Fin de fiesta
Unos fotones que atravesaron más de 1000 millones
de kilómetros de espacio. . .
llegaron a la Tierra el 16 de octubre de 1982,
trayendo consigo un mensaje largamente esperado.
Estas partículas de energía radiante,
proveniente de la luz solar reflejada por un trozo errabundo
de hielo sucio,
dejaron una débil impresión de 200 pulgadas en Monte Palomar.
Los astrónomos vieron el punto de luz,
reconocieron su significado: el cometa Halley volvería a estar
a la vista: está ahora más allá de la órbita de Saturno.
En 1910 mi padre lo vio.
Abarcaba todo el cielo de Tuxtla.
Me dice que la gente lo miraba maravillada y con temor.
Corrieron muchas historias.
A mi padre, montado en su caballo,
le bastaba alzar una mano para
sentir que era parte de ese misterio.
Más y más telescopios se sumarán a la vigilancia
conforme el cometa se vaya acercando y, a fines
de 1984, una flota de naves espaciales
entrará en acción para obtener una vista todavía mejor.
Cohetes de sonido, aviones de gran altura y globos
estarán listos para su despegue cuando el cometa Halley
esté más cerca de la Tierra y el Sol,
en el invierno y la primavera 1985-1986.
Mi padre quiere volver a verlo montado en su caballo,
tocarlo de nuevo en el cielo de Tuxtla.
Pero el cometa no brindará un espectáculo tan impresionante
como en 1910, porque estará
al otro lado del sol
cuando su cola alcance su máxima longitud
de 80 millones de kilómetros.
Me apoyo en mi padre.
Todo se nos cae encima.
Se abren las puertas de este fin de fiesta.
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