sábado, 25 de agosto de 2007

Agamenón(de Esquilo, en Cáteda, 2005, "Tragedias completas")

AGAMENÓN


Cruel es mi destino si no cumplo,

pero también cruel si degüello a mi hija,

de mi hogar la alegría,

y con un chorro de sangre virginal yo mancho

junto al altar estas manos de padre.

¿Cuál de los dos partidos

está libre de males?

¿Y cómo puedo abandonar mi escuadra

traicionando así mis alianzas?

Pues que este sacrificio,

que ha de calmar los vientos,

que esta sangre de virgen,

con todo ardor deseen,

no es, en verdad, un crimen,

¡qué sea para bien!

[...]

CLITEMNESTRA

(Que aparece ante la puerta con frialdad y dueña de sí misma.)

Si antes dije palabras que exigía

este trance y ahora lo contrario

proclamo, no voy a sentir rubor.

Pues, ¿cómo en otro caso el que se apresta

a descargar su bilis contra aquel

que le odia a su vez, fingiendo ser

amigo suyo podría una trampa

insalvable de muerte levantar?

Ha tiempo que tenía preparado

este proyecto. Y ya llegó la hora

del triunfo final, ¡tras tanto tiempo!

Aquí me yergo, do descargué el golpe

ante mi víctima; y obré de tal

manera, no os lo voy a negar, que

no ha podido ni huir ni defenderse.

Una red sin salida, cual la trampa

para peces, eché en tomo a su cuerpo

-la pérfida riqueza de un ropaje—.

Lo golpeo dos veces, y, allí mismo,

entre un grito y un grito, se desploma.

Cuando está ya en el suelo, un tercer golpe

le doy, ofrenda al Zeus de bajo tierra,

protector de los muertos. Ya caído,

su espíritu vomita; exhala, entonces,

un gran chorro de sangre, y me salpica

con negras gotas de sangrante escarcha.

Y yo me regocijo cual las mieses

ante el agua de Zeus, cuando está grávida

la espiga. Y eso es todo. Alegraos

por ello, argivos. Si es que os causa gozo.

Yo exulto, y si fuera razonable

verter sobre un cadáver libaciones,

ahora fuera justo, y más que justo.

A tal punto, la crátera, de males

execrables llenó, y ahora lo paga...

[…]

CORO

(Muy agitado.)

¿Qué mala hierba, mujer,

nutrida por la tierra, qué ponzoña

sacada del mar bebiste

para atreverte a cargar

sobre ti este sacrificio

despreciando la maldición de un pueblo?

Pero serás una mujer sin patria,

odio implacable de tu propia tierra.

CLITEMNESTRA

¿Ahora decretas para mí el destierro

y soportar el odio de mis gentes,

y las imprecaciones de mi pueblo?

Pero entonces no hiciste nada en contra:

este varón, que, sin darle importancia,

como si se tratara del destino

de una res, cuando sobran las ovejas

en el rebaño, osó sacrificar

—el parto más querido de mi vientre—

a su hija, para hechizar los vientos

de Tracia. ¿No era éste a quien debías

de esta tierra expulsar, así lavando

sus crímenes? Acabas de escucharme,

¡y te eriges ya en juez de mi conducta!

Lanza tus amenazas a sabiendas

que estoy igualmente preparada.

Y si tú me doblegas con tu brazo,

podrás ser mi señor, mas si los dioses

deciden lo contrario he de enseñarte

a saber, aunque tarde, qué es prudencia.


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