lunes, 12 de noviembre de 2012

'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (48, y fin)

VERDAD Y MENTIRA

Decir la verdad en prosa es muy difícil, pero decirla en verso es casi imposible; la verdad en verso suena como un ripio.

La verdad se distingue de la mentira en que la verdad siempre parece una tontería, y la mentira solo lo parece cuando lo es.

La única ventaja de decir siempre la verdad sería que los hombres hablarían menos.

YO

Yo no doy malos ejemplos, pero los sigo.

Yo necesito a los demás y ellos me necesitan a mí, pero ellos son muchos y yo uno solo; o sea, que el equilibrio de mi vida de relación exige de mí una labor abrumadora.

Siempre repito las frases ajenas que me han gustado, por si algún día encuentro quien me las explique.

Sé muy bien lo que debería hacer si una vecina guapa me diera una cita a escondidas de mi santa mujer; pero no sé lo que haría.

Mi cultura personal consiste en saber más medicina que un profesor de idiomas y más historia que un jefe de estación.

O yo soy tonto o lo son los demás; desde el punto de vista humano me consuela más pensar que lo soy yo.

Creo que hay mujeres inteligentes y sanas y espero casarme con una de ellas; la que lo sea bastante para descubrirme.

Tengo buena opinión de la mujer, y si una mujer me abandona por otro hombre, creo que le prefiere y me resisto a creer que disimula.

Hago todo lo posible para no querer a las mujeres que me gustan y casi nunca lo consigo.

Me dicen que no he hecho nada en toda mi vida. ¡Claro! He tenido que deshacer tanto de lo que han hecho los otros, que no me ha quedado tiempo.

Cuando uno ha tenido la suerte de nacer inteligente, como yo, ha de procurar hablar siempre sin pensar lo que dice. Ya basta.

Yo sostengo siempre con firmeza mis propias convicciones y me molesta mucho tropezar con estos testarudos insoportables que sostienen las suyas.

Supongo que estoy dotado de buenos sentimientos porque quiero bien a muchos hombres a los que conozco a fondo.

Basta con observar a los otros para estar contento de uno mismo.

No oigo que los demás hablen mal de mí, y yo me veo con frecuencia obligado a hablar mal de ellos; suponiendo que todos somos sinceros, queda probada mi superioridad.

En mi casa soporto a mi mujer, y, en público, si no habla, también; pero cuando le oigo decir disparates preferiría que fuera la mujer de otro.

Nunca quiero ir a otra parte porque en donde estoy siempre tengo alguna misión que cumplir; la gente que tanto desea viajar nada tiene que hacer, naturalmente, en ninguna parte.

Debo a tres cosas mi posición económica independiente. Primero: a que nunca me he fiado de nadie. Segundo: a que no he sido vicioso ni jugador. Tercero: a que he tenido siempre presente que es mucho más difícil guardar el dinero que ganarlo. Tal vez hay una cuarta causa que he de tener en cuenta: mi padre, al morir, ya me dejó una posición económica independiente.

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