¡Actualidad! Tan fugaz/ En su cogollo y su miga,/ Regala a mi lentitud/ El sumo sabor a vida. Jorge Guillén
sábado, 31 de marzo de 2012
viernes, 30 de marzo de 2012
En 'Versiones' de Rosario Castellanos el poema de Paul Claudel 'Oda segunda, el espíritu y el agua' (5)
¿Y qué es el agua inerte al lado del espíritu,
su potencia
junto a su actividad, la materia comparada con el precio del obrero?
¡Yo siento, olfateo, desenmarañado, sigo el rastro, respiro con un cierto sentido
cómo está hecha la cosa! ¡Y yo también estoy colmado de un dios, estoy lleno de ignorancia y de genio!
Oh, fuerzas trabajando alrededor de mí,
sé hacer tanto como vosotras. ¡Soy libre, soy violento,
soy libre a la manera vuestra que los profesores no entienden!
Como el árbol nuevo en la primavera de cada año inventa, trabajado por su alma,
el verde, el mismo que es eterno, y crea de la nada su hoja puntiaguda,
yo, el hombre,
yo sé lo que hago,
yo hago uso, yo soy dueño
del ímpetu y de este mismo poder de nacimiento y de creación.
Yo estoy en el mundo, yo ejercito en todas direcciones mi conocimiento.
Yo conozco todas las cosas y todas las cosas se conocen en mí y yo doy a cada cosa su liberación.
Gracias a mí
ninguna cosa permanece en la soledad puesto que yo asocio a una con otra en mi corazón.
¡Y esto no es aún suficiente!
¿Qué me importa la puerta abierta si no tengo la llave?
¿Qué me importa mi libertad si yo noy soy mi propio dueño?
Yo miro todas las cosas y vedme: no soy el esclavo sino el dominador.
Toda cosa
Padece, a menos de imponerse, forzando a que las demás se concilien con ella. Todo ser nuevo
es una victoria sobre los seres que ya estaban allí.
jueves, 29 de marzo de 2012
Julio Santiago presenta su último libro (por el momento) en Madrid
PRESENTACIÓN DEL LIBRO "IROTISMOS" (AYUNTAMIENTO DE MÁLAGA/MONOSABIO)
DE JULIO SANTIAGO
A cargo de Ana Mª Cuervo de Los Santos, Diego Medina Poveda (Diego Medina Martín en su lugar), Juan Antonio Loro y el autor.
Viernes 30 de marzo
20:30 horas
librería "Libros Dodó"
C/Vallehermoso, 35
MADRID
Metro: Quevedo.
Al finalizar el acto se ofrecerá una copa de vino y un pincho a todos los asistentes.
Los que estéis en Madrid, no os lo perdáis. A Julio es difícil seguirle, pues tiene mucha actividad, pero precisamente por eso es fácil poder asistir a alguna de ellas. Si puedes, ve.
Suerte, Julio.
Otro modernista argentino, Enrique Larreta en sonetos y más(1)
Enrique Larreta (1875-1961) por Ignacio Zuloaga; al fondo, la ciudad de Ávila.
Los secretos de nuestra historia, o que uno es muy ignorante.
Partiendo del libro del que ya te he hablado y del que he sacado poesía modernista argentina para Poesía Abierta (La poesía modernista, Biblioteca Argentina Fundamental, 1968, Buenos Aires), encuentro un buen manojo de maravillosos sonetos de Enrique Larreta. Así pues, a buscar en Google esos mismos sonetos para ahorarrme su escritura, y algo más. ¡Y mucho más!
En la Biblioteca Virtual Cervantes, Biblioteca del soneto. Autores: letra L, de Ramón García González, hallo una colección extensísima de sonetos de Larreta. No los he contado, pero según creo recoge los 88 que constituyen La calle de la vida y de la muerte, la totalidad de su obra poética, que compila en 1941.
Su gusto por el Siglo de Oro y por una España que conoce y ama, se nota en esos versos, y no solo en ellos. Al parecer, Larreta (que fue miembro de la RAE), amigo de otro ingenio sin igual, Miguel de Unamuno, es más celebrado (¡aún más!) por su prosa, concretamente La gloria de don Ramiro (una vida en tiempos de Felipe II), 1908 (léela aquí). También le inspira España Zogoibi (1926), cuyo título significa "el desventurado", que fue como se llamó al rey Boabdil tras la pérdida de Granada.
Anoto, por último, para poner de relieve la importancia de su figura, este comentario de Rubén Darío: "Intelectualmente el autor de La Gloria de D. Ramiro está entre las pocas dominantes figuras de Hispanoamérica. Su libro es en su género, lo mejor que en asunto de novelas ha producido nuestra literatura neo mundial. Hágase algo superior y Larreta pasará a segundo término".
(Cabezas. Ed, Aguilar - México - madrid- Buenos Aires)
Nosotros, ahora, nos daremos a compartirte sus sonetos. A leer su novela... ay, por ahora no, pero aquí queda colgado el enlace.
Por cierto, que comienzo por ponerte algunos de sus sonetos más dramáticos. Hace unos días os hablaba de cómo me sorprende ver, de repente, ni que hubiera empezado a leer ayer, en cierta poesía una réplica del gusto de Federico García Lorca por el teatro y por la poesía dramática del Siglo de Oro, que a mi entender se trasluce en su Romancero gitano, cuyos poemas son auténticos cuadros teatrales. Pues Larreta, que no sé si conoció a Federico y que es mayor que él, ya anduvo ese camino. Aquí la prueba.
AZELAÍN EN GUIPÚZCOA
Sale él mismo, en pantuflos, el seco mayorazgo.
En vascuence “Azelaingo”, le dicen, “Naguzía”.
Tiene espejuelos verdes y bufanda tenía.
Negro bastón bruñido. Vara de infanzonazgo.
Soñando con antiguos derechos de obispazgo,
me enseña como suyas iglesia y sacristía.
“Brindemos como deudos. Celebremos –decía-,
con mi vino manchego, luego, luego, el hallazgo”.
Culpa fue de tu llama, valdepeñas bravío.
Al indagar por qué no se ha casado nunca,
“Algo falta –le digo-, señor, en su espelunca.”
El destapa un arcón perfumado y vacío.
¡Fantasma en un fantasma de ropas conservado!
Y lo cierra de nuevo. Sus ojos se han mojado.
GATO LUNERO
Gato, gato lunero, gato de los tejados
nupciales. Brasas verdes. Degollados violines
de las siete lujurias. Ese de espadachines
mostachos y bufidos y saltos endiablados.
Ese de los atroces amores despeñados.
Lo recuerdo en Toledo y en hora de maitines,
antes de amanecer, cuando los fervorines
soñolientos despegan los párpados sagrados.
Nocturna comprensión, por fin, de las hurañas
rejas y las paredes altas como montañas
para atajar al Diablo y encerrarlo en el mundo.
Seguramente, aquel giboso garabato
felino, era una traza del espíritu inmundo
que cuela por los techos el fósforo del gato.
EL POZO
Son dos sombras inmóviles junto al brocal. Un trozo
de barro queda apenas de aquel nido de hornero.
¡Cuántas y cuántas veces, besándose primero
con la emoción del agua, bebieron de este pozo!
Ella baja los párpados y, sin mirarla, el mozo
le dice con tristeza: “¡Malhaya el forastero
que me robó mi bien y malhaya el dinero!”
Es su voz más que voz un varonil sollozo.
Se han juntado sus manos. Llora la sangre, llora
bajo la piel morena; mientras ella, al instante,
“Fue la vida –responde-, no fui yo la traidora.”
Luego los dos se inclinan sobre el profundo espejo.
Él la mira allá abajo celestial y distante.
Pureza del no ser en el ser de un reflejo.
LA GITANA
Vete, vete, gitana, la de los peines rojos.
Gitana, la gitana, la del olor impuro.
Florero de claveles. Zacatín de los piojos.
Pero no, no te vayas. Aquí tienes el duro.
Aquí tienes mi mano. Clava, clava tus ojos,
clávalos en los míos, si quieres. Yo te juro
sobre tus amuletos y quebrantacerrojos
y chusquines robados, que no temo el conjuro
de tus pestañas, aunque todos saben que pones
en ellas cierto dengue de hollín, cierto agorero
tiznajo de candiles, con sus invocaciones.
