martes, 20 de noviembre de 2012

'Alicia y las lentes Junto al lago', 'Alicia dentro del reloj de pared' y 'Alicia Dédalo', poemas en "Alicia volátil" (5, y fin) de Sofía Rhei

Alicia y las lentes Junto al lago

Una de las veces,
me dio a elegir entre un cilindro cubierto de gemas
iluminado por dentro
y un pequeño periscopio de bolsillo.

Yo intuía que se trataba de una trampa
y que no debía escoger como lo haría una niña cualquiera.
Sabía que si acertaba me regalaría ambos objetos
una vez más, tuve razón al intentarlo.

Aquel día me mostró cómo a los huevos de rana les salen pequeñas colas,
cómo las cáscaras de gelatina se transforman en cuerpos esbeltos
infinitamente más bellos que sus amorfos progenitores adultos.

También me dijo que si pasaba demasiado tiempo
dorándome las pestañas con los soles del caleidoscopio
acabarían saliendo de mis ojos polillas de colores.

Aquella no fue la primera de sus mentiras,
pero por mucho que me empeñe en no creeerle
lo sigo intentando.
Sé que algún día le saldrán alas a mis lágrimas.

Alicia Moebius

Si a los adultos solo les muestro una cara, siempre la misma,
me veré obligada a curvarme de maneras
cada vez más osadas,
porque los adultos están por todas partes.

Desgarrada por lo que imagino que piensan,
por la torsión de las opiniones,
vuelvo a encontrarme, yo misma después del bucle,
y comprendo que ha sido necesario.

Alicia dentro del reloj de pared

Un reloj detenido es más exacto que muchos otros.

Basta un pequeño retraso de un minuto al día
para que un reloj solo de la hora precisa cada dos años,
y sin embargo un reloj parado
es exacto dos veces al día,
puntual y fiable
en dos momentos cincelados en piedra.

Por eso sé que las niñas muertas se comportan mucho mejor que las vivas.
El sesgo de la exactitud es un péndulo que sirve de guadaña.

Alicia Dédalo

Dentro de cualquier pulso
hay una astronomía diferente,
un acto de territorio,
un bosque inesperado.

El laberinto se lleva por dentro
profundamente grabado en el jardín de las arterias que se bifurcan,
en el dibujo de prejuicicos que brotan de la carne
cuando se ha sido la niña más querida
del ser que más ha amado nunca a las niñas
y de repente se crece.

¿Podía yo saberlo, reverendo?

No hay comentarios: