jueves, 12 de diciembre de 2013

Textos de Alberto Hontoria Maceín en "El sentido disidente de la fábula", publicado por Sequitur

Ay, ojalá más fábula, más símbolos y menos moralejas, que no sé si decir moralinas. Falta poesía y falta prosa. Parafraseando a Antonio Gamoneda, diré que no sé por qué se empeñan en hacer (si la hacen) literatura con lo que se cuenta más efectivamente y mejor en los periódicos. No más.
Aun así, extraigo estas pocas líneas que me parecen de interés del libro que Alberto Hontoria Maceín generosamente nos comparte. Gracias, Alberto. Va.

 El camello es uno de los medios predilectos de transporte de chinos y mongoles en el desierto de Gobi. Es un dechado de resistencia: tolera inconcebiblemente el hambre, la sed y lo que le echen. Pero jamás le han leído sus derechos por cometer delitos contra la salud pública basados en el tráfico al por menor de estupefacientes.
El canguro atraviesa Australia a saltos con su cría resguardada en su marsupio. Eso es lo que hace el canguro. No le pidas que vigile a tus hijos hasta que regreses ni que los acueste antes de las nueve.

ANATOMÍA DE LA CIUDAD

Los parques, arboledas y jardines actúan como pulmones: la urbanización y la proliferación incontenible de edificios son sus enfisemas.
Las calzadas y carreteras hacen las veces de venas y arterias: los atascos y accidentes de tráfico son sus coágulos.
Las alcantarillas y desagües funcionan como riñones: la obstrucción de las bajantes y la superabundancia de residuos son sus cólicos nefríticos.
Los bares y discotecas se comportan como hígados: las inspecciones sanitarias y los altercados alcohólicos son sus cirrosis hepáticas.
El centro de la metrópoli es el corazón del monstruo: el turismo descontrolado y los fines de semana son sus infartos de miocardio.
Los agentes de policía proceden como glóbulos blancos: la inoperancia y los abusos de autoridad son sus inmunodeficiencias.
El Parlamento y -en mayor medida- las grandes empresas interpretan el papel de cerebro: la persistencia de la tiranía que desempeñan es su apoplejía.

CONTRA LA CONGRUENCIA

Elisa adoraba a su novio al mismo tiempo que lo aborrecía. Sabía que sus compañeros de oficina podían ser aliados y adversarios; los ascensos, un trampolín y una trampa; los retoños, un flotador y un ancla. Entendía que las drogas que tomaba eran a la vez una vía de escape y un atolladero, y que cualquiera de sus decisiones suponía tanto una oportunidad como un obstáculo.
Elisa anteponía la improvisación al guion, lo plural a lo único, lo diverso a lo homogéneo, los altibajos a la estabilidad, las discrepancias a los acuerdos,las bifurcaciones a las sendas de una sola dirección. Elisa renegaba de las interpretaciones unívocas para abrazar la ambigüedad. A diferencia de la aplastante mayoría, no andaba a la caza de la coherencia, pues se sentía mucho más cómoda planteándose la vida desde la contradicción.

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