¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
jueves, 30 de diciembre de 2010
miércoles, 29 de diciembre de 2010
El verso del verso, va del amor
13
El amor hace el milagro (por no decir la putada, que suena mal) de que nos ocupemos en cosas que jamás figuraron entre nuestros intereses. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente!
14
Un amor fijo y un empleo precario.
El amor hace el milagro (por no decir la putada, que suena mal) de que nos ocupemos en cosas que jamás figuraron entre nuestros intereses. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente!
14
Un amor fijo y un empleo precario.
martes, 28 de diciembre de 2010
Poemas de 'Marea', libro de Chema Barredo Viudés
Hombre pájaro
Con alas de hombre pájaro
te cubres, los sueños de madera
y el equipaje breve,
con sombras del viento que no vuela contigo.
Extraño dios en los altares
con alas de hombre pájaro
a quién entregarás tu suerte.
El mismo que desarma
las nubes, los flecos del sol,
el dueño de la luz que te ilumina
los viajes que ocultan su destino.
No te desprendas de unas alas.
La fosa más profunda
jamás te hará invisible a su tutela,
por más que te escondas,
por más que huyas hacia el norte
el hombre pájaro te aguarda
y cuando seas aire,
se elevará a tu altura.
El que se llama niebla
El que se llama niebla
y memoria y la luz, el dueño
del poema ciego que habla de ti,
de llaves y de puertas,
del viento y su mensaje en el filo
de la vida a la que algunos se asoman.
El que te ofrece tiempo
por si lo necesitas.
El que pasea gatos persas a lomos
de unicornios, busca en las nubes
y canta en una esquina
la canción de los viejos derrotados
y en las fiestas que duran siete noches,
el que no admite preguntas
ni adora ningún dios, ni revisa las cartas
que predicen el futuro.
El que poda los brotes en el mármol
de los escaparates,
el hombre murciélago en el reino
de los peces, la sombra
del sabor a pecado,
la foto de ti mismo si no quieres verte,
el que guía cuando falta la luz,
el más audaz que sobrevuela
la delgada línea roja.
No es un sueño, existe. Le esperas.
Después de la batalla
Descansa bajo el puente
donde construyen nidos
los pájaros del norte,
donde has encontrado tu casa
después de la batalla
y crecen las sombras y la voz
en la orilla secreta del invierno.
Duerme en los días breves
que protege la piedra,
la urgencia ya no es tuya.
Hazlo en el suelo de bronce
que olvida la derrota,
al abrigo del cauce
donde el agua se vierte sin medida
ni la edad incalculable del futuro.
Con alas de hombre pájaro
te cubres, los sueños de madera
y el equipaje breve,
con sombras del viento que no vuela contigo.
Extraño dios en los altares
con alas de hombre pájaro
a quién entregarás tu suerte.
El mismo que desarma
las nubes, los flecos del sol,
el dueño de la luz que te ilumina
los viajes que ocultan su destino.
No te desprendas de unas alas.
La fosa más profunda
jamás te hará invisible a su tutela,
por más que te escondas,
por más que huyas hacia el norte
el hombre pájaro te aguarda
y cuando seas aire,
se elevará a tu altura.
El que se llama niebla
El que se llama niebla
y memoria y la luz, el dueño
del poema ciego que habla de ti,
de llaves y de puertas,
del viento y su mensaje en el filo
de la vida a la que algunos se asoman.
El que te ofrece tiempo
por si lo necesitas.
El que pasea gatos persas a lomos
de unicornios, busca en las nubes
y canta en una esquina
la canción de los viejos derrotados
y en las fiestas que duran siete noches,
el que no admite preguntas
ni adora ningún dios, ni revisa las cartas
que predicen el futuro.
El que poda los brotes en el mármol
de los escaparates,
el hombre murciélago en el reino
de los peces, la sombra
del sabor a pecado,
la foto de ti mismo si no quieres verte,
el que guía cuando falta la luz,
el más audaz que sobrevuela
la delgada línea roja.
No es un sueño, existe. Le esperas.
Después de la batalla
Descansa bajo el puente
donde construyen nidos
los pájaros del norte,
donde has encontrado tu casa
después de la batalla
y crecen las sombras y la voz
en la orilla secreta del invierno.
Duerme en los días breves
que protege la piedra,
la urgencia ya no es tuya.
Hazlo en el suelo de bronce
que olvida la derrota,
al abrigo del cauce
donde el agua se vierte sin medida
ni la edad incalculable del futuro.
'Las horas', poema del 'Cántico' de Jorge Guillén
LAS HORAS
III
Brisa de sombra sensible
Va estremeciéndose al roce
De un alma en toda su espera.
Late el pulso al astro acorde.
¿Aislamiento?
Siempre queda alguna torre.
Una hora
Canta para todos. ¿Oyes?
Circula el tiempo entre agujas
De relojes.
Todo se salva en su círculo,
Todo es orbe.
El instante,
Pulsado, sonado sobre
Tantas cuerdas,
En susurro se recoge.
¿Qué hora será? Son amigas
Esas hogueras de monte.
¿Las dos, las tres? En redondo
Reposa lo oscuro enorme.
III
Brisa de sombra sensible
Va estremeciéndose al roce
De un alma en toda su espera.
Late el pulso al astro acorde.
¿Aislamiento?
Siempre queda alguna torre.
Una hora
Canta para todos. ¿Oyes?
Circula el tiempo entre agujas
De relojes.
Todo se salva en su círculo,
Todo es orbe.
El instante,
Pulsado, sonado sobre
Tantas cuerdas,
En susurro se recoge.
¿Qué hora será? Son amigas
Esas hogueras de monte.
¿Las dos, las tres? En redondo
Reposa lo oscuro enorme.
lunes, 27 de diciembre de 2010
Que todo es vanidad y ha de perderse
AL MONTE DONDE FUE CARTAGO
Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;
desierta playa, que apacible lago
lleno fuiste de triunfos y victoria;
despedazados mármoles, historia
en quien se ve cuál es del mundo el pago;
arcos, anfiteatro, baños, templo,
que fuisteis edificios celebrados
y agora apenas vemos las señales;
gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo:
que si del tiempo fuisteis derribados,
el tiempo derribar podrá mis males.
Gutierre de Cetina
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada,
de anciana habitación era despojos,
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Francisco de Quevedo
Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;
desierta playa, que apacible lago
lleno fuiste de triunfos y victoria;
despedazados mármoles, historia
en quien se ve cuál es del mundo el pago;
arcos, anfiteatro, baños, templo,
que fuisteis edificios celebrados
y agora apenas vemos las señales;
gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo:
que si del tiempo fuisteis derribados,
el tiempo derribar podrá mis males.
Gutierre de Cetina
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada,
de anciana habitación era despojos,
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Francisco de Quevedo
jueves, 23 de diciembre de 2010
Poemas de Horacio Pizzurno en 'Tierra de arados' (y fin)
EL CHINGOLO
Pastizal,
flexible cobijo
raíz contra raíz.
Un nido ocultas,
un huevo lírico;
un canto en flecha
que mañana
cruzará hiriente la noche,
anunciando
al patrón de las veletas.
TIERRA DE ARADOS
Hay nombres esparcidos en el humus,
en encriptados signos de aguasal.
Divinas fuerzas arrendadas,
para la subcutánea raíz
del labriego.
Verdes, y ocres extendidos,
que porfiados resucitan
en la decaída huella del invierno.
Enjundiosos espíritus volvedores,
que jamás prostituyen
como ruines adecentados,
a quien generosamente fértil
se tiende hembra.
CARNADA VIVA
En la barranca,
permisiva huelga
de cañas olvidadas.
Gran felicidad
del pecerío.
¡El vino,
el fuego,
los amigos!
Y aunque ebria,
insomne,
la guitarra.
EN PARCELA AJENA
El alma, aunque un poco sorda,
se entreabre a un coro
de niños ausentes.
Da a luz al mudo diálogo
de la acucia y la siembra.
Congruente, oscuro de pureza,
revienta el terrón entre los callos,
y dejándose llover,
sobre el lomo del milagro,
honradamente,
cubre las semillas.
Pastizal,
flexible cobijo
raíz contra raíz.
Un nido ocultas,
un huevo lírico;
un canto en flecha
que mañana
cruzará hiriente la noche,
anunciando
al patrón de las veletas.
TIERRA DE ARADOS
Hay nombres esparcidos en el humus,
en encriptados signos de aguasal.
Divinas fuerzas arrendadas,
para la subcutánea raíz
del labriego.
Verdes, y ocres extendidos,
que porfiados resucitan
en la decaída huella del invierno.
Enjundiosos espíritus volvedores,
que jamás prostituyen
como ruines adecentados,
a quien generosamente fértil
se tiende hembra.
CARNADA VIVA
En la barranca,
permisiva huelga
de cañas olvidadas.
Gran felicidad
del pecerío.
¡El vino,
el fuego,
los amigos!
Y aunque ebria,
insomne,
la guitarra.
EN PARCELA AJENA
El alma, aunque un poco sorda,
se entreabre a un coro
de niños ausentes.
Da a luz al mudo diálogo
de la acucia y la siembra.
Congruente, oscuro de pureza,
revienta el terrón entre los callos,
y dejándose llover,
sobre el lomo del milagro,
honradamente,
cubre las semillas.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
El verso del verso, va del amor
10
Hace falta estar ciego y querer morir sin estela de gloria y alegría…Algo así dejó escrito Rafael después de tomarse unos mariscos con unas copitas de manzanilla. Yo creo que amar es intentar trascender, lo que no necesariamente significa buscar descendencia. Si no, ¿cómo se explica que uno posponga sus necesidades a las del otro? Yo me lo explico con la estela de gloria y alegría. Así: entrega, por supuesto; desinterés, imposible.
11
¿Entrega? Ni siquiera a mí mismo me someto.
Hace falta estar ciego y querer morir sin estela de gloria y alegría…Algo así dejó escrito Rafael después de tomarse unos mariscos con unas copitas de manzanilla. Yo creo que amar es intentar trascender, lo que no necesariamente significa buscar descendencia. Si no, ¿cómo se explica que uno posponga sus necesidades a las del otro? Yo me lo explico con la estela de gloria y alegría. Así: entrega, por supuesto; desinterés, imposible.
11
¿Entrega? Ni siquiera a mí mismo me someto.
Indigentes, según JoBi
martes, 21 de diciembre de 2010
Chema Barredo publicó 'Marea'
Octubre cerrará la última puerta
Las hojas en el suelo de la calle
son testigos de un traspiés, dos,
alguno más delataría que vacila
nuestro paso. Las sillas en el bar
quedaron boca arriba.
Y entonces advertimos
que Octubre cerrará la última puerta.
Alguien sospecha que buscamos
imposibles, la foto de los años
que volaron, humo lejano,
el sol de cada día que es rutina,
palabras que nos mientan
y fingimos carreras
en un coche que no es nuestro,
vivir la vida en un instante,
restar algún año en el carné.
Pero sabemos bien
que sólo nos queda la risa
que descorcha la tercera botella,
después nada,
no queremos una noche
en que la verdad incomode
porque nos espera la calle
y prometí pagar la última,
o dos más aunque Octubre acelere, sí.
Mañana es veinte,
no pises las hojas en el suelo.
Octubre cerrará la última puerta.
El río
He vuelto a leer tu libro.
Dicen que se parece a un buen tratado
de geografía humana.
El río lo atraviesa, sin fronteras,
fluye entre las hojas como un protagonista
y modela las tierras, la gente
que habita sus orillas,
el tiempo detenido. Se ve muy claro.
Quizás te inspiraste en aquel viaje
de no hace tantos años,
el gran canal varado entre la historia
royendo la piedra con el agua.
A un lado los turistas y el bullicio, al otro
los vecinos, inmersos en su vida cotidiana,
dos mundos diferentes y en medio nosotros,
tercos con la foto de ángulo imposible
en uno de los puentes,
el más famoso, nunca recuerdo el nombre.
Isla sin oficio
Te vas y antes de irte
ya sueñas con hacerlo,
la vida siempre busca su aire
más allá de distancias
que son humo y enfrentas el camino
sin mirar el asfalto.
Ser isla sin oficio,
sin causa,
torrente, viento libre y te vas
en busca del tiempo que fue tuyo,
de la promesa sutil,
con hambre de selva,
con el vuelo bajo
y sin medir el norte
de un nuevo septiembre
que muestre
donde habitan los viajes.