¡Ah! gitana de almíbar, pegajosa y lejana
como tu voz, ¡ah!, vete, vete cuanto antes. Pero
no te vayas aún, no te vayas, gitana.
Más pruebas habrá; para esta primera selección he tirado del recuerdo, buscando diálogos y cuadros antiguos, pero más tenemos. En sucesivas ocasiones iremos publicando los sonetos que he tomado en el orden en que están en el pdf (qué te lo puedes descargar) de Ramón García González.
Mesonero Romanos, cómo son "Las casas por dentro"
Las casas por dentro
Carta de un curioso provincial al curioso madrileño
«Señor Curioso, muy señor mío: desde que hallándome en esa capital empezó V. a publicar sus observaciones sobre las costumbres de Madrid, en el periódico titulado Cartas españolas, me incluí en el número de los suscritores a dicho periódico, lisonjeado por la idea de que, aun después de mi salida de ésa, refrescaría en mi servicio aun imaginación (con el auxilio de V.) aquellos cuadros que tantas veces habían herido mis sentidos. Otro servicio aún más importante me ha hecho V., cual es el de haberme relevado de la insoportable precisión de responder a tantas preguntas como al regresar de mis correrías me hacían siempre mi mujer, mis hijos y mis amigos; precisión a la verdad más dura que lo que parece; pues ya sabe usted que el hacer descripciones no es para todos, y más si han de reunir las circunstancias de verdad, chiste e interés. Así es que vi el cielo abierto con la oferta de usted, y desde entonces, cuando alguno me importuna con sus dudas sobre tal o cual objeto de la corte, siempre le remito al momento en que a V. se le ponga en las mientes hablar de él.
»Pero es el caso, señor Parlante , que como quiera que es más fácil preguntar qué responder,casi siempre me encuentro atrasado de contestaciones con estas gentes, y Dios sabe lo que V. me hace penar hasta que llega la suya. Pero llega, y entonces es el pavonearme yo, reunir la asamblea, desplegar majestuosamente el papel, correr la vista en silencio por las primeras líneas, sonreírme un tanto, gozándome en la impaciencia de mis oyentes, y empezar en fin mi lectura con todo el énfasis de un poeta novel.
»Mas la exigencia de los demandantes rara vez se da por satisfecha con la ración que V. nos concede; quisieran ellos en pocos momentos ponerse al corriente de lo que sin duda habrá costado a V. muchos años de observación; y si bien esta ansiedad me parece injusta e irreflexiva, no dejo, sin embargo, alguna vez de convenir con ellos en ciertos extremos.
»Por ejemplo, no pudo menos de hacerme fuerza la reflexión de una de mis niñas, que decía días pasados: -¿Por qué ese señor Curioso casi siempre nos habla de los objetos públicos, como calles y paseos, y nada nos ha dicho aún del interior de las casas? Pues qué, ¿nada hay que decir de ellas en Madrid? -Calla, niña (la contesté yo), que todo se andará si el palo no se rompe , y trazas lleva el tal señor de no dejarlo tan pronto. -Mas si bien es cierto que la hice callar, no así calló mi imaginativa, que me inclinó a pensar que la chica podría tener razón, y que si en lo sucesivo habíamos de juzgar con acierto de los dramas íntimos que nos presente en sus cuadros familiares, era indispensable ante todas cosas hacernos tomar conocimiento exacto del lugar de la escena.
»Fue tanta la fuerza que me hizo esa consideración, que me determiné a escribirle a V., y para más empeñarlo en mi objeto (y sin que sea visto querer introducirme en su terreno), me ha parecido conveniente hacerle una ligera descripción de la casa en que yo viví en Madrid por si en ella encuentra alguna o algunas circunstancias que pueden aplicarse cómodamente a las demás.
»Pero antes de dar principio a mi bosquejo, será bien enterar a V. de que mi marcha a Madrid fue convidado por los veraces ofrecimientos de un antiguo amigo, sujeto de consideración en la corte, el cual exigió de mí la circunstancia de haber de habitar en su casa, con el objeto de no apartarnos un punto en mis correrías por el pueblo; la posición social de mi amigo, y sus más que medianas facultades, me convencieron de que sus ofertas no le serían molestas, y acepté el convite.
