viernes, 26 de septiembre de 2014

José Bergamín, "Aforismos de la cabeza parlante" (4, y fin); el último, con matemáticas


Ver para creer. Oír para dudar.

Buscar raíces es una manera subterránea de andarse por las ramas.

El pensamiento-ardilla es el que sabe andarse por las ramas con seguridad, sin caerse. El pensamiento-larva, gusano o caracol, también. Pero, mientras el primero lo hace con limpieza, ágil y ligero, con intrepidez y con gracia, el otro lo hace sucio, con torpeza, lentitud y miedo; y con trampa, precaviéndose, para no caer, de su pegajosa, asquerosa babosería.

Le dijo la pulga al mosquito: de menos no nos pudo hacer Dios.

No hay nada que no esté cerca de Dios, decía una santa. ¿Ni siquiera el infierno?

Decimos al dormir conciliar el sueño; ¿conciliar el sueño con la muerte? Despertar es reconciliarlo con la vida.

Entre la música que nos hace bailar, desvelándonos, y la que nos hace soñar, durmiéndonos, se devana los sesos inútilmente nuestro más ovillado pensamiento.

Si el arte, la literatura, es siempre un producto social, el que trata de hacer arte o literatura social peca contra natura; contra la propia naturaleza del arte y de la literatura, cuya producción natural invierte.

La mayor parte de las gentes tratan de solucionarse la vida mucho antes de habérsela problematizado. Y lo peor es que, efectivamente, se la solucionan.

Dios aprieta pero no ahoga. Y también afloja, pero no suelta.

[...] Dos son siempre tres: tú y yo y nosotros. [...]

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