No hace demasiado, fue el 7 de junio que Chema me envió su poemario por email. Pero al descubrir su libro en el escritorio de mi PC, como tantas tareas y placeres que uno guarda en los lugares más dispares de su disco duro, me ha parecido que hacía siglos que debía abordar su lectura. Comprende, Chema, que el final del curso, que las oposiciones que menos mal que no aprobé (con lo mal que está la enseñanza...), que las lecturas de los mestros (como Ortega y Platón) que uno se debe, que la vuelta al cole, que proyectos nuevos, que, que, que... Finalmente, hoy, anteayer para el lector (como si importara este detalle), aquí he llegado, y con gusto Chema. Tanto, que aquí comienzo a mostrar tu poemario por estricto orden sin intención de saltarme ni un sólo verso. Si no estás de acuerdo, házmelo saber. Mientras tanto, las 21 horas (de España) de los miércoles son tuyas. Gracias.
Las hojas en el suelo de la calle
son testigos de un traspiés, dos,
alguno más delataría que vacila
nuestro paso. Las sillas en el bar
quedaron boca arriba.
Y entonces advertimos
que Octubre cerrará la última puerta.
Alguien sospecha que buscamos
imposibles, la foto de los años
que volaron, humo lejano,
el sol de cada día que es rutina,
palabras que nos mientan
y fingimos carreras
en un coche que no es nuestro,
vivir la vida en un instante,
restar algún año en el carné.
Pero sabemos bien
que sólo nos queda la risa
que descorcha la tercera botella,
después nada,
no queremos una noche
en que la verdad incomode
porque nos espera la calle
y prometí pagar la última,
o dos más aunque Octubre acelere, sí.
Mañana es veinte,
no pises las hojas en el suelo.
Octubre cerrará la última puerta.
El río
He vuelto a leer tu libro.
Dicen que se parece a un buen tratado
de geografía humana.
El río lo atraviesa, sin fronteras,
fluye entre las hojas como un protagonista
y modela las tierras, la gente
que habita sus orillas,
el tiempo detenido. Se ve muy claro.
Quizás te inspiraste en aquel viaje
de no hace tantos años,
el gran canal varado entre la historia
royendo la piedra con el agua.
A un lado los turistas y el bullicio, al otro
los vecinos, inmersos en su vida cotidiana,
dos mundos diferentes y en medio nosotros,
tercos con la foto de ángulo imposible
en uno de los puentes,
el más famoso, nunca recuerdo el nombre.
Isla sin oficio
Te vas y antes de irte
ya sueñas con hacerlo,
la vida siempre busca su aire
más allá de distancias
que son humo y enfrentas el camino
sin mirar el asfalto.
Ser isla sin oficio,
sin causa,
torrente, viento libre y te vas
en busca del tiempo que fue tuyo,
de la promesa sutil,
con hambre de selva,
con el vuelo bajo
y sin medir el norte
de un nuevo septiembre
que muestre
donde habitan los viajes.
No hace demasiado, fue el 7 de junio que Chema me envió su poemario por email. Pero al descubrir su libro en el escritorio de mi PC, como tantas tareas y placeres que uno guarda en los lugares más dispares de su disco duro, me ha parecido que hacía siglos que debía abordar su lectura. Comprende, Chema, que el final del curso, que las oposiciones que menos mal que no aprobé (con lo mal que está la enseñanza...), que las lecturas de los mestros (como Ortega y Platón) que uno se debe, que la vuelta al cole, que proyectos nuevos, que, que, que... Finalmente, hoy, anteayer para el lector (como si importara este detalle), aquí he llegado, y con gusto Chema. Tanto, que aquí comienzo a mostrar tu poemario por estricto orden sin intención de saltarme ni un sólo verso. Si no estás de acuerdo, házmelo saber. Mientras tanto, las 21 horas (de España) de los miércoles son tuyas. Gracias.
'Las horas', poema del 'Cántico' de Jorge Guillén
LAS HORAS
II
Abajo, no. La almohada
Del insomne
Comunica a las tinieblas
Su desorden.
Yace inquieto el desvelado
Junto al borde
Sombrío. ¿Qué realidad
Se le esconde?
Y a las afueras fluctúan
Bajo los pocos faroles,
Que un viso de enigma arrojan
A los términos más pobres.
Tiembla el reloj sin paisaje.
¿Hacia dónde
Va una hora sin un mundo
Que la asombre?
El tiempo quiere lugar,
Rechaza la hondura informe,
No acierta a vivir sin fondo
Que enamore.
II
Abajo, no. La almohada
Del insomne
Comunica a las tinieblas
Su desorden.
Yace inquieto el desvelado
Junto al borde
Sombrío. ¿Qué realidad
Se le esconde?
Y a las afueras fluctúan
Bajo los pocos faroles,
Que un viso de enigma arrojan
A los términos más pobres.
Tiembla el reloj sin paisaje.
¿Hacia dónde
Va una hora sin un mundo
Que la asombre?
El tiempo quiere lugar,
Rechaza la hondura informe,
No acierta a vivir sin fondo
Que enamore.
Felicitación navideña. Fragmento de las 'Cartas persas' de Montesquieu
Había en Arabia un pequeño pueblo llamado troglodita, descendiente de los antiguos trogloditas que, si creemos a los historiadores, se parecían más a animales que a hombres. Aquellos no eran peludos como osos, no silbaban, tenían dos ojos; pero eran tan malos y feroces, que no existía entre ellos ningún principio de equidad ni de justicia.
Tenían un rey de origen extranjero que, queriendo corregir la maldad de su naturaleza, los trataba severamente; pero ellos conjuraron contra él, lo mataron y exterminaron a toda la familia real.
Terminado esto, se reunieron para elegir un gobierno; y después de muchas disensiones, crearon los magistrados. Pero en cuanto los eligieron, se les hicieron insoportables, y los masacraron también.
Este pueblo, libre del nuevo yugo, ya no consultó más que su naturaleza salvaje. Todos los particulares acordaron que no obedecerían ya a nadie, que cada uno velaría únicamente por sus intereses sin consultar los de los otros.
Esta resolución unánime agradó extremadamente a todos. Se decían para sus adentros: "¿Por qué tendría yo que matarme trabajando por gente que no me importa? Pensaré sólamente en mí. Viviré feliz sin preocuparme por que los demás lo sean. Yo mismo me procuraré todas mis necesidades; y con tal de tenerlas, no me molesta que los demás trogloditas sean miserables".
Estaban el mes en que se siembran las tierras; cada uno se dijo: "No labraré mi campo más que para que me dé el trigo que necesito a fin de alimentarme; una cantidad mayor me resultaría inútil, y no voy a trabajar por nada".
Las tierras de ese pequeño reino no eran todas de la misma naturaleza: las habçia áridas y montañosas, y otras que, en terrenos bajos, regadas por varios arroyos. Ese año, la sequía fue muy grande, de manera tal que las tierras elevadas se quedaron absolutamente sin agua, mientras que las que pudieron ser regadas fueron muy fértiles; de tal modo, los pueblos de las montañas perecieron casi todos de hambre, por la dureza de los otros, que se negaron a compartir la cosecha.
El año siguiente fue muy lluvioso; los lugares elevados resultaron de extraordinaria fertilidad, y las tierras bajas quedaron sumergidas. Por segunda vez, la mitad del pueblo sufrió hambruna, pero esos miserables encontraron gentes tan duras como lo habían sido ellos mismos.
Uno de lo shabotantes prinicpales tenía una mujer muy bellas; su vecino se enamoró de ella y la raptó. Se siguió una gran querellas, y después de muchas injurias y golpes, convinieron remitirse a la decisión de un troglodita, que mientras subsistía la república, había tenido cierto crédito. Se presentaron ante él y pretendieron exponerle sus razones.
-¿Qué me importa -dijo ese hombre- que esta mujer sea del uno o del otro? Yo tengo que arar mi campo; no voy a emplear mi tiempo en terminar sus diferendos y trabajar en sus asuntos mientras descuido los míos. Les ruego que me dejen tranquilo y no me importunen con sus querellas.
Y con esto los dejó y se fue a trabajar su tierra. El raptor, que era el más fuerte, juró que moriría antes que devolver la mujer; y el otro, penetrado de la injusticia de su vecino y de la dureza del juez, ya se volvía desesperado cuando encontró en su camino una mujer joven y bella, que regresaba de la fuente; él no tení amujer, esta le gustó; y le gustó mucho más cuando se enteró de que era la mujer del que había querido tomar como juez y que había sido tan poco sensible a su desgracia. La raptó y la llevó a su casa.
Había un hombre que poseía un campo bastante fértil que cultivaba con gran cuidado; dos de sus vecinos se unieron, lo echaron de su casa, ocuparon su campo e hicieron una alianza para defenderlo contra todos los que quisieran usurparlo; y efectivamente se sostuvieron en él durante varios meses. Pero uno de los dos, fastidiado por tener que compartir lo que podía tener sólo para él, mató al otro y quedó único dueño del campo. Su imperio no fue largo: otros dos trogloditas fueron a atacarlo; él resultó muy débil para defenderse, y lo masacraron también.
Un troglodita casi desnudo vio una lana que estaba en venta; preguntó el precio, y el vendedor le dijo:
-Naturalmente, no debía esperar de mi lana sino bastante como para comprar dos medidas de trigo; pero voy a venderla a cuatro veces más, a fin de tener ocho medidas.
El otro tuvo que aceptar y pagar el precio pedido.
-Estoy contento -dijo el vendedor-, ahora tendré trigo.
-¿Qué dices? -replicó el comprador- ¿Necesitas trigo? Yo tengo para vender, sólo que tal vez el precio te asombre, ya que sabrás que el trigo está muy caro, y hay hambruna en casi todas partes. Pero devuélveme mi dinero, y te daré una medida de trigo, ya que no quiero venderlo de otro modo, aunque revientes de hambre.
Entretanto, una cruel enfermedad asolaba la comarca. Desde un país vecino llegó un médico hábil, y dio remedios tan adecuados que curó a todos lo que se pusieron en sus manos. Cuando terminó la enfermedad, fue a casa de los que había tratado para pedir su salario, pero solo encontró rechazos. Se volvió a su país, donde llegó agobiado de las fatigas de un viaje tan largo. Pero poco tiempo después, se enteró de que la misma enfermedad se hacía sentir de nuevo, y afligía más que nunca esa tierra ingrata. Esta vez fueron a pedirle, sin esperar que él acudiera.
-Idos, hombres injustos -les dijo- llevaís en el alma un veneno más mortal que aquel del que queréis curaros; no merecéis ocupar un lugar sobre la tierra, porque no tenéis humanidad y las reglas de la equidad os son desconocidad; yo creería ofender a los dioses que os castigan si me opusiera a la justicia de su cólera.
Tenían un rey de origen extranjero que, queriendo corregir la maldad de su naturaleza, los trataba severamente; pero ellos conjuraron contra él, lo mataron y exterminaron a toda la familia real.
Terminado esto, se reunieron para elegir un gobierno; y después de muchas disensiones, crearon los magistrados. Pero en cuanto los eligieron, se les hicieron insoportables, y los masacraron también.
Este pueblo, libre del nuevo yugo, ya no consultó más que su naturaleza salvaje. Todos los particulares acordaron que no obedecerían ya a nadie, que cada uno velaría únicamente por sus intereses sin consultar los de los otros.
Esta resolución unánime agradó extremadamente a todos. Se decían para sus adentros: "¿Por qué tendría yo que matarme trabajando por gente que no me importa? Pensaré sólamente en mí. Viviré feliz sin preocuparme por que los demás lo sean. Yo mismo me procuraré todas mis necesidades; y con tal de tenerlas, no me molesta que los demás trogloditas sean miserables".
Estaban el mes en que se siembran las tierras; cada uno se dijo: "No labraré mi campo más que para que me dé el trigo que necesito a fin de alimentarme; una cantidad mayor me resultaría inútil, y no voy a trabajar por nada".
Las tierras de ese pequeño reino no eran todas de la misma naturaleza: las habçia áridas y montañosas, y otras que, en terrenos bajos, regadas por varios arroyos. Ese año, la sequía fue muy grande, de manera tal que las tierras elevadas se quedaron absolutamente sin agua, mientras que las que pudieron ser regadas fueron muy fértiles; de tal modo, los pueblos de las montañas perecieron casi todos de hambre, por la dureza de los otros, que se negaron a compartir la cosecha.
El año siguiente fue muy lluvioso; los lugares elevados resultaron de extraordinaria fertilidad, y las tierras bajas quedaron sumergidas. Por segunda vez, la mitad del pueblo sufrió hambruna, pero esos miserables encontraron gentes tan duras como lo habían sido ellos mismos.