»Di fondo en una de las cinco grandes calles que desembocan en la famosa Puerta del Sol, y delante de un longuísimo caserón. La multitud de sus balcones y ventanas; la elegancia de su pintura, aún reciente, y las demás circunstancias que constituían su adorno exterior, me afirmaron en la idea de que iba a habitar en un palacio y en el seno de las comodidades; pero puse el pie en el portal y desapareció la ilusión, echando de ver, por mi desgracia, que éste era el primer petardo que se me ofrecía en Madrid.
»Por de pronto, el tal portal era medianamente estrecho, oscuro y prolongado, y la mitad de su espacio hallábase acotado por un remendón de zapatos, que a falta de portero, ejercitaba no mal el oficio de despertador; la otra mitad se hallaba interrumpida por el doble y repugnante depósito indispensable en los portales de la corte; por manera que para ganar la escalera era forzoso atravesar entre ambos escollos; es verdad que, en logrando pillar ésta, ya podía uno olvidarse de aquéllos, para ocuparse exclusivamente en las revueltas, desniveles y tortuosidades de tan ingeniosa arquitectura; sólo tenía una contra tan prolijo examen, y era que si por casualidad se oían resonar en la parte más alta las rotundas pisadas del aguador asturiano, no había más remedio que volver a bajar, o hacer que él volviese a subir, por la imposibilidad de hallar paso simultáneo. El adorno de tan magnífica escalinata era correspondiente, y consistía en una barandilla de hierro, enemiga natural de todo guante de color; unas ventanas que daban a un patio, cubiertas con vidrios verduscos y ennegrecidos por las moscas (a excepción, empero, de algunos más claros que los de Venecia, por donde se trasmitía, no sólo la luz, sino el aire y el agua), y en lo alto de toda la fábrica, un tragaluz, que propiamente se la tragaba, y aun también a una numerosa cohorte de bichos centípedos que habitaban aquellas regiones.
»Delante de la meseta principal, un vaso de vidrio, enclavado cerca de una ventanilla, prestaba su escasa luz durante las primeras horas de la noche. Por último, en cada descanso había dos o tres o más puertas que indicaban otras tantas habitaciones separadas, y al lado de cada una colgaba un pedazo de cordel, un hilo de alambre o una cadena tosca de hierro para llamar. Exceptúanse, sin embargo, algunas puertas del piso tercero, donde, sin necesidad de llamar, solían abrir al menor ruido de botas.
»Mi amigo, según pude averiguar a duras penas, ocupaba una de las habitaciones principales. No puedo negar a V. que la primera vista de ella me causó mucha extrañeza, no acertando a encontrar la más mínima analogía entre las circunstancias del sujeto y las de la habitación; pero poco a poco me fui convenciendo de que todo consiste en los nombres de las cosas más que en las cosas mismas, y que tal podría yo tomar por estrecha y mezquina venta, que no fuese sino espléndido y cómodo castillo.
»Después de una antesala, que por lo breve podría pasar por esdrújulo, se entraba en el gran salón, que consistía en un cuadri no más longo que de unos veinte pies por quince de ancho. Compartían la pared de fachada dos balcones, dejando en el medio un espacio suficiente para un espejo, una mesa con un reloj y dos quinqués. La pintura de toda la sala era sencilla, de color caña, interrumpida en las esquinas por fajas de otros colores, un sofá, una docena de sillas, cuatro chucherías en las rinconeras, seis vistas de la Suiza en sendos marcos de caoba, una modesta lámpara pendiente del techo, y un velador colocado debajo concluían el adorno del salón principal; el gabinete inmediato jugaba por el mismo estilo, si bien ostentaba dos muebles más, a saber, el indispensable brasero y una jaula dorada cerca del balcón. La alcoba principal no tenía más relieve que la cama lisa, llana y limpia de colgaduras y garambainas. Pasábase después a unos dormitorios a guisa de camarotes de fragata, tan espaciosos, que el durmiente podía muy bien formarse una perfecta idea de su última mansión. En seguida me ostentó mi amigo sus galerías , que eran dos corredores, cuyas inevitables paredes se iban desgastando en los codos de los transeúntes. Éstas estaban adornadas con colecciones muy entretenidas de mapas de las provincias de Valaquia y Moldavia.
