Que los pájaros beban su corazón dormido,
que los caballos pasten en su boca
la hierba que serena a las cigarras,
que la ferralla deje de morder
y no haya que ofrecer más sacrificios
a los dioses voraces del verano.
Que la piedra sea viento y sólo viento,
que el chaval que corea una canción
para atrapar jilgueros y pesares,
suba rápido a una tapia en la memoria
y se llene la boca de ciruelas
robadas a los años de la furia.
Que el vino no sea sangre sino vino,
que no duela el cartílago morado
que recorre la lengua y las monedas,
que las yeguas descansen en la noche
su turbulento amor de bulería
y que él tense la cuerda de la muerte
y la alcance en el centro de la boca
como el vencejo que sostiene el sol.
María Ángeles Pérez López
EL LECTOR DE POESÍA
Tú te lees a ti mismo,
a ése que buscas tú
y siempre creas,
el que te dice las sombras de las letras,
el que te invita al descifrar del canto,
el que tú no conoces y habita en ti,
siempre que vas leyendo tu ternura,
tu cuerpo, tu loca fantasía hacia otro nombre.
Y siempre habitas tú en ese olvido
y al saberlo de ti te reconoces,
eres el alma del poema.
José Luis Reina Palazón
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