jueves, 12 de marzo de 2009

'Camino a Santiago', de Jesús Malia

'Camino a Santiago' recoge textos que nacieron el verano de 2008, en mi segunda visita a Galicia. La primera vez, me acogió amablemente mi amiga la poeta María Lado en su ciudad, Santiago de Compostela, y me llevó a conocer su terruño en la coste de la muerte, Cee. Esta segunda vez hice un peregrinaje a mí mismo, con objetivo físico en Santiago. Doce días de dicha y abandono. Abandono de rutinas y abandono del mundo y de sus gentes en el medio de ellas: mi compañía fui yo. Ése era el objetivo. Móvil fuera, internet poco. Caminar por la mañana, si se hacía apetecible o soportable. Y por la tarde, siempre, adentrarse en los bosques o en caminos solitarios. Y tampoco se podía perdonar uno o varios licores de hierbas, ¡claro!, qué no veas cómo inspira. Ni el pulpo, ni el bacalao, ni la empanadas...¡oh!, ¡Galicia calidade!
Pero en fin, que se va uno solo a estar solo y a buscarse, y encuentra que hay un amor recién descubierto que le acompaña, unos amigos con los que no puede dejar de conversar, unas soledades que sanar y otras que potenciar, una madre en que vive, un árbol cuya corteza le tiende el abrazo y le ofrece la paz. En fin, la vida. Abandona uno las tareas de costumbre, con todo el tiempo por llenar, como un crío, y se descubre.
Así que aquí tienes, amigo, 'Camino a Santiago'. El libro, si lo es, que más fácil me ha resultado. Aquí no busques construcciones portentosas (un mismo poema en cada verso, estructuras claras y definidas, un discurso coherente; aunque tal vez, por azar, lo haya), si éso que buscas no es otra cosa que Jesús Malia, el que escribe, se regocija y llora.
Toma, aquí va, ya es tuyo. Deshazte de las versiones anteriores de los poemas. Ésta es la segunda y definitiva. Gracias.

1
Canta el río en el cantil
y dice ¡agua!
a una hoja danzante que navega y lo busca.

Primero se hunde, después reflota,
y fluye sin descanso y sin fatiga…

¿Quién sabrá de aquel árbol de que un día caíste
como miga de pan del balcón a las pombas?
¿Cuál será aquella mano que te hizo caer y danzar para siempre en el filo del agua?

Peregrina feliz,
el camino es la meta,
no hay destino ni origen.

2
Aquí oirás al silencio llamarte a voces:
te busca en la floresta y en los árboles
que anclan sus raíces en el río.

¡Quién supiera sus nombres!
para decirles:
“Hermano x, ¡qué tranquila es tu estirpe!,
de raíces tan hondas
e inamovibles
en el fluir incesante y sereno del agua.
Qué dichosa tu suerte, hermano x,
que la hiedra a tu paz
esbelta, amorosa, se abraza”.

Y yo, sólo en correr.
Atrapar este verso
y huir temeroso y gimoteante,
de nuevo, a las gentes.

Tanta paz me desborda.

3
Cada río es un camino diferente
y hay más hombres que ríos,
pero el abrazo
es el cruce violento y feliz
de sus dos aguas.



4
Volverás hasta aquí a buscar los soñado
aunque nunca vivido
salvo en manos y ojos de tu mente encendida.

Volverás hasta aquí
a soñar lo vivido.

5
Es un pozo sedente en el hombre su alma,
le echa amor y no colma,
le echa dios y no sacia.

Inútil, sumergir, el cubo de la razón,
de tanto vacío lo hará rebosar.

(Estos cinco poemas se deben a Samos, maravilloso lugar. El siguiente, a mi primera salida del lugar.)

6
Desciendo junto al río para tocar tu piel,
los árboles me ofrecen el camino mostrando sus raíces.

Es falso que me esperes al final del trayecto,
tu ausencia me acompaña:
ahí te tengo entre gasas corriendo por delante
riéndote al girar burlona y descarada.

Tú fluyes en el viento
y mis pies descarnados aún te siguen alegres.

Qué fresca es esta sombra que alivia la canícula.

7
Yo soy la maleza que crece junto al trigo
y sé de mi futuro, envuelto por las llamas, cuando el trigo madure.

Así,
mi tallo con tu espiga tocándose ha de estar
mientras dios no te llame elegida a su lado.
Tu raíz y mi raíz harán por encontrarse.

Porque tú eres el trigo que crece en la maleza.



8
Aquellos griegos eran superficiales por profundidad.
Friedrich Nietzsche

Lo profundo es el aire.
Jorge Guillén

No temo que esta piel se me abra o se llague,
que tu piel me procuro para hacer el camino.

9
Ese yo que soy yo
y no encuentro y que busco
inasequible
al desaliento.

Y si digo poesía
es que inquiero do estoy,
es que grito: no sé
el lugar en que habite.

Pero sé que estás tú vestida de tu risa
en tu cuerpo menudo de ojos insaciables
de mujer y alegría.

Donde albergue tu risa.

10
Si me buscan las moscas
les ofrezco mi cuerpo.
Que bendigan mis llagas y decansen sus alas tras el largo camino.

Si me buscan las moscas
les ofrezco mi piel.

