lunes, 18 de junio de 2012

'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (28)

LA PALABRA Y LA CONVERSACIÓN

La palabra sirve para comunicar a nuestros semejantes que tenemos la suerte de no estar de acuerdo con ellos en nada.

El diálogo es un tipo de conversación en el que cada interlocutor habla por su cuenta con frases cortas, sin que lo que uno dice tenga nada que ver con lo que dice el otro. Dialogar no queire decir hablar uno después de otro sobre el mismo tema, sino simplemente hablar uno después del otro y así.

Hay que aprender a fingir que se escucha cuando los demás hablan, y a fingir que se habla cuando los demás escuchan; hablar de veras y escuchar de veras son dos síntomas alarmantes de falta de trato.

Los hombres que se limitan a escuchar a los otros y a asentir con un discreto entusiasmo a todo lo que oyen, suelen ser tenidos por hombres de conversación amena.

La única manera de acabar aprisa y satisfactoriamente una conversación es darle al otro la razón en seguida.

Las conversaciones pueden ser absurdas, pero ninguna lo es tanto como la del profesor de idiomas con sus discípulos cuando les enseña a sostener conversación.

Siempre que dos personas se juntan en un sitio cualquiera, aprovechan la ocasión para hablar. Cada uno de ellos siente el deseo irresistible de decirle al otro algo interesante; fracasa y deja hablar al otro. De aquí que las conversaciones ocasionales languidecen rápidamente.

Para la brillantez de la conversación, más importante que saber hablar es saber interrumpir a los que hablan.

Uno de los placeres de la conversación consiste en no dejar hablar a los otros.

Cuando hablamos y alguien nos dice "no", lo que añade después no suele tener nada que ver con lo que habíamos dicho nosotros.

Preguntar no es malo y, a veces, es el mejor camino para saber una cosa; pero preguntar lo que ya se sabe es una forma deliciosa y útil de entrar en conversación. No hace falta atender a la respuesta y se puede preparar con esmero lo que ha de decirse después.

La única ventaja de tener un solo órgano para hablar y para comer es que cuando comemos, por lo menos, no hablamos.

La única forma de conversación agradable es el monólogo, con tal que los demás se conformen a escucharnos y nos dejen hablar.

Comunicar nuestras cosas a los otros es naturaleza; atender a lo que los otros nos comunican es perder el tiempo; hacer como que se atiende, es educación.

La conversación sirve para dar a entender a los otros que no nos entenderemos jamás con ellos.

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