotado de caducidad.
Desde entonces
resignado soporto que la guadaña
aceche tras cada latido.
Nada me asusta,
salvo el vértigo ante los abismos de la indiferencia.
Ni tan siquiera los delirios de mi pensamiento
tus emociones quebradas
o el mostrarme como soy.
Tampoco el buscar ayuda.
Nunca fui ajeno al sufrimiento de otros
ni a mis desencantos.
Solo que no me atrapé.
Aquello que perturbaba mi alivio
lo arrancaba y cedía a la muerte.
De cama en cama o en la mía propia,
ya en vigilia, duermevela o soñando,
la muerte se llevaba los tormentos.
Inventé miles de manantiales
y descubrí nuevas nubes
donde reciclar los posos.
Convertidos en caudales de belleza,
yo ocupado en que el rocío
fuera regando mis flores,
sabiendo que mi condición caduca
todo lo produce para el efímero
sembré primaveras donde ir muriendo
testigo.
Tantas veces empeñado en rematar agonías
que mi vida pagó aún venciendo.
La contienda danza en nosotros a cada instante,
estimula la idea de vivir o morir.
Hablo de nuestra oportunidad.


15.

PIENSO que la mejor poesía
permanece en miradas que se nos pierden
entre palabras que a menudo mienten.
¿Cómo estás?
Muy bien.
Así quedan conforme la hipocresía
y el diálogo insulso de nuestras miradas.
Pero no el ángel que nos habita,
el que quiere darlo todo
sin avaricia de gratitud.
El poeta.
Por eso pienso que la mejor poesía
permanece en palabras que se nos pierden
entre miradas que a menudo mienten.
¿Cómo estás?
De lujo ¿Y tú?
Así quedan conforme el fanatismo
y la complejidad del consciente.
Pero no el ángel que nos habita,
el que quiere darlo todo
sin avaricia de gratitud.
El poeta.
Por eso pienso que la mejor poesía
permanece en miradas que se nos pierden
entre palabras que a menudo mienten.
¿Cómo estás?
Jodido por el inconformista
que me refugia en la poesía,
el que aun trastocando la realidad
no miente en lo intrínseco.
Así quedan conforme el egocentrismo
y la autosanación del herido.
Pero no el ángel que nos habita
el que quiere darlo todo
sin avaricia de gratitud.
El poeta.
Pero yo no hablo por voz
del ángel que me habita,
mi verborrea viene del hombre
que agradece su propia avaricia emocional.
Tal vez la mejor poesía permanece en las palabras y miradas
que se nos pierden entre miradas y palabras
que a menudo mienten.

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