viernes, 5 de septiembre de 2014

José Bergamín, "Aforismos de la cabeza parlante" (1)


Aforismos de la cabeza parlante, Ediciones Turner, 1983

El historiador, si no es poeta, miente hasta cuando dice la verdad: pero si es poeta -si sabe decir, escribir para que se lea, para hacer legendario lo que pasa- dice la verdad, aunque mienta.

Un americano de lengua española -como un español- que reniega de su españolidad, no pierde su alma, la enmudece. Pues no pierde la animalidad natural de su ser, su animación viva; lo que pierde es la animación de su espíritu: su palabra; su conciencia. Conciencia histórica. Palabra pasajera.

Hay cabezas cortadas, que son, o fueron, separadas del corazón, cabezas danzantes. Aunque nos las ofrezcan en bandeja de plata, no debemos hacer caso de sus profecías.

A sus abnegados heroicos que iban a poblar el mundo nuevo, aconsejaba Goethe que no llevasen a él tambores ni campanas: ni libros ni botellas. Entonces -pensaría alguno menos silenciosamente abnegado que los demás- lo mejor es no ir.

El nacionalismo patriótico mira al porvenir; el matriótico, al pasado. El nacionalismo que sólo mira a lo presente es un nacionalismo mortal: un patrioterismo y matrioterismo suicida.

Los pensadores españoles novecentistas -pensadores de España (no filósofos, ni profesores de filosofía): Menéndez Pelayo, Costa, Ganivet, Unamuno, Antonio Machado, José Ortega y Gasset, ¿pensaban por pensar España o porque España se ha pensado y se piensa en ellos a sí misma?

La guitarra, como la luna, da lo que no tiene. Y se queda, como la luna, con la otra mitad de lo que da:
       
        Mira qué rara verdad:
        el que da lo que no tiene,
        se queda con la mitad.

Como una doble imagen en la retina contempla el enamorado Tristán a sus dos Iseos superpuestas: y no sabe cuál es cada una; ni con cuál quedarse de las dos.

La mujer que amamos, que queremos, ¿es esa o la otra?

La mujer que ama ofrece al hombre una enemistad dulce: la que no, una amistad amarga.

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