Uno de lo shabotantes prinicpales tenía una mujer muy bellas; su vecino se enamoró de ella y la raptó. Se siguió una gran querellas, y después de muchas injurias y golpes, convinieron remitirse a la decisión de un troglodita, que mientras subsistía la república, había tenido cierto crédito. Se presentaron ante él y pretendieron exponerle sus razones.
-¿Qué me importa -dijo ese hombre- que esta mujer sea del uno o del otro? Yo tengo que arar mi campo; no voy a emplear mi tiempo en terminar sus diferendos y trabajar en sus asuntos mientras descuido los míos. Les ruego que me dejen tranquilo y no me importunen con sus querellas.
Y con esto los dejó y se fue a trabajar su tierra. El raptor, que era el más fuerte, juró que moriría antes que devolver la mujer; y el otro, penetrado de la injusticia de su vecino y de la dureza del juez, ya se volvía desesperado cuando encontró en su camino una mujer joven y bella, que regresaba de la fuente; él no tení amujer, esta le gustó; y le gustó mucho más cuando se enteró de que era la mujer del que había querido tomar como juez y que había sido tan poco sensible a su desgracia. La raptó y la llevó a su casa.
Había un hombre que poseía un campo bastante fértil que cultivaba con gran cuidado; dos de sus vecinos se unieron, lo echaron de su casa, ocuparon su campo e hicieron una alianza para defenderlo contra todos los que quisieran usurparlo; y efectivamente se sostuvieron en él durante varios meses. Pero uno de los dos, fastidiado por tener que compartir lo que podía tener sólo para él, mató al otro y quedó único dueño del campo. Su imperio no fue largo: otros dos trogloditas fueron a atacarlo; él resultó muy débil para defenderse, y lo masacraron también.
Un troglodita casi desnudo vio una lana que estaba en venta; preguntó el precio, y el vendedor le dijo:
-Naturalmente, no debía esperar de mi lana sino bastante como para comprar dos medidas de trigo; pero voy a venderla a cuatro veces más, a fin de tener ocho medidas.
El otro tuvo que aceptar y pagar el precio pedido.
-Estoy contento -dijo el vendedor-, ahora tendré trigo.
-¿Qué dices? -replicó el comprador- ¿Necesitas trigo? Yo tengo para vender, sólo que tal vez el precio te asombre, ya que sabrás que el trigo está muy caro, y hay hambruna en casi todas partes. Pero devuélveme mi dinero, y te daré una medida de trigo, ya que no quiero venderlo de otro modo, aunque revientes de hambre.
Entretanto, una cruel enfermedad asolaba la comarca. Desde un país vecino llegó un médico hábil, y dio remedios tan adecuados que curó a todos lo que se pusieron en sus manos. Cuando terminó la enfermedad, fue a casa de los que había tratado para pedir su salario, pero solo encontró rechazos. Se volvió a su país, donde llegó agobiado de las fatigas de un viaje tan largo. Pero poco tiempo después, se enteró de que la misma enfermedad se hacía sentir de nuevo, y afligía más que nunca esa tierra ingrata. Esta vez fueron a pedirle, sin esperar que él acudiera.
-Idos, hombres injustos -les dijo- llevaís en el alma un veneno más mortal que aquel del que queréis curaros; no merecéis ocupar un lugar sobre la tierra, porque no tenéis humanidad y las reglas de la equidad os son desconocidad; yo creería ofender a los dioses que os castigan si me opusiera a la justicia de su cólera.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Y los sueños, sueños son. ¿O es que hay que recordar a Calderón? El que en su barca se lanzó al océano.
PROCURA DESMENTIR LOS ELOGIOS QUE A UN RETRATO DE LA POETISA INSCRIBIÓ LA VERDAD, QUE LLAMA PASIÓN
Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Sor Juana Inés de la Cruz
RECONOCIMIENTO DE LA VANIDAD DEL MUNDO
En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,
tras tanto acá y allá yendo y viniendo
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,
hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,
y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.
Francisco de Aldana
Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Sor Juana Inés de la Cruz
RECONOCIMIENTO DE LA VANIDAD DEL MUNDO
En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto, de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo,
tras tanto acá y allá yendo y viniendo
cual sin aliento inútil peregrino,
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
yo mismo de mi mal ministro siendo,
hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido,
y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.
Francisco de Aldana
sábado, 18 de diciembre de 2010
jueves, 16 de diciembre de 2010
A vueltas con el DRAE de mis entrañas y sus derivados
La nueva ortografía del español. Según El país (artículo de Javier Rodríguez Marcos):
Sólo o solo, a elegir. Otra de las "propuestas de futuro" es la que se refiere a la tilde de sólo cuando equivale a solamente. La RAE no ha parado de recordar algo que empezó a plantearse en 1959 y que estaba ya en la norma ortográfica de 1999: la recomendación de no tildar el adverbio solo y los pronombres demostrativos. En la nueva edición, dicha recomendación se extiende incluso a los casos de posible ambigüedad (Pasaré solo este verano). La Academia prescinde de esa tilde en sus publicaciones desde 1960, pero no "condena" su uso si alguien quiere utilizarla.
(El artículo completo: aquí.)
Así, si las Academias de la Lengua piensan que la ambigüedad no obsta en el caso señalado, ¿por qué si en los demás? ¿Por qué no suprimir la tilde definitivamente? El objeto de tildar algunas palabras ¿no es precisamente evitar ambigüedad en la interpretación de un texto? ¡Académicos! ¿Quién los entiende? Ahora cómo voy a inquietarte cuando escribo 'un solo puntos solo/ un solo punto solo' con mi rebelde ortografía (que así podía decirse hasta hoy) y leo: 'Un sólo punto solo/ un solo punto, sólo' o 'un solo punto solo, un sólo punto, solo' o 'un solo punto, sólo/ un solo punto solo'...según mi estado de ánmimo o mi capricho o la dicción. Ahore tendré que romperme la cabeza para tildar esos versos y conservar su audacia, en este caso siendo unívoco. ¡Mierda! Cuando la rebeldía se institucionaliza, qué complicaciones, madre; no le dejan a uno disentir: para evitarlo crean normas que amparan la contradicción. ¡Yo no quiero ser normal!
Sólo o solo, a elegir. Otra de las "propuestas de futuro" es la que se refiere a la tilde de sólo cuando equivale a solamente. La RAE no ha parado de recordar algo que empezó a plantearse en 1959 y que estaba ya en la norma ortográfica de 1999: la recomendación de no tildar el adverbio solo y los pronombres demostrativos. En la nueva edición, dicha recomendación se extiende incluso a los casos de posible ambigüedad (Pasaré solo este verano). La Academia prescinde de esa tilde en sus publicaciones desde 1960, pero no "condena" su uso si alguien quiere utilizarla.
(El artículo completo: aquí.)
Así, si las Academias de la Lengua piensan que la ambigüedad no obsta en el caso señalado, ¿por qué si en los demás? ¿Por qué no suprimir la tilde definitivamente? El objeto de tildar algunas palabras ¿no es precisamente evitar ambigüedad en la interpretación de un texto? ¡Académicos! ¿Quién los entiende? Ahora cómo voy a inquietarte cuando escribo 'un solo puntos solo/ un solo punto solo' con mi rebelde ortografía (que así podía decirse hasta hoy) y leo: 'Un sólo punto solo/ un solo punto, sólo' o 'un solo punto solo, un sólo punto, solo' o 'un solo punto, sólo/ un solo punto solo'...según mi estado de ánmimo o mi capricho o la dicción. Ahore tendré que romperme la cabeza para tildar esos versos y conservar su audacia, en este caso siendo unívoco. ¡Mierda! Cuando la rebeldía se institucionaliza, qué complicaciones, madre; no le dejan a uno disentir: para evitarlo crean normas que amparan la contradicción. ¡Yo no quiero ser normal!
Poemas de Horacio Pizzurno en 'Tierra de arados'
LA COCINA A LEÑAS
Locomotora inmóvil
silbato de pava,
pasaje campesino
a guisos y pucheros.
Churrasco
mate
hornalla
secador de ropas pobres.
Chimenea talismán,
quiebra conjuros
desarmando en el cinc,
el veleidoso
nido de la escarcha.
CAMINAR EN LA LLOVIZNA
Puerta.
Ayer.
Silueta a contraluz.
Estoico ante el zamarreo,
la sartén
no derrama
su mar
contenido de grasa.
El sombrero,
una nube alada que llueve.
Ni una ola belígera
salpica
el cilicio lingual de la abuela.
Las botas
al campo tiran, fogonea el viejo,
hábil pretexto encerado,
atravesando la garúa.
SOL EN ADIÓS
a Obdulio Pizzurno
Indefinida jerarquía,
¿quién peón, quién patrón?
las herramientas de poda
de mango de palo,
colgaban de los hombros
como una bifurcación
del alma seca.
Magras bicicletas
de centrado impreciso,
elegían sabias la huella protectora;
fatigados los pedales
por un arcaico
combustible de alpargatas.
El monte frutal
rompía el espíritu de la voluntad,
con un ramaje crespo,
ardido,
muerto de hojas.
"Calculá vos", apuntaba Juan Espíndola,
luego gustoso
con un preciso golpe de tijera,
desvirgaba el silencio,
de la tarde invernal.
Locomotora inmóvil
silbato de pava,
pasaje campesino
a guisos y pucheros.
Churrasco
mate
hornalla
secador de ropas pobres.
Chimenea talismán,
quiebra conjuros
desarmando en el cinc,
el veleidoso
nido de la escarcha.
CAMINAR EN LA LLOVIZNA
Puerta.
Ayer.
Silueta a contraluz.
Estoico ante el zamarreo,
la sartén
no derrama
su mar
contenido de grasa.
El sombrero,
una nube alada que llueve.
Ni una ola belígera
salpica
el cilicio lingual de la abuela.
Las botas
al campo tiran, fogonea el viejo,
hábil pretexto encerado,
atravesando la garúa.
SOL EN ADIÓS
a Obdulio Pizzurno
Indefinida jerarquía,
¿quién peón, quién patrón?
las herramientas de poda
de mango de palo,
colgaban de los hombros
como una bifurcación
del alma seca.
Magras bicicletas
de centrado impreciso,
elegían sabias la huella protectora;
fatigados los pedales
por un arcaico
combustible de alpargatas.
El monte frutal
rompía el espíritu de la voluntad,
con un ramaje crespo,
ardido,
muerto de hojas.
"Calculá vos", apuntaba Juan Espíndola,
luego gustoso
con un preciso golpe de tijera,
desvirgaba el silencio,
de la tarde invernal.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
El verso del verso, va del amor
6
¿Amar o ser amado?
7
El pastor alaba la mansedumbre del cordero que va a sacrificaren su provecho. ¿Quién alaba la entrega en el amor?
No por ello dejaré de decir que quien más da en el amor es quien más gana. ¿Tendré vocación de sacerdocio?
8
-Pero este tío impresentable adónde deja a Platón.
-Dónde va a ser, en su tumba.
9
He idealizado a tantas mujeres…¿por qué no me limité a tocarlas?
¿Amar o ser amado?
7
El pastor alaba la mansedumbre del cordero que va a sacrificaren su provecho. ¿Quién alaba la entrega en el amor?
No por ello dejaré de decir que quien más da en el amor es quien más gana. ¿Tendré vocación de sacerdocio?
8
-Pero este tío impresentable adónde deja a Platón.
-Dónde va a ser, en su tumba.
9
He idealizado a tantas mujeres…¿por qué no me limité a tocarlas?
martes, 14 de diciembre de 2010
'Las horas', poema del 'Cántico' de Jorge Guillén
LAS HORAS
I
Arriba dura el sosiego.
Nada humano lo corrompe.
Eternamente refulgen
Las soledades mayores.
Va la luna
Ganando noche a la noche,
Y rendida
Luce una verdad muy joven.
Es la paz. No existen fuegos
Ni lámparas que interroguen.
La luna está serenando
Su horizonte,
Y a ese filo de la luna
Corresponde
Neto el perfil de la cumbre,
Sola entonces.
Nadie lanza voz ni piedra
Que por los riscos rebote.
Intacto el silencio arriba
Dura sobre los rumores.
I
Arriba dura el sosiego.
Nada humano lo corrompe.
Eternamente refulgen
Las soledades mayores.
Va la luna
Ganando noche a la noche,
Y rendida
Luce una verdad muy joven.
