miércoles, 20 de mayo de 2015

Poemas en "Desde la cornisa"(1) de Roberto Menéndez. Hoy "Soy", "Vosotros" y "Odio al arquitecto"


SOY

Soy de barro moldeable cada día,
heredé de mis hombres primitivos
el miedo a casi todo lo impalpable.

Olvido con la misma rapidez
que despelleja una leona hambrienta
a un pobre cervatillo.

Y no suelo mentir
tan solo a los demás en cada verso.

Me visto de poesía
del vientre para abajo,
del vientre para arriba voy desnudo.

Envidio el salitre
dejado por el mar sobre los cuerpos
y al viento si lo veo remover
las telas de un vestido.

Porto unas alas negras
cosidas a la espalda con chinchetas
y vuelo siempre libre alrededor
de una jaula vacía.

No es que me quiera mucho,
pero sí mucho más que a cualquier otro.

Y nada me avergüenza,
tan solo algunas veces
mi imagen reflejada en el espejo.


VOSOTROS

Es cierto que he amado a mujeres,
para mí las más hermosas,
y que al perderlas he sufrido.
Pero siempre venía a mi cabeza,
inexplicablemente más en esos casos,
qué sería de mí
si vosotros dejarais de quererme.
No ellas,
vosotros.

Es cierto que a menudo
amigos, compañeros o familia
me han robado ilusiones y algún sueño
haciendo que la noche pareciera
interminable.
Pero siempre el dolor
me llevaba a pensar
qué sería de mí
si uno de vosotros, solo uno,
dejara de quererme.

Es cierto que en momentos he apostado
por seguir lo que dicta el corazón
jugando en la partida
principios y decencia,
y siempre en esos casos
cubierto todo el cuerpo aún de escoria
alzaba la cabeza e imaginaba
hasta dónde podría yo caer
si alguno de los tres
dejara de quererme.

Si uno solo de los tres
dejara de quererme.


ODIO AL ARQUITECTO

Siento un odio brutal por las cornisas,
que son como sirenas
mostrándome el poder de los abismos.
Por las piedras, los muros
y sus rectas paredes de ladrillos.
Por el opaco y frío
blanco de los mármoles
sin grietas ni fisuras.
Por la fragilidad de silicona
que cierra las salidas.

Odio el pálido gris del hormigón
tan parecido al de los cráneos,
la falsedad
con que miente el cemento en sus comienzos,
la del cristal sellado y sin pestillos
que muestra el paraíso al prisionero.

Odio el adobe hecho de barro como el hombre
y al dios que se lo inventa.
Odio la pulcritud del arquitecto
que construye prisiones en el aire.

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