lunes, 5 de noviembre de 2012

'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (47)

TONTOS Y SABIOS

Hay dos clases de tontos: lo que hablan y los que callan; los segundos son más molestos, pero los primeros son más peligrosos porque uno tarda más en darse cuenta de su tontería.

De los tontos se puede hablar siempre porque nadie se da por aludido, y de los sabios también porque ellos no hacen caso de nuestras tonterías. ¡Benditos sean los tontos pues ellos son los únicos seres felices sobre la tierra! ¿QUé les importa ser tontos, si por lo mismo que lo son, jamás se darán cuenta?

La gracia de la sabiduría consiste en que toda sentencia, dicha con los términos invertidos, sea también verdad.

Para convencerse de que el número de los tontos es infinito, como dice el Eclesiastés, nada mejor que tratar a los hombres.

Los que llegados a una cierta edad confiesan que han sido unos tontos toda la vida tienen, en general, razón.

Ningún tonto se queja de serlo; no les debe de ir tan mal.

En los libros se arremete a menudo contra la tontería humana. Pero los libros los escriben los inteligentes y su ánimo contrario a los tontos es pura envidia; los inteligentes saben muy bien que solo los tontos son felices.

La inteligencia está mal repartida. Si se repartiera por un igual entre los hombre los hombres, algunos se verían libres de un gran peso, y lo poco que se añadiría a los otros no les perjudicaría.

La inteligencia de los hombres solo se conoce cuando hablan de lo que no entienden; hasta el más torpe sabe hablar de lo que ha aprendido bien.

Hay gente tan tonta que no entiende ni las tonterías.

TRABAJO

A todos nos gusta el trabajo cuando ya está hecho.

El trabajo no es el peor substitutivo de la vida; pero embrutece como si lo fuera.

La ociosidad es tan productiva como el trabajo porque los trabajadores rinden el doble cuando un ocioso les contempla.

Solo el trabajo consuela de no tener nada que hacer, y solo el estar sin hacer nada consuela de la obligación de trabajar. Pero hay que reconocer que saber estar sin hacer nada es una prueba de madurez y de perfección. ¿Quién es capaz de hacer estar a un niño sin hacer nada?

Pocas veces Roma ha canonizado a un trabajador; la mayoría de los santos han sido contemplativos.

El que trabaja con las manos es un obrero; el que trabaja con las manos y la cabeza es un artesano; el que trabaja también con el corazón es un poeta; y si además trabaja con los pies es un deportista. Más lejos no se puede ir.

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