Es la paz. No existen fuegos
Ni lámparas que interroguen.
La luna está serenando
Su horizonte,
Y a ese filo de la luna
Corresponde
Neto el perfil de la cumbre,
Sola entonces.
Nadie lanza voz ni piedra
Que por los riscos rebote.
Intacto el silencio arriba
Dura sobre los rumores.
lunes, 13 de diciembre de 2010
Que pareciera que no atendiéramos a la realidad, sino al deseo, para sufrir tanta frustración
A LA NOCHE
Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de cerebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.
Lope de Vega
Dulce soñar y dulce congoxarme,
quando stava soñando que soñava;
dulce gozar con lo que m’engañava,
si un poco más durara el engañarme;
dulce no star en mí, que figurarme
podía quanto bien yo deseava;
dulce plazer, aunque m’importunava
que alguna vez llegaba a despertarme:
¡O sueño, quánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que assentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Juan Boscán
Noche, fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de cerebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.
Lope de Vega
Dulce soñar y dulce congoxarme,
quando stava soñando que soñava;
dulce gozar con lo que m’engañava,
si un poco más durara el engañarme;
dulce no star en mí, que figurarme
podía quanto bien yo deseava;
dulce plazer, aunque m’importunava
que alguna vez llegaba a despertarme:
¡O sueño, quánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que assentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Juan Boscán
sábado, 11 de diciembre de 2010
viernes, 10 de diciembre de 2010
'En la tierra de en medio', poemario de Rosario Castellanos
BELLA DAMA SIN PIEDAD
Se deslizaba por las galerías.
No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.
Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.
Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.
Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y saluda
desde su antepasado pálido por la muerte.
Porque no es el cisne. Porque si la señalas,
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.
Presencia prometida, evocada. Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.
El vacío que habita se llama eternidad.
ELEGÍA
Nunca, como a tu lado, fui de piedra.
Y yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello del ahogado.
ACCIDENTE
Temí...no el gran amor.
Fui inmunizada a tiempo y para siempre
con un beso anacrónico
y la entrega ficticia
-capaz de simular hasta el rechazo-
y por el juramento, que no es más retórico
porque no es más solemne.
No, no temí la pira que me consumiría
sino el cerillo mal prendido y esta
ampolla que entorpece la mano con que escribo.
AJEDREZ
Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando
encarnecidamente
cómo dar el zarpazo último que se aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
PEQUEÑA CRÓNICA
Entre nosotros hubo
lo que hay entre dos cuando se aman:
sangre del himen roto. (¿Te das cuenta?
Virgen a los treinta años ¡y poetisa! Lagarto.)
La hemorragia mensual o sea en la que un niño
dice que sí, dice que no a la vida.
Y la vena
-mía o de otra ¿qué más da?-en que el tajo
suicida se hundió un poco o lo bastante
como para volverse una esquela mortuoria.
Hubo, quizá, también otros humores:
el sudor del trabajo, el del placer,
la secreción verdosa de la cólera,
semen, saliva, lágrimas.
Nada, en fin, que un buen baño no borre. Y me pregunto
con qué voy a escribir, entonces, nuestra historia.
¿Con tinta? ¡Ay! Si la tinta
viene de tan ajenos manantiales.
DESAMOR
Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.
Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.
Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.
NINFOMANÍA
Te tuve entre mis manos:
la humanidad entera en una nuez.
¡Qué cáscara tan dura y tan rugosa!
Y, adentro, el simulacro
de los dos hemisferios cerebrales
que, obviamente, no aspiran a operar
sino a ser devorados, alabados
por ese sabor neutro, tan insatisfactorio
que exige, al infinito,
una vez y otra y otra, que se vuelva a probar.
LA NOSTALGIA
Si te digo que fui feliz, no es cierto.
No creas lo que yo creo cuando me engaño.
El recuerdo embellece lo que toca:
te quita la jaqueca que tuviste,
el sopor de la siesta lo transfigura en éxtasis
y, en cuanto a ese zapato que apretaba
tanto que te impidió bailar el primer baile,
no hubo zapato. Mira: estás descalza, danzas
eternamente ingrávida en el círculo
cerrado de un abrazo.
Danzas sin esa doble barbilla de tu gula,
sin esa arruga artera
que está acechando alrededor de tu ojo.
INVIERNO EN EL ANÁHUAC
Como nadie va al Polo,
el Polo viene en forma de masa, en calidad
de viento. Y necesita
saludarnos a todos, de mano, por la calle,
entrar en cada casa, presidir el convivio,
acompañarlo a uno hasta la cama
y ahí dictar los sueños.
(Pero en el sueño uno lo traiciona
y va de vacaciones a Acapulco.)
De madrugada funge como amante y se inclina
sobre nuestra mejilla descubierta.
Pero, esquimal al fin, no besa: muerde.
MALINCHE
Desde el sillón del mando mi madre dijo: "Ha muerto".
Y se dejó caer, como abatida,
en los brazos del otro, usurpador, padrastro
que la sostuvo no con el respeto
que el siervo da a la majestad de reina
sino con ese abajamiento mutuo
en que se humillan ambos, los amantes, los cómplices.
Desde la Plaza de los Intercambios
mi madre anunció: "Ha muerto".
La balanza
se sostuvo un instante sin moverse
y el grano de cacao quedó quieto en el arca
y el sol permanecía en la mitad del cielo
como aguardando un signo
que fue, cuando partió como una flecha,
el ay agudo de las plañideras.
"Se deshojó la flor de muchos pétalos,
se evaporó el perfume,
se consumió la llama de la antorcha.
Una niña regresa, escarbando, al lugar
en el que la partera depositó su ombligo.
Regresa al Sitio de los que Vivieron.
Reconoce a su padre asesinado,
ay, ay, ay, con veneno, con puñal,
con trampa ante sus pies, con lazo de horca.
Se toman de la mano y caminan, caminan
perdiéndose en la niebla."
Tal era el llanto y las lamentaciones
sobre algún cuerpo anónimo; un cadáver
que no era el mío porque yo, vendida
a mercaderes, iba como esclava,
como nadie, al destierro.
Arrojada, expulsada
del reino, del palacio y de la entraña tibia
de la que me dio a luz en tálamo legítimo
y que me aborreció porque yo era su igual
en figura y en rango
y se contempló en mí y odió su imagen
y destrozó el espejo contra el suelo.
Yo avanzo hacia el destino entre cadenas
y dejo atrás lo que todavía escucho:
los fúnebres rumores con los que se me entierra.
Y la voz de mi madre con lágrimas ¡con lágrimas!
que decreta mi muerte.
MEMORIAL DE TLATELOLCO
La oscuridad engendra la violencia,
y la violencia pide oscuridad
para cuajar en crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
Y a esa luz, breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de un cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía, traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
AUTORRETRATO
Yo soy una señora: tratamiento
arduo de conseguir, en mi caso, y más útil
para alternar con los demás que un título
extendido a mi nombre en cualquier academia.
Así pues, luzco mi trofeo y repito:
yo soy una señora. Gorda o flaca
según las posiciones de los astros,
los ciclos glandulares
y otros fenómenos que no comprendo.
Rubia, si elijo una peluca rubia.
O morena, según la alternativa.
(En realidad, mi pelo encanece, encanece.)
Soy más o menos fea. Eso depende mucho
de la mano que aplica el maquillaje.
Mi apariencia ha cambiado a lo largo del tiempo
-aunque no tanto como dice Weininger
que cambia la apariencia del genio-.Soy mediocre.
Lo cual, por una parte, me exime de enemigos
y, por la otra, me da la devoción
de algún admirador y la amistad
de esos hombres que hablan por teléfono
y envían largas cartas de felicitación.
Que beben lentamente whisky sobre las rocas
y charlan de política y de literatura.
Amigas... hmmm... a veces, raras veces
y en muy pequeñas dosis.
En general, rehuyo los espejos.
Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal
y que hago el ridículo
cuando pretendo coquetear con alguien.
Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo.
Escribo. Este poema. Y otros. Y otros.
Hablo desde una cátedra.
Colaboro en revistas de mi especialidad
y un día a la semana publico en un periódico.
Vivo enfrente del Bosque. Pero casi
nunca vuelvo los ojos para mirarlo. Y nunca
atravieso la calle que me separa de él
y paseo y respiro y acaricio
la corteza rugosa de los árboles.
Sé que es obligatorio escuchar música
pero la eludo con frecuencia. Sé
que es bueno ver pintura
pero no voy jamás a las exposiciones
ni al estreno teatral ni al cine-club.
Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo
y, si apago la luz, pensando un rato
en musarañas y otros menesteres.
Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres,
que por causas concretas.
Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos,
los parlamentos, las decoraciones.
En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto
es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.
SE HABLA DE GABRIEL
Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba
ocupando un lugar que era mi lugar,
existiendo a deshora,
haciéndome partir en dos cada bocado.
Fea, enferma, aburrida,
lo sentía crecer a mis expensas,
robarle su color a mi sangre, añadir
un peso y un volumen clandestinos
a mi modo de estar sobre la tierra.
Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso,
darle un sitio en el mundo,
la provisión de tiempo necesaria a su historia.
Consentí. Y por la herida en que partió, por esa
hemorragia de su desprendimiento
se fue también lo último que tuve
de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.
Quedé abierta, ofrecida
a las visitaciones, al viento, a la presencia.
ECONOMÍA DOMÉSTICA
He aquí la regla de oro, el secreto del orden:
tener un sitio para cada cosa
y tener
cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.
Impecable anaquel el de los libros:
un apartado para las novelas,
otro para el ensayo
y la poesía en todo lo demás.
Si abres un alacena huele a espliego
y no confundirás los manteles de lino
con los que se usan cotidianamente.
Y hay tambien la vajilla de la gran ocasión
y la otra que se usa, se rompe, se repone
y nunca está completa.
La ropa en su cajón correspondiente
y los muebles guardando las distancias
y la composición que los hace armoniosos.
Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.
Y es también natural
que el polvo no se esconda en los rincones.
Pero hay algunas cosas
que provisionalmente coloqué aquí y allá
o que eché en el lugar de los trebejos.
Algunas cosas. Por ejemplo, un llanto
que no se lloró nunca;
una nostalgia de que me distraje,
un dolor, un dolor del que se borró el nombre,
un juramento no cumplido, un ansia
que se desvaneció como el perfume
de un frasco mal cerrado.
Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.
Esto me desazona. Siempre digo: mañana...
y luego olvido. Y muestro a las visitas,
orgullosa, una sala en la que resplandece
la regla de oro que me dio mi madre.
ENTREVISTA DE PRENSA
Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
-¿Por qué y para qué escribe?
-Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que gente como yo no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces...Pero no, no es tan sencillo.
Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros
chorreaban importancia.
No, no era envidia. Era algo más grave. Era otra cosa.
¿Comprende usted? Las únicas pasiones
lícitas a esa edad son metafísicas.
No me malinterprete.
Y luego, ya madura, descubrí
que la palabra tiene una virtud:
si es exacta es letal
como lo es un guante envenenado.
¿Quiere pasar a ver mi mausoleo?
¿Le gusta este cadáver? Pero si es nada más
una amistad inocua.
Y ésta una simpatía que no cuajó y aquél
no es más que un feto. Un feto.
No me pregunte más. ¿Su clasificación?
En la tarjeta dice amor, felicidad,
lo que sea. No importa.
Nunca fue viable. Un feto en su frasco de alcohol.
Es decir, un poema
del libro del que usted hará el elogio.
NARCISO 70
Cuando abro los periódicos
(perdón por la inmodestia, pero a veces
un poco de verdad
es más alimenticia y confortante
que un par de huevos a la mexicana)
es para leer mi nombre escrito en ellos.
Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón,
es, a pesar de todo, tan pequeño
como una anguila huidiza y se me pierde
entre las líneas ágata que si hablaban de mí
no recurrían más que al adjetivo neutro
tras el que se ocultaba mi persona, mi libro,
mi última conferencia.
¡Bah! ¡Qué importaba! ¡Estaba ahí! ¡Existía!
Real, patente ante mis propios ojos.
Pero cuando no estaba... Bueno, en fin,
hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal.
Y cuando era una errata...
MALA FE
Ni el cielo constelado de estrellas ni la ley
moral, urdida en la raíz del hombre.
No, a diferencia exacta de Kant, no me suscitan
tales contemplaciones
tales meditaciones, maravilla o asombro.
Me conmueve más bien la vastedad
del espacio, la inmensa
magnitud de los tiempos
y las cosas que son y las que ocurren.
