lunes, 6 de septiembre de 2010

Andrés Mencía, 'Y vuelves una y otra vez a detenerte'

Hasta hoy
el jazmín era un bosque
en la terraza,
tres años ha que ya no florecía
trepando deshilvanado y trágico,
disparatado, verde, incompetente,
pero anoche lo habitó un gorrión
en peligro de intemperie,
lo sé por la señal
del guano en las baldosas,
y esta mañana el jazmín amanece
con una flor abierta,
indiscreta de aromas y de nieve,
es para no creérselo:
si floreció el jazmín
por el amparo
de un pájaro en precario,
de lo que no será capaz la vida
en su fértil empeño por casar
todas las emociones con la luna,
si no la estorbáis mucho.


Estoy aquí,
sobre este montón de años,
y hace ya muchas chinas
que no me miro en los escaparates
ni las mujeres casi
reparan a mi paso,
sospecho que las discretas
hasta me compadecen,
los niños sin embargo
me gritan con extrañeza
como a la amapola abandonada
o a los perros caniche,
no lo niego,
he llegado hasta aquí,
pero hay días,
os sonará a otro cuento,
pero hay días que respiro
con el mismo entusiasmo
que un delfín abrazado a las olas,
con esa suficiencia del delfín
que lo sabe
que hay un mar a sus pies
para jugar
que no se acaba nunca
aunque se acaba.


Fue tu seguridad más que tu cuerpo,
aquella indiscreción de abrir la puerta
y meter la cabeza antes que la toalla,
nadie mira con tanta lentitud,
yo enjabonado y el baño sin cortina,
y tú con esos brillos de animal tan sincero,
de amenaza que nunca va a saciarse,
y cuando comenzaste a desnudarte
con esa calma que tan bien te dibuja
se confirmaba el final de la tarde,
que no podría escaparme de tus muslos,
y se confirma el resto de mi vida,
que nunca olvidaré el vicio de esos muslos
o el sabroso aroma de tu maestría.


Son muy pocos los ojos que me miran,
si acaso mi mujer
cuando no me perdona,
alguna vez mi hijo,
el jefe de sección si me equivoco
o algunos compañeros de trabajo
cuando vuelvo
si me ausenté a deshora del despacho,
y mi perro Jabato,
que nunca me ha fallado todavía,
pero esta mañana he observado
que también le intereso
al hijo de la vecina,
he tenido ocasión de comprobarlo
pues coincidimos en el ascensor,
acaba de nacer
y me estudiaba
con toda esa serpiente en la mirada
que siempre confundimos con la vida,
la madre está cañón y
tampoco me miraba, por supuesto.

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