Del
mar nace la espuma,
de
la espuma el deseo.
Desollará
la roca
y
poco a poco playas
en las que descansar.
¿Será
el hombre uno más,
un
animal cualquiera?
Creo
que le pondré pedazos de mi piel
y un
toque de perfidia
no
sé dónde.
Inventará lenguajes.
El
cielo es una masa de ignorancia.
La
moldeo en estaciones.
A un
lado dejo los segmentos
para
posibles tiempos de tormenta.
El
resto es sólo un humo inabarcable,
serán
tamiz de luz
o
donde el hombre busque procedencia
cuando
ya pierda pelo.
No
es fácil la tarea
de
crear un espacio
donde albergar los sueños.
Estoy
abriendo surcos en la tierra
para
imponer al agua su camino.
[Al
animal le surcaré la carne
y
tendrá el mar intonso en una víscera
capaz
de cualquier ritmo.]
El
agua avanza y me sacude,
me
ayuda en la tarea.
Luego
haré que se caiga desde el cielo,
la
lluvia descompone la armonía
-como
la libertad-
mas
será necesaria e indulgente.
Me
niego a delinear, al paralelo,
actúo
por antojo,
habrá
surcos pequeños que atraviesen
y
regarán al árbol, la semilla,
al
pie de algún mortal.
Ahora
emprendo un surco
de
dimensión mayor a sus iguales
y a sus laderas todo va a crecer.
Habrá
una luz directa
que
avisará a la vida.
Habrá
una luz muy tenue
que
invitará al descanso.
Será
el poder de la tiniebla:
allí reinará el lobo con el miedo.
Hoy
dejo grandes masas con arena,
y
semejan las curvas
que
en su cuerpo tendrá a la tarde el hombre.
Pero
no son fieles,
se
mueven en constante en armonía
para
formar un ser distinto
a
cada instante.
Todo
tendrá un eterno desplazarse,
la
inmanencia.
Quizá,
algún día,
algo
por sí sólo
se empeñe en perdurar.
La
voz es como un don ilimitado.
No
lo doy,
no
lo tengo.
La
voz es el sonido
y es
la luz,
cuando
todo esté oscuro
recurrirán
a ella
para saber que existen.
Busco
formas distintas para amar.
Aprendo
que la geometría
es una ciencia diferente.
He
decidido hacer
con
la roca
bocetos
sorprendentes.
Me
divierte mirarlos,
ponerles
un acento.
¿Podré
llamar a esto de algún modo?
¿podré llamarme artista?
Observo
ahora a la madre,
está
muy dolorida.
Lame
la sangre muerta
y da
su leche a la criatura.
Engranaje
perfecto.
Aún
no he decidido
si esto es principio o fin.
Escuchar
el idioma de los pájaros
o el
reptar sigiloso del insecto.
Confundo
tanta lengua
en
una melodía por el aire.
Es
una razón más de mi egoísmo:
no
quiero que se entiendan,
no quiero más silencio.
Derramo
mis deseos
sobre
la unión de todos los colores.
La tristeza también.
Las
venas de la tierra llevan agua
para
que viva el mundo.
Los
seres tienen ríos de sangre laboriosa
para
vivir el mundo y caminar.
La
letra:
mitad
agua
mitad sangre.
De
todas las criaturas,
el
árbol es, sin duda, la más fuerte.
Pervivirá
en el siempre:
sabe guardar silencio.
Hoy he llorado al ver a la serpiente.
[Nueva selección de versos de Ana Martín Puigpelat, el próximo miércoles, 10 de septiembre, a las 6 de la tarde. ]
[Nueva selección de versos de Ana Martín Puigpelat, el próximo miércoles, 10 de septiembre, a las 6 de la tarde. ]
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