¡Tantas cosas! Orugas, tempestades,
hiedras alrededor de una columna
a medio derruir,
casitas suburbanas, tractores, incunables,
abrelatas, tratados de paz, mesas de bridge,
piedras semipreciosas, recetas de cocina
y más y más y más.
Y yo erigiéndome
en el centro del mundo
y sintiéndome el foco de la atención de todo
lo que existe o de aquel que lo creó
si es que lo que existe ha sido creado.
Y yo, coronación de siglos, en que el cambio
se llama evolución para darle un sentido
de perfeccionamiento y espiral
y no de anillo simple que se cierra.
Se llama evolución, por el mismo principio
utilitario por el que se vendan
los ojos a la mula de noria, vuelta y vuelta,
para que no se eche a morir de aburrimiento.
Se llama evolución. Y yo soy la cereza
puesta sobre la punta del helado.
Pero hay un problema que, a veces, me preocupa:
la piedra en el zapato,
el aire que se agita y me despeina
y el arañazo del que convalezco.
Es el Mal. Con Mayúscula. Es la prueba patente
de que en el Universo algo falló
y alguien tiene la culpa: Dios, el diablo,
nuestros primeros padres o los últimos.
Mas yo pago el rescate
-con actos de bondad, con sufrimiento-
para que se restaure el equilibrio
y todo continúes, como ahora, girando.
Esta idea, en verdad, me pasma y de esta
certidumbre intocable me sustento.
VÁLIUM 10
A veces (y no trates
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravía la brújula
y ya no entiendes nada.
El día se convierte en una sucesión
de hechos incoherentes, de funciones
que vas desempeñando por inercia y por hábito.
Y lo vives. Y dictas el oficio
a quienes corresponde. Y das la clase
lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente.
Y en la noche redactas el texto que la imprenta
devorará mañana.
Y vigilas (oh, sólo por encima)
la marcha de la casa, la perfecta
coordinación de múltiples programas
-porque el hijo mayor ya viste de etiqueta
para ir de chambelán a un baile de quince años
y el menor quiere ser futbolista y el de en medio
tiene un póster del Che junto a su tocadiscos-.
Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas,
junto a la cocinera, sobre el costo
de la vida y el ars magna combinatoria
del que surge el menú posible y cotidiano.
Y aún tienes voluntad para desmaquillarte
y ponerte la crema nutritiva y aún leer
algunas líneas antes de consumir la lámpara.
Y ya en la oscuridad, en el umbral del sueño,
echas de menos lo que se ha perdido:
el diamante de más precio, la carta
de marear, el libro
con cien preguntas básicas ( y sus correspondientes
respuestas) para un diálogo
elemental siquiera con la Esfinge.
Y tienes la penosa sensación
de que en el crucigrama se deslizó una errata
que lo hace irresoluble.
Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes
dormir si no destapas
el frasco de pastillas y si no tragas una
en la que se condensa,
químicamente pura, la ordenación del mundo.
LECCIONES DE COSAS
Me enseñaron las cosas equivocadamente
los que enseñan las cosas:
los padres, el maestro, el sacerdote,
pues me dijeron: tienes que ser buena.
Basta ser bueno. Al bueno se le da
un dulce, una medalla, todo el amor, el cielo.
Y ser bueno es muy fácil. Basta abatir los párpados
para no ver y no juzgar lo que hacen
los otros, porque no es de tu incumbencia.
Basta no abrir los labios para no protestar
cuando alguno te empuje porque, o no quiso herirte
o no pudo evitarlo
o Dios está probando el temple de tu alma.
De cualquier modo, pues, cuando te ocurra el mal
hay que aceptarlo, agradecerlo incluso,
pero no devolverlo. Y no preguntes
por qué. Porque los buenos
no son inquisitivos.
Y dar. Si tienes una capa córtala
en dos y entrega la mitad al otro
-aunque el otro no sea más que un coleccionista
de mitades de capa-. Eso es asunto suyo
y tu mano derecha debe ignorar... etcétera.
Y recibir con ambas mejillas, eso sí.
No siempre serán golpes.
A veces será el ramo de flores que suscita
fiebre de heno. A veces el marisco
que te produce alergia.
A veces el elogio
que, si no es falso, humilla de raíz,
y que si es falso, ofende, Tú perdona,
que es lo que hacen los buenos.
Obedecía. Se sabe: la obediencia
es la virtud mayor.
Y pasaron los años
y yo era la piedra de tropiezo contra
laque chocaba el distraído o,
si mejor emplazada, punching bag
en el que ejercitaban su destreza los fuertes.
A veces me ponía a hacer "viva la flor"
con mis cartas del naipe y llovía la gracia
indiferentemente sobre de mis amigos
y los que eran amigos de mis amigos, es
decir, mis enemigos.
Y me senté a esperar la medalla o el dulce
y la sonrisa, elpremio, por fin, en este mundo.
Y sólo vi desprecio por mi debilidad,
odio por haber sido el instrumento
de la maldad ajena.
¿Con qué derecho yo quería santificarme
utilizando vicios o carencias
de los demás? ¿Por qué yo me elegía
como única elegida
y era en el mecanismo como el grano de arena
que paraliza toda función? Y, paralíticos,
los activos, pensaban. Y yo era la causa
eficiente de aquellos pensamientos
y no había para mí sino condenación.
Hasta que comprendí. Y me hice un tornillo
bien aceitado con el cual la máquina
trabaja ya satisfactoriamente.
Un tornillo. No tengo
ningún nombre específico ni ningún atributo
según el cual poder calificarme
como mejor o peor o más o menos útil
que los otros tornillos.
Si tuviera que hacer mi apología
ante alguien (que no hay nadie, nunca hubo
ningún testigo de lo que acontece)
diría que estuve en mi lugar y que
giré en la dirección correcta y a la velocidad
requerida y con la frecuencia necesaria.
Y que no procuré ni que me reemplazaran
antes de tiempo, ni me permitieran
seguir cuando había sido declarada inservible.
Y, antes de terminar, quiero que quede
bien claro que no hice nada de lo que hice
por humildad. ¿Acaso los tornillos
son humildes? ¡Ridículo! Y que, menos aún,
mi conducta se entiende merced a la esperanza.
No, ya hace mucho tiempo que el cielo es un factor
que no entra en mis cálculos.
Conformidad, tal vez. Lo que de ningún modo
en un tornillo, como yo, es un mérito
sino, a lo sumo, es una condición.
POST-SCRIPTUM
Mi antagonista (que soy siempre yo) me dice:
Muy sencillo. Has resuelto tu problema
como Spinoza, "more geometricum":
un lugar, una forma para permanecer
y una función, quizá, para cumplir.
Pero se te ha olvidado decir quién supervisa
la coincidencia exacta
entre el tornillo y lo demás; quién firma
el visto bueno de los hechos. Quién...
y, en todo caso, para qué. O por qué.
Pues, evidentemente, nunca has pensado en esto
sino en salir del paso y ponerte a vivir
como si fuera necesario. En fin, muy femenino.
Pero, por Dios, ¿no tienes vergüenza del mendrugo
que masticas, día a día, tan trabajosamente?
¿No te sublevas contra esta tarea circular
de mula en torno de la noria? Al menos
exige que te pongan anteojeras
para no ver que estás siempre en el mismo sitio.
¿Sabes?, la metafísica dora todas las píldoras,
sirve de colagogo, lo mismo que la ética.
No la desprecies tanto, pues ya no eres tan joven.
Y la precisarás, como a la religión
o cualquier otra droga cuando venga
el verdadero tiempo de agonía.
POESÍA NO ERES TÚ
Porque si tú existieras
tendría que existir yo también. Y eso es mentira.
Nada hay más que nosotros: la pareja,
los sexos conciliados en un hijo,
las dos cabezas juntas, pero no contamplándose
(para no convertir a nadie en un espejo)
sino mirando frente a sí, hacia el otro.
El otro: mediador, juez, equilibrio
entre opuestos, testigo,
nudo en el que se anuda lo que se había roto.
El otro, la mudez que pide voz
al que tiene la voz
y reclama el oído del que escucha.
El otro. Con el otro,
la humanidad, el diálogo, la poesía comienzan.
Se deslizaba por las galerías.
No la vi. Llegué tarde, como todos,
y alcancé nada más la lentitud
púrpura de la cauda; la atmósfera vibrante
de aria recién cantada.
Ella no. Y era más
que plenitud su ausencia
y era más que esponsales
y era más que semilla en que madura el tiempo:
esperanza o nostalgia.
Sueña, no está. Imagina, no es. Recuerda,
se sustituye, inventa, se anticipa,
dice adiós o mañana.
Si sonríe, sonríe desde lejos,
desde lo que será su memoria, y saluda
desde su antepasado pálido por la muerte.
Porque no es el cisne. Porque si la señalas,
señalas una sombra en la pupila
profunda de los lagos
y del esquife sólo la estela y de la nube
el testimonio del poder del viento.
Presencia prometida, evocada. Presencia
posible del instante
en que cuaja el cristal, en que se manifiesta
el corazón del fuego.
El vacío que habita se llama eternidad.
ELEGÍA
Nunca, como a tu lado, fui de piedra.
Y yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello del ahogado.
ACCIDENTE
Temí...no el gran amor.
Fui inmunizada a tiempo y para siempre
con un beso anacrónico
y la entrega ficticia
-capaz de simular hasta el rechazo-
y por el juramento, que no es más retórico
porque no es más solemne.
No, no temí la pira que me consumiría
sino el cerillo mal prendido y esta
ampolla que entorpece la mano con que escribo.
AJEDREZ
Porque éramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados, meditando
encarnecidamente
cómo dar el zarpazo último que se aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
PEQUEÑA CRÓNICA
Entre nosotros hubo
lo que hay entre dos cuando se aman:
sangre del himen roto. (¿Te das cuenta?
Virgen a los treinta años ¡y poetisa! Lagarto.)
La hemorragia mensual o sea en la que un niño
dice que sí, dice que no a la vida.
Y la vena
-mía o de otra ¿qué más da?-en que el tajo
suicida se hundió un poco o lo bastante
como para volverse una esquela mortuoria.
Hubo, quizá, también otros humores:
el sudor del trabajo, el del placer,
la secreción verdosa de la cólera,
semen, saliva, lágrimas.
Nada, en fin, que un buen baño no borre. Y me pregunto
con qué voy a escribir, entonces, nuestra historia.
¿Con tinta? ¡Ay! Si la tinta
viene de tan ajenos manantiales.
DESAMOR
Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.
Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.
Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.
NINFOMANÍA
Te tuve entre mis manos:
la humanidad entera en una nuez.
¡Qué cáscara tan dura y tan rugosa!
Y, adentro, el simulacro
de los dos hemisferios cerebrales
que, obviamente, no aspiran a operar
sino a ser devorados, alabados
por ese sabor neutro, tan insatisfactorio
que exige, al infinito,
una vez y otra y otra, que se vuelva a probar.
LA NOSTALGIA
Si te digo que fui feliz, no es cierto.
No creas lo que yo creo cuando me engaño.
El recuerdo embellece lo que toca:
te quita la jaqueca que tuviste,
el sopor de la siesta lo transfigura en éxtasis
y, en cuanto a ese zapato que apretaba
tanto que te impidió bailar el primer baile,
no hubo zapato. Mira: estás descalza, danzas
eternamente ingrávida en el círculo
cerrado de un abrazo.
Danzas sin esa doble barbilla de tu gula,
sin esa arruga artera
que está acechando alrededor de tu ojo.
INVIERNO EN EL ANÁHUAC
Como nadie va al Polo,
el Polo viene en forma de masa, en calidad
de viento. Y necesita
saludarnos a todos, de mano, por la calle,
entrar en cada casa, presidir el convivio,
acompañarlo a uno hasta la cama
y ahí dictar los sueños.
(Pero en el sueño uno lo traiciona
y va de vacaciones a Acapulco.)
De madrugada funge como amante y se inclina
sobre nuestra mejilla descubierta.
Pero, esquimal al fin, no besa: muerde.
MALINCHE
Desde el sillón del mando mi madre dijo: "Ha muerto".
Y se dejó caer, como abatida,
en los brazos del otro, usurpador, padrastro
que la sostuvo no con el respeto
que el siervo da a la majestad de reina
sino con ese abajamiento mutuo
en que se humillan ambos, los amantes, los cómplices.
Desde la Plaza de los Intercambios
mi madre anunció: "Ha muerto".
La balanza
se sostuvo un instante sin moverse
y el grano de cacao quedó quieto en el arca
y el sol permanecía en la mitad del cielo
como aguardando un signo
que fue, cuando partió como una flecha,
el ay agudo de las plañideras.