11
Aquí guardo tu nombre,
en el cofre del viento.
Que al pasar de los siglos
en el suene por siempre.

12
Vestido de silencio,
invisible a los hombres,
como brizna de hierba
en el medio del bosque
que no alcanza ni el viento,
es tu voz quien me nombra.
Y como Lázaro, Jesús se levanta y Jesús anda.

13
Eres tú tierra fértil y yo soy la semilla,
que tan sólo es en ti el poder germinar.
Es tu carne el hogar que yo, nómada, busco,
por eriales errante como grano de arena que recorre el desierto.

¡Y tú suerte de oasis en que hundirse en su agua!
Así yo en tu carne, donde quiero habitar.

14
Se ve el viento en la fronda
como en todas las cosas.

15
Peregrina peregrina
ánima
que en la niebla me asaltas.

En este bosque
¿está mi alma?


16
Hermano de los bosques,
hijo del río.

17
Me detengo en este bosque para leer mis versos:
un árbol se cimbrea cambiando de postura; mariposas azules sobre el río se aman; una mosca me enfrenta; una hormiga escala el Everest de mi pierna; una ortiga me pica;
el viento crea un rumor que confunde al poeta; y de fondo el aplauso sincero de una vaca que agita su cencerro.

18
Las ánimas del bosque se guardan en la niebla
y a tu paso se abren.

Ni traspasan tu cuerpo ni se quedan en él,
nómadas del bosque en él tienen su paz.

19
Zaratrusta eremita en los rayos del sol,
descendiste a los hombres.

20
He llegado hasta aquí
sin pronunciar tu nombre,
te he traído en penumbras
cada día conmigo.
Y sin embargo,
cada paso que resta para hacer el camino,
cada roble y acebo de estos bosques sin fin,
siento que eres tú quien quisiera besarlos
que conmigo caminas.

Una vela en Santiago enciendes por mí
y su luz me ilumina
y la busco, sin fuerzas,
pero sigo hasta ti luminaria incesante
contigo en penumbra.


21
Camino de tu mano todavía,
fuerte y milenaria como el roble.

De ti nací
y moriré,
porque tu útero
es la tierra en sus ríos y bosques
y yo sólo un olivo en mitad de la senda que no tiene final.

Debo oír a los hombres que me halaguen tu piel,
¡oh, tú, égida mía!

22
Todo lleva tu nombre al tocar la raíz cuando cae la noche
y rezuma en las hojas rebosantes del alba.

23
Llegar al final para ir al principio,
escalar a la cima para luego volar anhelante a la base
(cristo horizontal que derrochas el alma).

Del seno de la madre al seno de la tierra.

24
Verde
que te quiero
verde,
verde pelo,
verde rama,
el barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

¬¬¬¬ ___________

No quiero barca, corazón barquero,
quiero ir caminando
por la mar al puerto.

____________

Se ofrece, se extiende,
Cunde en torno el día
Tangible. De nuevo
Me regala sillas.

No. Mejor a pie
Veré los colores
Del verano mío,
Que aun no me conoce.

25
Ya oigo a las estrellas
galopar en la noche
y beber de su agua
negra
inagotable.

Y yo las monto,
una por una.
Indómitas, salvajes.

Es un juego caer
desde sus grupas
en el seno del bosque,
y volver a ascender hasta ellas, riendo,
y volver a caer desde ellas, feliz de poder escalarlas.

26
Porque irradia la luna
me guarezco en el bosque,
con sus puertas abiertas
y ventanas caídas.

Tan lonxe está el hombre
que esta paz es posible.

27
Mira al cielo
e inventa
los nombres de los astros:
Lucinante espera lo cabelgues
en busca de la hermosa Lucinea.

La realidad espera que la inventes,
es tu leyenda,
¡salve!

28
Si ahora lloro es que tiemblo
de tenerte tan cerca.
¡Eres tú, sin pecado!,
que profano pensaba que venía hasta aquí
y es tu fe que me arrastra.

Aquí duermes viviendo en el cielo y la piedra
que no vieron tus ojos.

Vuelve a ser, que comparta
este viaje contigo.


29
Quedan lejos los hombres que a la piedra se entregan a que llaman apóstol,
hoy prefiero confluir con mi sangre en tu savia.

He aquí tu corteza, mis brazos, éstos.

¡Qué derroche de agua derramada en la piedra!
¡Cuánta sed en la carne
desatendida!

30
He salido a caminar para quedarme quieto,
como el árbol camina en la senda del tiempo cuando busca las nubes que le ocultan la luz,
como un niño que salta para asirse a los rayos y suspenso se queda agarrado del aire.

He salido a caminar para no hollar la tierra,
como el árbol camina cuando ensancha su tronco extendiendo el abrazo.

He salido a caminar como el árbol camina
al hundir su raíz.

31
Vestigio del futuro,
tu raíz me esclarece
una dicha
inquebrantable.

Aún serás aún después
de que hallamos marchado.

2 comentarios:

mariademallou dijo...

bonitos poemas, jesús, felicidades ;9 recorda que en galiza tes unha casa para vir cando queiras. agora vivo en vigo, preciosa cidade que ben merece un par de versos.
unha aperta

Jesús Malia dijo...

¿También allí se encuentran licor de hierbas y de café? Je,je. Gracias María. Bicos.