miércoles, 18 de junio de 2014

Epicteto (6)


DE LA VERDADERA FILOSOFÍA

4. Puesto que compadeces a los ciegos y a los cojos, ¿por qué no compadeces también a los malvados? ¿No comprendes que lo son a pesar suyo, como los cojos y los ciegos?

6. ¿Qué adelantarías con injuriar a una piedra que es incapaz de oírte? Pues bien: imita a la piedra y no oigas las injurias que te dirijan.

9. Cuando alguno te maltrata de obra o de palabra, acuérdate de que lo hace porque se cree con derecho a ello. Es decir, que no obra según tu juicio, sino según el suyo propio. De modo que si te juzga mal, él solo se perjudica, ya que él solo se engaña. Porque si alguien acusa de falso un silogismo justo y admitido por todo el mundo, no es el silogismo el atropellado, sino el que se engaña juzgándolo mal. Aprende a servirte bien y siempre de esta regla y podrás soportar con paciencia a cuantos hablen mal de ti, ya que cada vez que ocurra podrás decirte: Si tal dice es porque buenamente lo cree.

11. Si alguno te trae la noticia de que otro ha hablado mal de ti, no te complazcas en refutar lo que haya dicho; al contrario, limítate a contestar con sencillez: "El que te ha hablado de mí en estos términos ignoraba, sin duda, mis otros vicios y defectos, pues, a no ser así, no se hubiera contentado con citar únicamente estos".

DE LA AMISTAD

1. La amistad es atributo solo del sabio. ¿Cómo sería capaz de amar quien no sabe distinguir lo bueno de lo malo?

5. El alma del vicioso es incapaz para la amistad por lo mismo que, entregada a la inconstancia y al desenfreno, va siempre de un lado para otro empujada por sus opiniones y jamás satisfecha.

SOBRE LA OPINIÓN ENGAÑOSA DE LAS COSAS

1. Lo que perturba a los hombres no son precisamente las cosas, sino la opinión que de ellas se forman. Por ejemplo: la muerte en modo alguno es un mal; no obstante, opinamos todo lo contrario, y esto sí que es un verdadero mal. Así, pues, cuando nos sintamos torturados, meditabundos o tristes, no acusemos de ello a nadie, sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras propias opiniones.

3. ¡Cómo no hemos de estar llenos de falsos prejuicios si no nos enseñan otra cosa desde nuestra infancia! La nodriza, apenas empezamos a caminar, si tropezamos con una piedra y rompemos en llanto, lejos de reñirnos riñe a la piedra y hace como que le pega. ¡Por todos los dioses! ¿Habrá algo más insensato? ¿Qué mal ha hecho la pobre piedra? ¿Es que tenía que prever que íbamos a tropezar con ella y debió cambiar de sitio? [...] así como hablando de las letras o de la música se llama niño al que no las sabe o las sabe mal, así en la vida es eternamente niño quien no sabe vivir o vive con opiniones falsas e insanas.

7. ¿Que fue una gran desgracia para Paris el que los griegos entrasen en Troya, la pasasen a sangre y fuego, exterminaran a la familia de Príamo y se llevaran cautivas a todas las mujeres? Te equivocas, amigo mío. La gran desgracia de Paris fue el haber perdido el pudor, la fidelidad, la modestia y el respeto a la sagrada hospitalidad, que violó inicuamente. [...]

10. Dices que si Sócrates, en vez de negarse a huir de la prisión se hubiese puesto en salvo, aún hubiera sido útil a los hombres. Pues bien: no, amigo mío. Lo que Sócrates dijo e hizo negándose a ponerse a salvo y muriendo por la justicia, nos es mucho más útil que cuanto hubiera podido decir y hacer si se hubiese escapado.

16. Se equivocan los que creen que soy enemigo de la elocuencia y que condeno el arte de bien decir y de escribir elegantemente. No; lo que condeno es que se consideren estas cosas como lo principal. Este tampoco; hay algo mucho más importante.

DE LA MUERTE

1. Temes nombrar la muerte, cual si solo su nombre fuese cosa de augurio funesto. Sin embargo, mal puede haber augurio funesto en lo que no hace sino expresar un acto de la Naturaleza. La pereza, la pusilanimidad, la cobardía, la impudicia, la lujuria, todos los vicios, en una palabra, son los que verdaderamente llevan en sí el mal augurio. Pero tampoco su nombre en sí, sino el caer en ellos; evítalos y no temas pronunciarlos.

2. ¿Cómo te gustaría que te sorprendiese la muerte? En lo que a mí respecta, yo quisiera que me sorprendiese ocupado en algo grande y generoso, en algo digno de un hombre y útil a los demás; no me importaría tampoco que me sorprendiese ocupado en corregirme y atento a mis deberes [...]

3. Las espigas nacen para ser segadas una vez maduras, y a nadie se le ocurre dejarlas en los campos, cual si fuesen cosas sagradas e intangibles. Es más, ellas mismas, de tener sentidos, harían votos para que su destino se cumpliese, y considerarían como una verdadera maldición el no ser segadas. Del mismo modo, no hay hombre sensato que no considere como una maldición la posibilidad de no morir, pues para ellos no morir sería como para la espiga no ser segada.

5. Cuando sea llegada mi hora, moriré; pero moriré como debe morir un hombre que no hace más que devolver lo que se le confió.

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