"Se deshojó la flor de muchos pétalos,
se evaporó el perfume,
se consumió la llama de la antorcha.
Una niña regresa, escarbando, al lugar
en el que la partera depositó su ombligo.
Regresa al Sitio de los que Vivieron.
Reconoce a su padre asesinado,
ay, ay, ay, con veneno, con puñal,
con trampa ante sus pies, con lazo de horca.
Se toman de la mano y caminan, caminan
perdiéndose en la niebla."
Tal era el llanto y las lamentaciones
sobre algún cuerpo anónimo; un cadáver
que no era el mío porque yo, vendida
a mercaderes, iba como esclava,
como nadie, al destierro.
Arrojada, expulsada
del reino, del palacio y de la entraña tibia
de la que me dio a luz en tálamo legítimo
y que me aborreció porque yo era su igual
en figura y en rango
y se contempló en mí y odió su imagen
y destrozó el espejo contra el suelo.
Yo avanzo hacia el destino entre cadenas
y dejo atrás lo que todavía escucho:
los fúnebres rumores con los que se me entierra.
Y la voz de mi madre con lágrimas ¡con lágrimas!
que decreta mi muerte.
MEMORIAL DE TLATELOLCO
La oscuridad engendra la violencia,
y la violencia pide oscuridad
para cuajar en crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
Y a esa luz, breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata?
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de un cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en la radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa:
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre.
Y si la llamo mía, traiciono a todos.
Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.
AUTORRETRATO
Yo soy una señora: tratamiento
arduo de conseguir, en mi caso, y más útil
para alternar con los demás que un título
extendido a mi nombre en cualquier academia.
Así pues, luzco mi trofeo y repito:
yo soy una señora. Gorda o flaca
según las posiciones de los astros,
los ciclos glandulares
y otros fenómenos que no comprendo.
Rubia, si elijo una peluca rubia.
O morena, según la alternativa.
(En realidad, mi pelo encanece, encanece.)
Soy más o menos fea. Eso depende mucho
de la mano que aplica el maquillaje.
Mi apariencia ha cambiado a lo largo del tiempo
-aunque no tanto como dice Weininger
que cambia la apariencia del genio-.Soy mediocre.
Lo cual, por una parte, me exime de enemigos
y, por la otra, me da la devoción
de algún admirador y la amistad
de esos hombres que hablan por teléfono
y envían largas cartas de felicitación.
Que beben lentamente whisky sobre las rocas
y charlan de política y de literatura.
Amigas... hmmm... a veces, raras veces
y en muy pequeñas dosis.
En general, rehuyo los espejos.
Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal
y que hago el ridículo
cuando pretendo coquetear con alguien.
Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo.
Escribo. Este poema. Y otros. Y otros.
Hablo desde una cátedra.
Colaboro en revistas de mi especialidad
y un día a la semana publico en un periódico.
Vivo enfrente del Bosque. Pero casi
nunca vuelvo los ojos para mirarlo. Y nunca
atravieso la calle que me separa de él
y paseo y respiro y acaricio
la corteza rugosa de los árboles.
Sé que es obligatorio escuchar música
pero la eludo con frecuencia. Sé
que es bueno ver pintura
pero no voy jamás a las exposiciones
ni al estreno teatral ni al cine-club.
Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo
y, si apago la luz, pensando un rato
en musarañas y otros menesteres.
Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres,
que por causas concretas.
Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos,
los parlamentos, las decoraciones.
En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto
es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.
SE HABLA DE GABRIEL
Como todos los huéspedes mi hijo me estorbaba
ocupando un lugar que era mi lugar,
existiendo a deshora,
haciéndome partir en dos cada bocado.
Fea, enferma, aburrida,
lo sentía crecer a mis expensas,
robarle su color a mi sangre, añadir
un peso y un volumen clandestinos
a mi modo de estar sobre la tierra.
Su cuerpo me pidió nacer, cederle el paso,
darle un sitio en el mundo,
la provisión de tiempo necesaria a su historia.
Consentí. Y por la herida en que partió, por esa
hemorragia de su desprendimiento
se fue también lo último que tuve
de soledad, de yo mirando tras de un vidrio.
Quedé abierta, ofrecida
a las visitaciones, al viento, a la presencia.
ECONOMÍA DOMÉSTICA
He aquí la regla de oro, el secreto del orden:
tener un sitio para cada cosa
y tener
cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.
Impecable anaquel el de los libros:
un apartado para las novelas,
otro para el ensayo
y la poesía en todo lo demás.
Si abres un alacena huele a espliego
y no confundirás los manteles de lino
con los que se usan cotidianamente.
Y hay tambien la vajilla de la gran ocasión
y la otra que se usa, se rompe, se repone
y nunca está completa.
La ropa en su cajón correspondiente
y los muebles guardando las distancias
y la composición que los hace armoniosos.
Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.
Y es también natural
que el polvo no se esconda en los rincones.
Pero hay algunas cosas
que provisionalmente coloqué aquí y allá
o que eché en el lugar de los trebejos.
Algunas cosas. Por ejemplo, un llanto
que no se lloró nunca;
una nostalgia de que me distraje,
un dolor, un dolor del que se borró el nombre,
un juramento no cumplido, un ansia
que se desvaneció como el perfume
de un frasco mal cerrado.
Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.
Esto me desazona. Siempre digo: mañana...
y luego olvido. Y muestro a las visitas,
orgullosa, una sala en la que resplandece
la regla de oro que me dio mi madre.
ENTREVISTA DE PRENSA
Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
-¿Por qué y para qué escribe?
-Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que gente como yo no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces...Pero no, no es tan sencillo.
Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros
chorreaban importancia.
No, no era envidia. Era algo más grave. Era otra cosa.
¿Comprende usted? Las únicas pasiones
lícitas a esa edad son metafísicas.
No me malinterprete.
Y luego, ya madura, descubrí
que la palabra tiene una virtud:
si es exacta es letal
como lo es un guante envenenado.
¿Quiere pasar a ver mi mausoleo?
¿Le gusta este cadáver? Pero si es nada más
una amistad inocua.
Y ésta una simpatía que no cuajó y aquél
no es más que un feto. Un feto.
No me pregunte más. ¿Su clasificación?
En la tarjeta dice amor, felicidad,
lo que sea. No importa.
Nunca fue viable. Un feto en su frasco de alcohol.
Es decir, un poema
del libro del que usted hará el elogio.
NARCISO 70
Cuando abro los periódicos
(perdón por la inmodestia, pero a veces
un poco de verdad
es más alimenticia y confortante
que un par de huevos a la mexicana)
es para leer mi nombre escrito en ellos.
Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón,
es, a pesar de todo, tan pequeño
como una anguila huidiza y se me pierde
entre las líneas ágata que si hablaban de mí
no recurrían más que al adjetivo neutro
tras el que se ocultaba mi persona, mi libro,
mi última conferencia.
¡Bah! ¡Qué importaba! ¡Estaba ahí! ¡Existía!
Real, patente ante mis propios ojos.
Pero cuando no estaba... Bueno, en fin,
hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal.
Y cuando era una errata...
MALA FE
Ni el cielo constelado de estrellas ni la ley
moral, urdida en la raíz del hombre.
No, a diferencia exacta de Kant, no me suscitan
tales contemplaciones
tales meditaciones, maravilla o asombro.
Me conmueve más bien la vastedad
del espacio, la inmensa
magnitud de los tiempos
y las cosas que son y las que ocurren.
¡Tantas cosas! Orugas, tempestades,
hiedras alrededor de una columna
a medio derruir,
casitas suburbanas, tractores, incunables,
abrelatas, tratados de paz, mesas de bridge,
piedras semipreciosas, recetas de cocina
y más y más y más.
Y yo erigiéndome
en el centro del mundo
y sintiéndome el foco de la atención de todo
lo que existe o de aquel que lo creó
si es que lo que existe ha sido creado.
Y yo, coronación de siglos, en que el cambio
se llama evolución para darle un sentido
de perfeccionamiento y espiral
y no de anillo simple que se cierra.
Se llama evolución, por el mismo principio
utilitario por el que se vendan
los ojos a la mula de noria, vuelta y vuelta,
para que no se eche a morir de aburrimiento.
Se llama evolución. Y yo soy la cereza
puesta sobre la punta del helado.
Pero hay un problema que, a veces, me preocupa:
la piedra en el zapato,
el aire que se agita y me despeina
y el arañazo del que convalezco.
Es el Mal. Con Mayúscula. Es la prueba patente
de que en el Universo algo falló
y alguien tiene la culpa: Dios, el diablo,
nuestros primeros padres o los últimos.
Mas yo pago el rescate
-con actos de bondad, con sufrimiento-
para que se restaure el equilibrio
y todo continúes, como ahora, girando.
Esta idea, en verdad, me pasma y de esta
certidumbre intocable me sustento.
VÁLIUM 10
A veces (y no trates
de restarle importancia
diciendo que no ocurre con frecuencia)
se te quiebra la vara con que mides,
se te extravía la brújula
y ya no entiendes nada.
El día se convierte en una sucesión
de hechos incoherentes, de funciones
que vas desempeñando por inercia y por hábito.
Y lo vives. Y dictas el oficio
a quienes corresponde. Y das la clase
lo mismo a los alumnos inscritos que al oyente.
Y en la noche redactas el texto que la imprenta
devorará mañana.
Y vigilas (oh, sólo por encima)
la marcha de la casa, la perfecta
coordinación de múltiples programas
-porque el hijo mayor ya viste de etiqueta
para ir de chambelán a un baile de quince años
y el menor quiere ser futbolista y el de en medio
tiene un póster del Che junto a su tocadiscos-.
Y repasas las cuentas del gasto y reflexionas,
junto a la cocinera, sobre el costo
de la vida y el ars magna combinatoria
del que surge el menú posible y cotidiano.
Y aún tienes voluntad para desmaquillarte
y ponerte la crema nutritiva y aún leer
algunas líneas antes de consumir la lámpara.
Y ya en la oscuridad, en el umbral del sueño,
echas de menos lo que se ha perdido:
el diamante de más precio, la carta
de marear, el libro
con cien preguntas básicas ( y sus correspondientes
respuestas) para un diálogo
elemental siquiera con la Esfinge.
Y tienes la penosa sensación
de que en el crucigrama se deslizó una errata
que lo hace irresoluble.
Y deletreas el nombre del Caos. Y no puedes
dormir si no destapas
el frasco de pastillas y si no tragas una
en la que se condensa,
químicamente pura, la ordenación del mundo.
LECCIONES DE COSAS
Me enseñaron las cosas equivocadamente
los que enseñan las cosas:
los padres, el maestro, el sacerdote,
pues me dijeron: tienes que ser buena.
Basta ser bueno. Al bueno se le da
un dulce, una medalla, todo el amor, el cielo.
Y ser bueno es muy fácil. Basta abatir los párpados
para no ver y no juzgar lo que hacen
los otros, porque no es de tu incumbencia.
Basta no abrir los labios para no protestar
cuando alguno te empuje porque, o no quiso herirte
o no pudo evitarlo
o Dios está probando el temple de tu alma.
De cualquier modo, pues, cuando te ocurra el mal
hay que aceptarlo, agradecerlo incluso,
pero no devolverlo. Y no preguntes
por qué. Porque los buenos
no son inquisitivos.
Y dar. Si tienes una capa córtala
en dos y entrega la mitad al otro
-aunque el otro no sea más que un coleccionista
de mitades de capa-. Eso es asunto suyo
y tu mano derecha debe ignorar... etcétera.
Y recibir con ambas mejillas, eso sí.
No siempre serán golpes.
A veces será el ramo de flores que suscita
fiebre de heno. A veces el marisco
que te produce alergia.
A veces el elogio
que, si no es falso, humilla de raíz,
y que si es falso, ofende, Tú perdona,
que es lo que hacen los buenos.
Obedecía. Se sabe: la obediencia
es la virtud mayor.
Y pasaron los años
y yo era la piedra de tropiezo contra
laque chocaba el distraído o,
si mejor emplazada, punching bag
en el que ejercitaban su destreza los fuertes.
A veces me ponía a hacer "viva la flor"
con mis cartas del naipe y llovía la gracia
indiferentemente sobre de mis amigos
y los que eran amigos de mis amigos, es
decir, mis enemigos.
Y me senté a esperar la medalla o el dulce
y la sonrisa, elpremio, por fin, en este mundo.