»También tenemos aquí nuestro jardín» -(me dijo, asomándome a un estrecho patio, donde campeaban hasta unos ocho tiestos, y cuya elevada altura, cruzada en todas direcciones de cuerdas llenas de ropas puestas a secar, le daban cierta semejanza al interior de un buque empavesado). Luego me llevó al comedor ; verdad es que entonces estaba haciendo de sala de baño ; después me mostró su estudio , cuyas vistas agradables sobre un tejadillo le hacían muy a propósito para el caso. -¿Y el tocador de tu esposa? le dije yo. -Ya le hemos dejado adelante, en aquella pieza donde tengo mi biblioteca. -¿También ésa? -También ésa. -En efecto; luego pasamos por la biblioteca, y vi sobre una mesa dos legajos de Diarios de Avisos, una Guía de forasteros, un calendario, un tomo cuarto del Quijote, y una novela sentimental, que el maestro de baile había prestado a la señorita. -Por último, vimos la cocina , que era ancha como cañón de chimenea y tan clara como las Soledades de Góngora; no tengo necesidad de advertir que se hallaba adicionada con el estrecho recinto que más lejos de ella debía colocarse, porque ya se sabe que ésta es circunstancia indispensable en las cocinas de Madrid. Desde allí se pasaba a una despensa , lo suficientemente húmeda para prestar cierto saborete a todos los bastimentos en ella apiñados; y, por último, se bajaba a los sótanos y bodegas , cuya extensión era tal, que había que mirarlos desde la escalera siempre que estaban surtidos de un carro de carbón o de dos arrobas de vino.
»Tal, amigo mio, era la habitación principal de esta casa; juzgue V. ahora de las demás. Pues siendo cual era, tenía dos tiendas, y en ellas vivían un sombrerero y un ebanista; el zapatero del portal dormía en un chiribitil de la escalera; un diestro de esgrima en el entresuelo; un empleado y un comerciante en los principales; un maestro de escuela y un sastre en los segundos; una ama de huéspedes, una modista y una planchadora en los terceros; un músico de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y dos viudas ocupaban las buhardillas, y hasta en un desvancillo que caía sobre éstas había encontrado su asiento un matemático, que llevaba publicadas varias observaciones sobre las principales alturas del globo.
»Por lo que a mí toca, bien pronto empecé a suspirar por las comodidades a que estaba acostumbrado, y así es que a los dos meses abandoné aquella mansión y volví esta provincia; pero júrole a V. que no pude hacerlo sin notable deterioro de mis sentidos; pues gracias a la escasa luz que el patio empavesado nos suministraba, perdí algunos grados de vista; mi olfato llegó casi a neutralizarse con las continuas exhalaciones de los pozos, albañales, comunes y vertederos de la tal casa; por una consecuencia inmediata vino a resentirse el gusto, que siempre tuve delicado; el oído perdió su natural fineza con la bataola del zapatero, del ebanista, del esgrimidor, de los chicos de la escuela y del músico, sólo el tacto llegó a sutilizárseme hasta un punto tal, que atajaba en su camino en el punto y hora que quería a las antropófagas chinches que paseaban mi persona en aquellas fementidas alcobas durante la hora de la siesta.
»He aquí, curiosísimo señor, la pintura fiel de mi habitación en Madrid; ignoro si las demás (hablo tan sólo de las de la clase media) se le parecen, y en este caso no puedo menos de compadecer a ustedes, porque pagan aprecio de oro tantas inconveniencias, mientras aquí disfrutamos habitaciones cómodas y aun regaladas por lo que ahí cuesta una buhardilla. De todos modos, espero que me conteste para desengañarme, y que reconozca desde ahora uno de sus apasionados en - El Provinciano ».
