miércoles, 1 de agosto de 2012

Poemas de Joaquín María Bartrina

Arabescos (2, y fin)

(1ª serie)

Es muy justo se nos note
que de lo ideal nos burlamos;
la gran prueba es que encontramos
ridículo a don Quijote.

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Según me roban la calma
los ojos de mi morena,
a ser niños sus dos niñas
serían los niños de Écija.

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¿Que cada estrella es un mundo?
¿que es un mundo cada sol?...
¡desde que miré tus ojos
bien me lo sabía yo!

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General es Serrano,
generales Pavía y Ros de Olano;
general es Zabala, y Moriones
es general también, y lo es Briones,
y en fin ¡caso fatal!
hoy hasta el malestar es general.

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Un tal Julián Sentías,
oscuro corredor de sederías,
solicitó constante
a la esposa de un rico fabricante.
Cogió un día la espada este señor
y atravesó al oscuro corredor.

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Era un tal Azael
sacerdote o levita en Israel.
Un día sus maldades infinitas
supo el pueblo y gritó: ¡fuera levitas!
y en mitad del invierno -y no es de risa-
se quedó el pueblo en mangas de camisa.

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En el templo budhístico la estatua
del dios Vichnú se ve,
y en su ojo izquierdo centellea y luce
un brillante más grande que una nuez.

Inmenso es su valor; solo en el mundo
por su tamaño es...
La virtud vale más, no por más bella,
sino porque es más rara su altivez.

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Lo sublime es sencillo. A la infinita
combinación de líneas que en el lienzo
deja el pincel que un fuego sacro agita;
a las notas sin fin en que se agota
la inspiración del mùsico más pura,
la música prefiero y la pintura
del mar, que es una línea y una nota.

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Cuando triste entre penas desfallezco,
pienso en morir y entonces compadezco
a los gusanos que han de roer mi yerto
cadáver, cuando muerto.

Al buscar, arrastrándose en mi pecho,
mi corazón, hoy ya pedazos hecho,
para hacer de él, royéndole, su nido;
o le hallarán en piedra convertido
o en manantial de sangre envenenada,
o en vez de corazón no hallarán nada.

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