Y sólo vi desprecio por mi debilidad,
odio por haber sido el instrumento
de la maldad ajena.
¿Con qué derecho yo quería santificarme
utilizando vicios o carencias
de los demás? ¿Por qué yo me elegía
como única elegida
y era en el mecanismo como el grano de arena
que paraliza toda función? Y, paralíticos,
los activos, pensaban. Y yo era la causa
eficiente de aquellos pensamientos
y no había para mí sino condenación.
Hasta que comprendí. Y me hice un tornillo
bien aceitado con el cual la máquina
trabaja ya satisfactoriamente.
Un tornillo. No tengo
ningún nombre específico ni ningún atributo
según el cual poder calificarme
como mejor o peor o más o menos útil
que los otros tornillos.
Si tuviera que hacer mi apología
ante alguien (que no hay nadie, nunca hubo
ningún testigo de lo que acontece)
diría que estuve en mi lugar y que
giré en la dirección correcta y a la velocidad
requerida y con la frecuencia necesaria.
Y que no procuré ni que me reemplazaran
antes de tiempo, ni me permitieran
seguir cuando había sido declarada inservible.
Y, antes de terminar, quiero que quede
bien claro que no hice nada de lo que hice
por humildad. ¿Acaso los tornillos
son humildes? ¡Ridículo! Y que, menos aún,
mi conducta se entiende merced a la esperanza.
No, ya hace mucho tiempo que el cielo es un factor
que no entra en mis cálculos.
Conformidad, tal vez. Lo que de ningún modo
en un tornillo, como yo, es un mérito
sino, a lo sumo, es una condición.
POST-SCRIPTUM
Mi antagonista (que soy siempre yo) me dice:
Muy sencillo. Has resuelto tu problema
como Spinoza, "more geometricum":
un lugar, una forma para permanecer
y una función, quizá, para cumplir.
Pero se te ha olvidado decir quién supervisa
la coincidencia exacta
entre el tornillo y lo demás; quién firma
el visto bueno de los hechos. Quién...
y, en todo caso, para qué. O por qué.
Pues, evidentemente, nunca has pensado en esto
sino en salir del paso y ponerte a vivir
como si fuera necesario. En fin, muy femenino.
Pero, por Dios, ¿no tienes vergüenza del mendrugo
que masticas, día a día, tan trabajosamente?
¿No te sublevas contra esta tarea circular
de mula en torno de la noria? Al menos
exige que te pongan anteojeras
para no ver que estás siempre en el mismo sitio.
¿Sabes?, la metafísica dora todas las píldoras,
sirve de colagogo, lo mismo que la ética.
No la desprecies tanto, pues ya no eres tan joven.
Y la precisarás, como a la religión
o cualquier otra droga cuando venga
el verdadero tiempo de agonía.
POESÍA NO ERES TÚ
Porque si tú existieras
tendría que existir yo también. Y eso es mentira.
Nada hay más que nosotros: la pareja,
los sexos conciliados en un hijo,
las dos cabezas juntas, pero no contamplándose
(para no convertir a nadie en un espejo)
sino mirando frente a sí, hacia el otro.
El otro: mediador, juez, equilibrio
entre opuestos, testigo,
nudo en el que se anuda lo que se había roto.
El otro, la mudez que pide voz
al que tiene la voz
y reclama el oído del que escucha.
El otro. Con el otro,
la humanidad, el diálogo, la poesía comienzan.
jueves, 9 de diciembre de 2010
Poemas de Horacio Pizzurno en 'Tierra de arados'
Horacio Pizzurno (tras las dos chicas jóvenes, con bigote) es uno de los amigos que tan generosamente me acogieron en General Rodríguez (Buenos Aires) el 18 de julio de 2009 por empecinamiento de Mónica Angelino (en la foto junto a mí, con gafas ambos). También Maximiliano Sacristán, a la izquierda.
Hoy, al fin, puedo decir que he leído (y gustado) el libro de Horacio, y de él te doy cuenta. Pero mejor, que hable su verso. Va.
"Sobre un atril sin partitura
un zorzal ha amanecido
antes que yo"
BIEN PERRO
Como en arena de circo,
giraba 'El Rayo'.
La cucha de rezago,
un estuoso
colador de soles.
Martirio luminoso la cadena,
un abrasivo radio infinito,
y el destino enredado en una estaca.
Ante su número único,
los pájaros del descampado
trocaban canto por semillas.
Si la tarde lo soltaba
entre sangrantes mandarinos,
era un viscoso espectro resentido,
con un collar indeleble.
Como en arena de circo,
giraba 'El Rayo'.
EL AUTO A PEDALES
Amaba yo esa benéfica tracción,
parado allí,
ajeno,
centelleando verde agua.
Las manos de entonces
querían remedarlo,
entre herrumbrados cucharones
y estrábicas espumaderas.
Verbalizadas ruedas posibles,
que a los cuatro años,
no sabía conjugar.
LA ABUELA
Ríspida y encorvada,
gruñe.
Veloz el suero escapa
del molde de los quesos,
como un vano intento de ahorro.
Temor abismal,
chirlo agrio,
mal descortezado bastón de paraíso.
En un ciclo abierto con final cerrado,
llama y convida maíz,
fresco señuelo,
para el pollo víctima,
de su gancho de alambre.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Miguel Pastrana leerá versos en la Sala Trovador
Viernes 10 de diciembre
19:00 horas
Sala Trovador
C/ San José, 3, semiesquina C/ Huertas.
19:00 horas
Sala Trovador
C/ San José, 3, semiesquina C/ Huertas.
Y dice Miguel Pastrana:
"Leeré, sobre todo, poemas de "Lisboa", editado por la Asociación de Escritores y Artistas Españoles en 2008, y que incluye el tríptico "Dueña del Tiempo", ganador del Premio Manrique de Lara. Llevaré algunos ejemplares para la ocasión. También, y por deferencia hacia quienes asistáis, recitaré algunos inéditos más o menos recientes.
El acto se enmarca en las "Tardes de Prometeo" y también recitará poemas suyos Lola Vicente y Carmén Rubio leerá "poemas para el recuerdo" .
Más información sobre la Asociación Prometeo de Poesía en Prometeo Digital."
Y digo que yo, que para saber más de Miguel Pastrana y encontrar versos de su poemario 'Lisboa', sigue la etiqueta Miguel Pastrana de este blog: Poesía Abierta.
El verso del verso, va del amor
4
Gracias por venir a llenarme de dudas.
Gracias por marcharte cuando fueron certezas.
5
Ningún amor pasado fue mejor, pues tuvo fin. Ningún amor futuro será mejor, pues tarda tanto…Estos sentimientos calculo yo que han de ser los culpables de que nos entreguemos de un modo tan impulsivo y total.
Gracias por venir a llenarme de dudas.
Gracias por marcharte cuando fueron certezas.
5
Ningún amor pasado fue mejor, pues tuvo fin. Ningún amor futuro será mejor, pues tarda tanto…Estos sentimientos calculo yo que han de ser los culpables de que nos entreguemos de un modo tan impulsivo y total.
martes, 7 de diciembre de 2010
Un nuevo poema de Jorge Guillén en 'Cántico', seguimos el recuento
JUEGOS
TRES NUBES
Son tres nubes y están solas
En el centro
Del tórrido azul, a julio
Resistiendo.
Y los tres islotes blancos,
Nítidos islotes frescos,
Suavizan la soledad
Severa del firmamento.
Esas anchas nubes planas,
Esos hielos
Muestran un azul ya un poco
Más benévolo.
Aliviadme, refrescadme,
Témpanos. Vuestro archipiélago
Permanezca en mi verano,
Sobre mi sombra y mi techo.
Oh, cuánto azul. ¿Todavía
Con exceso?
Aquí estoy para servirle
De consuelo.
TARDE MUY CLARA
Por el azul los corderos
En redil
Presentaban las blancuras
De su gris.
En un chopo un ave negra
Casi azul
Gemía. ¿No era un doliente
Bululú?
Los corderos esparcían
Candidez.
¿El cielo azul era blanco
Para él?
Casi azul, aunque tan negra
De tensión.
¿El ave no se adornaba
Su dolor?
¡Qué oscuros tantos enigmas
A la par!
Entera lució la tarde:
Claridad.
TRES NUBES
Son tres nubes y están solas
En el centro
Del tórrido azul, a julio
Resistiendo.
Y los tres islotes blancos,
Nítidos islotes frescos,
Suavizan la soledad
Severa del firmamento.
Esas anchas nubes planas,
Esos hielos
Muestran un azul ya un poco
Más benévolo.
Aliviadme, refrescadme,
Témpanos. Vuestro archipiélago
Permanezca en mi verano,
Sobre mi sombra y mi techo.
Oh, cuánto azul. ¿Todavía
Con exceso?
Aquí estoy para servirle
De consuelo.
TARDE MUY CLARA
Por el azul los corderos
En redil
Presentaban las blancuras
De su gris.
En un chopo un ave negra
Casi azul
Gemía. ¿No era un doliente
Bululú?
Los corderos esparcían
Candidez.
¿El cielo azul era blanco
Para él?
Casi azul, aunque tan negra
De tensión.
¿El ave no se adornaba
Su dolor?
¡Qué oscuros tantos enigmas
A la par!
Entera lució la tarde:
Claridad.
'El diccionario del Diablo' de Ambrose Bierce (y fin)
W
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.
Y
Yanqui, s. En Europa, un norteamericano. En los Estados norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui!
Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial.
Z
Zenit, s. Punto del firmamento situado directamente sobre un hombre parado o un repollo que crece. No se considera que un hombre en cama o un repollo en la cacerola tengan zenit, aunque sobre este punto hubo antaño graves controversias entre los eruditos, pues algunos sostenían que la postura del cuerpo carecía de importancia. Estos se llamaron Horizontalistas, mientras que sus rivales fueron los Verticalistas. La herejía Horizontalista fue finalmente aniquilada por Xanobus, rey filósofo de Abara y Verticalista ferviente. Irrumpiendo en una asamblea de filósofos que debatían la cuestión, arrojó una cabeza cortada a los pies de sus oponentes y les pidió que determinaran su zenit, explicando que el cuerpo colgaba afuera, colgado de los talones. Observando que se trataba de la cabeza de su jefe, los Horizontalistas se apresuraron a declararse convertidos al credo que pluguiera a la Corona, y el Horizontalismo ocupó su lugar entre las "fides defuncti".
Zoología, s. Ciencia e historia del reino animal, incluyendo a su reina, la Mosca Doméstica (Musca Maledicta). Se concede universalmente que el padre de la Zoología fue Aristóteles; el nombre de la madre, en cambio, no ha llegado hasta nosotros. Dos de los exponentes más ilustres de esta ciencia han sido Buffon y Oliver Goldsmith y ambos nos dicen que la vaca doméstica cambia de cuernos cada dos años.
Wall Street, s. Símbolo de pecado expuesto a la execración de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones, es una creencia con que todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo.
Y
Yanqui, s. En Europa, un norteamericano. En los Estados norteños, habitante de Nueva Inglaterra. En los estados sureños, la palabra es desconocida en su forma principal, aunque no en su variante ¡fuera yanqui!
Yugo, s. Implemento, mi estimada señora, a cuyo nombre latino, jugum, debemos una de las palabras más esclarecedoras de nuestro idioma: la palabra que define con precisión, ingenio y perspicacia la situación matrimonial.
Z
Zenit, s. Punto del firmamento situado directamente sobre un hombre parado o un repollo que crece. No se considera que un hombre en cama o un repollo en la cacerola tengan zenit, aunque sobre este punto hubo antaño graves controversias entre los eruditos, pues algunos sostenían que la postura del cuerpo carecía de importancia. Estos se llamaron Horizontalistas, mientras que sus rivales fueron los Verticalistas. La herejía Horizontalista fue finalmente aniquilada por Xanobus, rey filósofo de Abara y Verticalista ferviente. Irrumpiendo en una asamblea de filósofos que debatían la cuestión, arrojó una cabeza cortada a los pies de sus oponentes y les pidió que determinaran su zenit, explicando que el cuerpo colgaba afuera, colgado de los talones. Observando que se trataba de la cabeza de su jefe, los Horizontalistas se apresuraron a declararse convertidos al credo que pluguiera a la Corona, y el Horizontalismo ocupó su lugar entre las "fides defuncti".
