martes, 11 de septiembre de 2012

Se empeña Quevedo en la mujer con su poesía burlesca

Túmulo de la mujer de un avaro que vivió libremente, donde hizo esculpir un perro de mármol llamado «Leal»

Yacen en esta rica sepultura        
Lidio con su mujer Helvidia Pada,        
y por tenerla solo, aunque enterrada,        
al cielo agradeció su desventura.        

Mandó guardar en esta piedra dura
la que, de blanda, fue tan mal guardada;        
y que en memoria suya, dibujada        
fuese de aquel perrillo la figura.        

Leal el perro que miráis se llama,        
pulla de piedra al tálamo inconstante,
ironía de mármol a su fama.        

Ladró al ladrón, pero calló al amante;        
ansí agradó a su amo y a su ama:        
no le pises, que muerde, caminante.

Epitafio de una dueña, que idea también puede ser de todas

Fue más larga que paga de tramposo;        
más gorda que mentira de indiano;        
más sucia que pastel en el verano;        
más necia y presumida que un dichoso;        

más amiga de pícaros que el coso;
más engañosa que el primer manzano;        
más que un coche alcahueta; por lo anciano,        
más pronosticadora que un potroso.        

Más charló que una azuda y una aceña,        
y tuvo más enredos que una araña;
más humos que seis mil hornos de leña.        

De mula de alquiler sirvió en España,        
que fue buen noviciado para dueña:        
y muerta pide, y enterrada engaña.

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