Y el Parlante , poco deseoso de decidir tamaña cuestión, deja por hoy a sus lectores la propiedad de inclinarse al partido que bien quieran, y al Provinciano la posesión de ejercitar su despiadada sátira contra las casas de Madrid.
(Julio de 1832)
Carta de un curioso provincial al curioso madrileño
«Señor Curioso, muy señor mío: desde que hallándome en esa capital empezó V. a publicar sus observaciones sobre las costumbres de Madrid, en el periódico titulado Cartas españolas, me incluí en el número de los suscritores a dicho periódico, lisonjeado por la idea de que, aun después de mi salida de ésa, refrescaría en mi servicio aun imaginación (con el auxilio de V.) aquellos cuadros que tantas veces habían herido mis sentidos. Otro servicio aún más importante me ha hecho V., cual es el de haberme relevado de la insoportable precisión de responder a tantas preguntas como al regresar de mis correrías me hacían siempre mi mujer, mis hijos y mis amigos; precisión a la verdad más dura que lo que parece; pues ya sabe usted que el hacer descripciones no es para todos, y más si han de reunir las circunstancias de verdad, chiste e interés. Así es que vi el cielo abierto con la oferta de usted, y desde entonces, cuando alguno me importuna con sus dudas sobre tal o cual objeto de la corte, siempre le remito al momento en que a V. se le ponga en las mientes hablar de él.
»Pero es el caso, señor Parlante , que como quiera que es más fácil preguntar qué responder,casi siempre me encuentro atrasado de contestaciones con estas gentes, y Dios sabe lo que V. me hace penar hasta que llega la suya. Pero llega, y entonces es el pavonearme yo, reunir la asamblea, desplegar majestuosamente el papel, correr la vista en silencio por las primeras líneas, sonreírme un tanto, gozándome en la impaciencia de mis oyentes, y empezar en fin mi lectura con todo el énfasis de un poeta novel.
»Mas la exigencia de los demandantes rara vez se da por satisfecha con la ración que V. nos concede; quisieran ellos en pocos momentos ponerse al corriente de lo que sin duda habrá costado a V. muchos años de observación; y si bien esta ansiedad me parece injusta e irreflexiva, no dejo, sin embargo, alguna vez de convenir con ellos en ciertos extremos.
»Por ejemplo, no pudo menos de hacerme fuerza la reflexión de una de mis niñas, que decía días pasados: -¿Por qué ese señor Curioso casi siempre nos habla de los objetos públicos, como calles y paseos, y nada nos ha dicho aún del interior de las casas? Pues qué, ¿nada hay que decir de ellas en Madrid? -Calla, niña (la contesté yo), que todo se andará si el palo no se rompe , y trazas lleva el tal señor de no dejarlo tan pronto. -Mas si bien es cierto que la hice callar, no así calló mi imaginativa, que me inclinó a pensar que la chica podría tener razón, y que si en lo sucesivo habíamos de juzgar con acierto de los dramas íntimos que nos presente en sus cuadros familiares, era indispensable ante todas cosas hacernos tomar conocimiento exacto del lugar de la escena.
»Fue tanta la fuerza que me hizo esa consideración, que me determiné a escribirle a V., y para más empeñarlo en mi objeto (y sin que sea visto querer introducirme en su terreno), me ha parecido conveniente hacerle una ligera descripción de la casa en que yo viví en Madrid por si en ella encuentra alguna o algunas circunstancias que pueden aplicarse cómodamente a las demás.
»Pero antes de dar principio a mi bosquejo, será bien enterar a V. de que mi marcha a Madrid fue convidado por los veraces ofrecimientos de un antiguo amigo, sujeto de consideración en la corte, el cual exigió de mí la circunstancia de haber de habitar en su casa, con el objeto de no apartarnos un punto en mis correrías por el pueblo; la posición social de mi amigo, y sus más que medianas facultades, me convencieron de que sus ofertas no le serían molestas, y acepté el convite.
»Di fondo en una de las cinco grandes calles que desembocan en la famosa Puerta del Sol, y delante de un longuísimo caserón. La multitud de sus balcones y ventanas; la elegancia de su pintura, aún reciente, y las demás circunstancias que constituían su adorno exterior, me afirmaron en la idea de que iba a habitar en un palacio y en el seno de las comodidades; pero puse el pie en el portal y desapareció la ilusión, echando de ver, por mi desgracia, que éste era el primer petardo que se me ofrecía en Madrid.