Zoología, s. Ciencia e historia del reino animal, incluyendo a su reina, la Mosca Doméstica (Musca Maledicta). Se concede universalmente que el padre de la Zoología fue Aristóteles; el nombre de la madre, en cambio, no ha llegado hasta nosotros. Dos de los exponentes más ilustres de esta ciencia han sido Buffon y Oliver Goldsmith y ambos nos dicen que la vaca doméstica cambia de cuernos cada dos años.
lunes, 6 de diciembre de 2010
Mas ¡ay!, ojalá fuera el amor nuestra única fuente de pesar y desengaños. Jejeje, qué dura es la vida.
Osé i temí; mas pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más m’enciende i arde
cuanto más la esperanza se desvía.
Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser qu’el seso guarde
a quien s’entrega ciego a su porfía.
Tal vez pruevo (mas ¿qué me vale?) alçarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerça el hecho.
Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es onra ya, ni justo que s’estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.
Fernando de Herrera
Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda sierra,
que aún no llego a la cumbre, cuando ierra
el pie, i trabuco al fondo despeñado.
Del golpe i de la carga maltratado,
me alço a pena, i a mi antigua guerra
buelvo: mas ¿qué me vale?; que la tierra
mesma me falta al curso acostumbrado.
Pero aunqu’ en el peligro desfallesco,
no desamparo el passo; qu’ antes torno
mil vezes a cansar[m’] en este engaño.
Crece el temor, i en la porfía cresco;
i sin cessar, cual rueda buelbe en torno,
assí rebuelvo a despeñar[m’] al daño.
Fernando de Herrera
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más m’enciende i arde
cuanto más la esperanza se desvía.
Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser qu’el seso guarde
a quien s’entrega ciego a su porfía.
Tal vez pruevo (mas ¿qué me vale?) alçarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerça el hecho.
Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es onra ya, ni justo que s’estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.
Fernando de Herrera
Subo con tan gran peso quebrantado
por esta alta, empinada, aguda sierra,
que aún no llego a la cumbre, cuando ierra
el pie, i trabuco al fondo despeñado.
Del golpe i de la carga maltratado,
me alço a pena, i a mi antigua guerra
buelvo: mas ¿qué me vale?; que la tierra
mesma me falta al curso acostumbrado.
Pero aunqu’ en el peligro desfallesco,
no desamparo el passo; qu’ antes torno
mil vezes a cansar[m’] en este engaño.
Crece el temor, i en la porfía cresco;
i sin cessar, cual rueda buelbe en torno,
assí rebuelvo a despeñar[m’] al daño.
Fernando de Herrera
sábado, 4 de diciembre de 2010
jueves, 2 de diciembre de 2010
Selección de 'Trabajo ilegal' de Óscar Oliva
Puentes
Alguien puso en la palma de las manos del hombre líneas que
se entrecruzan, que corren unas debajo de otras, que vienen de
distintas partes del cuerpo, que van hacia los ojos de una
quiromántica como puentes que pasan sobre tumbas. Tengo la
impresión mirando las mías que pueden ser un mapa que ese
alguien nos hubiera dejado como parte de un enigma, para que
en él pudiéramos ir descifrando los caminos del universo, y
para que un día los recorramos. Tal vez en algún punto de
nuestro destino encontraremos a ese alguien que será un
hombre como nosotros tratando de interpretar las líneas de sus
propias manos. Por lo pronto las líneas de mis manos son más
parecidas a esos caminos que hay en la tierra, y a esas manos
que aprietan el universo hasta sofocarlo. Mis manos juntas son
el libro que escribo. Alguien lo lee por encima de mi hombro.
Memorial de las ruinas
De tantas vida que tuve,
que tengo,
varias habría que dejar vivir,
varias que dejar morir;
no recoger ninguna cuando se mira por encima del pie,
y de todas juntas habría que hacer un atado
para mirar hacia el baño de tumba,
encontrar que la puerta aún se encuentra cerrada.
De tantos sueños que tuve,
que tengo,
hay uno que habría que repetir,
el más secreto,
del que nunca me he acordado,
del que no quedó nada,
que soñaré anteayer sin darme cuenta de que lo he repetido.
De tantas palabras que he escrito,
habría que sacudirse las manos,
soplar en todas las arrugas,
volver a escribir sobre ellas.
Con las palabras que no he escrito,
que están debajo de mis uñas,
de mis párpados,
que se agitan como un hormiguero en las yemas de mis dedos,
lo mejor sería esperar ese golpe de la frente contra la puerta.
Para estar seguros que no se abre.
Porque si se abriera se nos caerían todas las estatuas.
Alguien puso en la palma de las manos del hombre líneas que
se entrecruzan, que corren unas debajo de otras, que vienen de
distintas partes del cuerpo, que van hacia los ojos de una
quiromántica como puentes que pasan sobre tumbas. Tengo la
impresión mirando las mías que pueden ser un mapa que ese
alguien nos hubiera dejado como parte de un enigma, para que
en él pudiéramos ir descifrando los caminos del universo, y
para que un día los recorramos. Tal vez en algún punto de
nuestro destino encontraremos a ese alguien que será un
hombre como nosotros tratando de interpretar las líneas de sus
propias manos. Por lo pronto las líneas de mis manos son más
parecidas a esos caminos que hay en la tierra, y a esas manos
que aprietan el universo hasta sofocarlo. Mis manos juntas son
el libro que escribo. Alguien lo lee por encima de mi hombro.
Memorial de las ruinas
a Marco Antonio Sánchez Daza
De tantas vida que tuve,
que tengo,
varias habría que dejar vivir,
varias que dejar morir;
no recoger ninguna cuando se mira por encima del pie,
y de todas juntas habría que hacer un atado
para mirar hacia el baño de tumba,
encontrar que la puerta aún se encuentra cerrada.
De tantos sueños que tuve,
que tengo,
hay uno que habría que repetir,
el más secreto,
del que nunca me he acordado,
del que no quedó nada,
que soñaré anteayer sin darme cuenta de que lo he repetido.
De tantas palabras que he escrito,
habría que sacudirse las manos,
soplar en todas las arrugas,
volver a escribir sobre ellas.
Con las palabras que no he escrito,
que están debajo de mis uñas,
de mis párpados,
que se agitan como un hormiguero en las yemas de mis dedos,
lo mejor sería esperar ese golpe de la frente contra la puerta.
Para estar seguros que no se abre.
Porque si se abriera se nos caerían todas las estatuas.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Rebeca Álvarez en la Casa del Libro de Gran Vía con su poesía
jueves, 2 de diciembre,
a las 20h,
Rebeca Álvarez Casal del Rey
en...
en...
Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida
Casa del Libro: Gran Vía, 29
3ª planta
Se acompañará de Óscar Pirot,
poeta con un toque oscuro que combina muy bien con la ocasión.
Sigue la etiqueta Rebeca Álvarez Casal del Rey para leer versos de este poemario de Rebeca.
Noticia de Estel Juliá. Poética y verso.
Poética
Considero que la poesía es un medio de comunicación abierto, donde el lector puede o no cerrar la puerta,
dejarla entreabierta o salir corriendo.
La poesía transmite sobre todo una realidad
distinta cómo el mundo racional la categoriza,
transmite también sentimientos, imágenes, sonidos
y hasta colores; el único requisito es sintonizar
con la idea que el autor nos ofrece.
En ocasiones ésto último no sucede, por lo que no
tiene por qué ser comestible, aunque puede
generar debate.
La poesía, es además, un estado desde el que
el ser humano puede abrir caminos en otras direcciones
y que en otras condiciones, jamás abriría.
Y dicho esto sólo me queda decir:
¡Poesía al poder¡
Después de la tempestad
Después de la tempestad
regreso al jardín secreto.
Jardín de las horas perdidas
que abre sus puertas e invita
con su alfombra de hojarasca
a pies que recorren la espesura.
Cierro las ventanas, pliego alas
hasta la próxima marea
que me hará sentir el gozo
en el límite incierto de los dedos.
Con la espuma bordaré en las nubes
estrofas blancas, serán mensajes
para aves que regresan a sus nidos.
Ellas no olvidarán el secreto
que oculto perdurará encerrado
en el jardín de papel adormecido.
Extraídos de su blog.
Considero que la poesía es un medio de comunicación abierto, donde el lector puede o no cerrar la puerta,
dejarla entreabierta o salir corriendo.
La poesía transmite sobre todo una realidad
distinta cómo el mundo racional la categoriza,
transmite también sentimientos, imágenes, sonidos
y hasta colores; el único requisito es sintonizar
con la idea que el autor nos ofrece.
En ocasiones ésto último no sucede, por lo que no
tiene por qué ser comestible, aunque puede
generar debate.
La poesía, es además, un estado desde el que
el ser humano puede abrir caminos en otras direcciones
y que en otras condiciones, jamás abriría.
Y dicho esto sólo me queda decir:
¡Poesía al poder¡
Después de la tempestad
Después de la tempestad
regreso al jardín secreto.
Jardín de las horas perdidas
que abre sus puertas e invita
con su alfombra de hojarasca
a pies que recorren la espesura.
Cierro las ventanas, pliego alas
hasta la próxima marea
que me hará sentir el gozo
en el límite incierto de los dedos.
Con la espuma bordaré en las nubes
estrofas blancas, serán mensajes
para aves que regresan a sus nidos.
Ellas no olvidarán el secreto
que oculto perdurará encerrado
en el jardín de papel adormecido.
Extraídos de su blog.
El verso del verso, va del amor
¿He dicho ya lo que significa el verso del verso? Decirlo lo he dicho, pero escribirlo...me da que no. Pues va siendo hora.
Llamen los argentinos versero al fabulador, al demagogo, al que dice cosas alejadas de la realidad y al que las adorna para hacerlas sonar bien y ser agradablemente acogidas. Verso es, entonces, esa fabulación y ese adorno que nos mienten. 'El verso del verso', pues, ya se explica solo: cuánta mentira y cuánta corrección hipócrita hay que desterrar de la mala poesía. ¡Cuánta!
Pues, no exento de humor, como espero que hayas contemplado en las sentencias ya publicadas, la misma perspectiva me asaltó al reflexionar sobre el amor. Reflexionar y reflejar (admíteme la disgresión) son la misma cosa, ¿verdad? Así que piensa si te viene en gana que las ideas que ahora te voy a exponer no son más que la imagen en el espejo del papel (en este caso de la pantalla) de un personal estado de ánimo, ligado a situaciones y hechos que evidentemente no te voy a detallar. Pero, en fin, qué es la literatura si no experiencia, sea vital o netamente ideal, en cualquier caso, siempre sentimental.
No más rollo, ¡ya está bien!, vamos a la cosa. ¿Título...? Me lo sigo pensando, pero es un apartado de 'El verso del verso'. ¡Cuidado!, ahí va. (No digas que no te avisé.)
1
Esporádicamente, esperanza. Ésta es la espita o la espoleta que acciona el amor. Luego, esparcir espinas con espacio es dar amor.
2
¿Por qué caemos enamorados? Por un deslumbarmiento. ¿Hasta cuándo dura? Hasta recuperar la vista.
3
Si el amor fuera tan elevado, pocos lo alcanzarían.
Llamen los argentinos versero al fabulador, al demagogo, al que dice cosas alejadas de la realidad y al que las adorna para hacerlas sonar bien y ser agradablemente acogidas. Verso es, entonces, esa fabulación y ese adorno que nos mienten. 'El verso del verso', pues, ya se explica solo: cuánta mentira y cuánta corrección hipócrita hay que desterrar de la mala poesía. ¡Cuánta!
Pues, no exento de humor, como espero que hayas contemplado en las sentencias ya publicadas, la misma perspectiva me asaltó al reflexionar sobre el amor. Reflexionar y reflejar (admíteme la disgresión) son la misma cosa, ¿verdad? Así que piensa si te viene en gana que las ideas que ahora te voy a exponer no son más que la imagen en el espejo del papel (en este caso de la pantalla) de un personal estado de ánimo, ligado a situaciones y hechos que evidentemente no te voy a detallar. Pero, en fin, qué es la literatura si no experiencia, sea vital o netamente ideal, en cualquier caso, siempre sentimental.
No más rollo, ¡ya está bien!, vamos a la cosa. ¿Título...? Me lo sigo pensando, pero es un apartado de 'El verso del verso'. ¡Cuidado!, ahí va. (No digas que no te avisé.)
1
Esporádicamente, esperanza. Ésta es la espita o la espoleta que acciona el amor. Luego, esparcir espinas con espacio es dar amor.
2
¿Por qué caemos enamorados? Por un deslumbarmiento. ¿Hasta cuándo dura? Hasta recuperar la vista.
3
Si el amor fuera tan elevado, pocos lo alcanzarían.
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