El cielo ha borrado sus indicios.
En blanco firmamento,
entre rosáceas nubes,
la luna blanca asciende.
Ni un vencejo distrae
el incesante dar y recibir
en el vacío de la luz,
túnica que desnuda
de lastre los sentidos.
El alma que la acoge
se eleva en su envoltura
a la espera de las rosas de fuego
que arranca el alba
al corazón del astro,
para en ellas arder sin consumirse.
[Rosas de fuego]
No hay hilo que descifre
el laberinto del mar,
que no es trayecto el mar;
que esbozo es de lo invisible el mar,
condensaciones, tendencias;
que siempre es pasado el mar,
origen, materia madre,
sin forma, sin sombra, el mar;
que es deseo puro el mar,
pura posibilidad.
[La indetenible quietud]
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