»Por de pronto, el tal portal era medianamente estrecho, oscuro y prolongado, y la mitad de su espacio hallábase acotado por un remendón de zapatos, que a falta de portero, ejercitaba no mal el oficio de despertador; la otra mitad se hallaba interrumpida por el doble y repugnante depósito indispensable en los portales de la corte; por manera que para ganar la escalera era forzoso atravesar entre ambos escollos; es verdad que, en logrando pillar ésta, ya podía uno olvidarse de aquéllos, para ocuparse exclusivamente en las revueltas, desniveles y tortuosidades de tan ingeniosa arquitectura; sólo tenía una contra tan prolijo examen, y era que si por casualidad se oían resonar en la parte más alta las rotundas pisadas del aguador asturiano, no había más remedio que volver a bajar, o hacer que él volviese a subir, por la imposibilidad de hallar paso simultáneo. El adorno de tan magnífica escalinata era correspondiente, y consistía en una barandilla de hierro, enemiga natural de todo guante de color; unas ventanas que daban a un patio, cubiertas con vidrios verduscos y ennegrecidos por las moscas (a excepción, empero, de algunos más claros que los de Venecia, por donde se trasmitía, no sólo la luz, sino el aire y el agua), y en lo alto de toda la fábrica, un tragaluz, que propiamente se la tragaba, y aun también a una numerosa cohorte de bichos centípedos que habitaban aquellas regiones.
»Delante de la meseta principal, un vaso de vidrio, enclavado cerca de una ventanilla, prestaba su escasa luz durante las primeras horas de la noche. Por último, en cada descanso había dos o tres o más puertas que indicaban otras tantas habitaciones separadas, y al lado de cada una colgaba un pedazo de cordel, un hilo de alambre o una cadena tosca de hierro para llamar. Exceptúanse, sin embargo, algunas puertas del piso tercero, donde, sin necesidad de llamar, solían abrir al menor ruido de botas.
»Mi amigo, según pude averiguar a duras penas, ocupaba una de las habitaciones principales. No puedo negar a V. que la primera vista de ella me causó mucha extrañeza, no acertando a encontrar la más mínima analogía entre las circunstancias del sujeto y las de la habitación; pero poco a poco me fui convenciendo de que todo consiste en los nombres de las cosas más que en las cosas mismas, y que tal podría yo tomar por estrecha y mezquina venta, que no fuese sino espléndido y cómodo castillo.
»Después de una antesala, que por lo breve podría pasar por esdrújulo, se entraba en el gran salón, que consistía en un cuadri no más longo que de unos veinte pies por quince de ancho. Compartían la pared de fachada dos balcones, dejando en el medio un espacio suficiente para un espejo, una mesa con un reloj y dos quinqués. La pintura de toda la sala era sencilla, de color caña, interrumpida en las esquinas por fajas de otros colores, un sofá, una docena de sillas, cuatro chucherías en las rinconeras, seis vistas de la Suiza en sendos marcos de caoba, una modesta lámpara pendiente del techo, y un velador colocado debajo concluían el adorno del salón principal; el gabinete inmediato jugaba por el mismo estilo, si bien ostentaba dos muebles más, a saber, el indispensable brasero y una jaula dorada cerca del balcón. La alcoba principal no tenía más relieve que la cama lisa, llana y limpia de colgaduras y garambainas. Pasábase después a unos dormitorios a guisa de camarotes de fragata, tan espaciosos, que el durmiente podía muy bien formarse una perfecta idea de su última mansión. En seguida me ostentó mi amigo sus galerías , que eran dos corredores, cuyas inevitables paredes se iban desgastando en los codos de los transeúntes. Éstas estaban adornadas con colecciones muy entretenidas de mapas de las provincias de Valaquia y Moldavia.
