En leyendo, señor, vuestro soneto,
acabé de saber lo que creía
y afirmé la opinión en que os tenía
de honrado, virtuoso y de discreto;
mas he hallado en él solo un defecto,
que no es por falta vuestra sino mía,
y es que a un alto decir se requería
igual con las palabras el sujeto;
mas tanto más ingenio en vos se muestra,
cuanto cosa más baja habéis alzado
con estilo delgado y elocuente;
y yo a la voluntad y virtud vuestra
quedo de corazón tan obligado
cuanto debo quedarlo justamente.
Por apartarme un tiempo de pasiones,
me apartaba de amor cuanto podía,
conociendo ya de él que se seguía
con ásperas y duras condiciones;
pero de aquellas mismas ocasiones
por do más a temerle me movía
nacieron, como os vi, señora mía,
justas para seguirle mil razones.
Así fui suyo sin sospecha alguna
en cuanto me amparó vuestra presencia
de los males que causa su cuidado;
mas pesó de este bien a mi fortuna,
y al destierro mortal de vuestra ausencia
me trajo, donde moriré forzado.
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