Un celoso refiere el común pesar que todos padecen, y advierte a la causa, el fin que puede tener la lucha de afectos encontrados
Yo no dudo, Lisarda, que te quiero,
aunque sé que me tienes agraviado;
mas estoy tan amante y tan airado,
que afectos que distingo no prefiero.
De ver que odio y amor te tengo, infiero
que ninguno estar puede en sumo grado,
pues no le puede el odio haber ganado
sin haberle perdido amor primero.
Y si piensas que el alma que te quiso
lo ha de estar siempre a tu afición ligada,
de tu satisfacción vana te aviso,
pues si el amor al odio ha dado entrada,
el que bajo de sumo a ser remiso,
de lo remiso pasará a ser nada.
De amor, puesto antes en sujeto indigno, es enmienda blasonar de arrepentimiento
Cuando mi error y tu vileza veo,
contemplo, Silvio, de mi amor errado,
cuán grave es la malicia del pecado,
cuán violenta la fuerza de un deseo.
A mi mesma memoria apenas creo
que pudiese caber en mi cuidado
la última línea de lo despreciado,
el término final de un mal empleo.
Yo bien quisiera, cuando llego a verte,
viendo mi infame amor, poder negarlo:
mas luego la razón justa me advierte
que sólo se remedia en publicarlo;
porque del gran delito de quererte,
sólo es bastante pena, confesarlo.
¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario