viernes, 10 de julio de 2009

Partes II, III, y IV de 'De la vigilia estéril'

II

A ratos, fugitiva del sollozo
que paulatinamente me estrangula,
vuelvo hacia las praderas fértiles y lo invoco
con las voces más tiernas y el nombre más secreto.
¡Hijo mío, tangible en el delirio,
encarnado en el sueño!
Y es como si de pronto la tierra se entregara
haciéndose pequeña, pueril como un juguete
para caber, ceñida, entre los brazos.
Es como renacer en otros ámbitos
limpios, transfigurados y perfectos.

III

Pero mirad mis brazos crispados y vacíos
como redes tiradas inútilmente al mar.
Nada debo implorar para mí en los caminos
porque mi lengua acaba exactamente allí,
en las fronteras simples de sí misma
y su grito se apaga entre los límites
de mi proipio silencio.
Mirad mi rostro blanco de exangües rebeldías,
mis labios que no saben de los himnos delparto,
mis rodillas hincadas sobre el polvo.
Mirad y despreciadme. Descargad vuestras manos
de las peidras que colman su hueco justiciero.
Herid, No alcanzaréis la frente inerme
(vellón inmaterial y delicado)
a quien mi soledad sirve de escudo.

IV

Antes, para exaltarme, bastaba decir madre.
Antes dije esperanza. Ahora digo pecado.
Antes había un golfo donde el río se liberta.
Ahora sólo hay un muro que detiene las aguas.

2 comentarios:

Mónica Angelino dijo...

Nada debo implorar para mí en los caminos
porque mi lengua acaba exactamente allí,
en las fronteras simples de sí misma
y su grito se apaga entre los límites
de mi proipio silencio.

Jesús, Estos versos me encantaron!

Jesús Malia dijo...

Rosario Castellanos es deslumbrante.