Los dos, en nuestras manos,
traemos la ilusión como medida
del mundo que creamos.
Es la única salida
para izarse a la fe, de antes perdida.
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Nos vivimos por dentro.
Rehacemos la luz que presentimos
del inminente encuentro.
Amamos y vivimos
reviviendo el amor que ayer perdimos.
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No caerás en el pozo
profundo, helicoidal, de la tristeza.
Tu cuerpo tiende al gozo,
de pies a la cabeza,
la alegría renace y siempre empieza.
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Estrenas a diario
el regalo inicial de la ternura,
como un abecedario
para expresar la pura
asunción de la rosa y su estatura.
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No existe más pecado,
más inmoralidad ni más locura
que desechar a un lado
a un hombre, abandonado,
que camina al albur por la ternura.
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Y sin embargo tienes
los ojos, de rebeldes, soñadores.
Y sin saberlo vienes
a mí con tus amores
para olvidarnos luego entre las flores.
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Que, en pobreza aparente,
toda revelación te fue entregada.
Más allá de la mente,
si no está enamorada,
son los vastos dominios de la nada.
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