»También tenemos aquí nuestro jardín» -(me dijo, asomándome a un estrecho patio, donde campeaban hasta unos ocho tiestos, y cuya elevada altura, cruzada en todas direcciones de cuerdas llenas de ropas puestas a secar, le daban cierta semejanza al interior de un buque empavesado). Luego me llevó al comedor ; verdad es que entonces estaba haciendo de sala de baño ; después me mostró su estudio , cuyas vistas agradables sobre un tejadillo le hacían muy a propósito para el caso. -¿Y el tocador de tu esposa? le dije yo. -Ya le hemos dejado adelante, en aquella pieza donde tengo mi biblioteca. -¿También ésa? -También ésa. -En efecto; luego pasamos por la biblioteca, y vi sobre una mesa dos legajos de Diarios de Avisos, una Guía de forasteros, un calendario, un tomo cuarto del Quijote, y una novela sentimental, que el maestro de baile había prestado a la señorita. -Por último, vimos la cocina , que era ancha como cañón de chimenea y tan clara como las Soledades de Góngora; no tengo necesidad de advertir que se hallaba adicionada con el estrecho recinto que más lejos de ella debía colocarse, porque ya se sabe que ésta es circunstancia indispensable en las cocinas de Madrid. Desde allí se pasaba a una despensa , lo suficientemente húmeda para prestar cierto saborete a todos los bastimentos en ella apiñados; y, por último, se bajaba a los sótanos y bodegas , cuya extensión era tal, que había que mirarlos desde la escalera siempre que estaban surtidos de un carro de carbón o de dos arrobas de vino.
»Tal, amigo mio, era la habitación principal de esta casa; juzgue V. ahora de las demás. Pues siendo cual era, tenía dos tiendas, y en ellas vivían un sombrerero y un ebanista; el zapatero del portal dormía en un chiribitil de la escalera; un diestro de esgrima en el entresuelo; un empleado y un comerciante en los principales; un maestro de escuela y un sastre en los segundos; una ama de huéspedes, una modista y una planchadora en los terceros; un músico de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y dos viudas ocupaban las buhardillas, y hasta en un desvancillo que caía sobre éstas había encontrado su asiento un matemático, que llevaba publicadas varias observaciones sobre las principales alturas del globo.
»Por lo que a mí toca, bien pronto empecé a suspirar por las comodidades a que estaba acostumbrado, y así es que a los dos meses abandoné aquella mansión y volví esta provincia; pero júrole a V. que no pude hacerlo sin notable deterioro de mis sentidos; pues gracias a la escasa luz que el patio empavesado nos suministraba, perdí algunos grados de vista; mi olfato llegó casi a neutralizarse con las continuas exhalaciones de los pozos, albañales, comunes y vertederos de la tal casa; por una consecuencia inmediata vino a resentirse el gusto, que siempre tuve delicado; el oído perdió su natural fineza con la bataola del zapatero, del ebanista, del esgrimidor, de los chicos de la escuela y del músico, sólo el tacto llegó a sutilizárseme hasta un punto tal, que atajaba en su camino en el punto y hora que quería a las antropófagas chinches que paseaban mi persona en aquellas fementidas alcobas durante la hora de la siesta.
»He aquí, curiosísimo señor, la pintura fiel de mi habitación en Madrid; ignoro si las demás (hablo tan sólo de las de la clase media) se le parecen, y en este caso no puedo menos de compadecer a ustedes, porque pagan aprecio de oro tantas inconveniencias, mientras aquí disfrutamos habitaciones cómodas y aun regaladas por lo que ahí cuesta una buhardilla. De todos modos, espero que me conteste para desengañarme, y que reconozca desde ahora uno de sus apasionados en - El Provinciano ».
Y el Parlante , poco deseoso de decidir tamaña cuestión, deja por hoy a sus lectores la propiedad de inclinarse al partido que bien quieran, y al Provinciano la posesión de ejercitar su despiadada sátira contra las casas de Madrid.
(Julio de 1832)
miércoles, 28 de marzo de 2012
Noticia de Julio Reija
Tarde llego, sí, como de costumbre (salvo para los del pasado, que cualquier momento es siempre bueno); tarde llego, digo, a anotar la lectura que Julio Reija realizó el pasado 22 de marzo en Madrid. ¿Por qué lo cuento? Pues porque a cuento de esa convocatoria Julio adjuntaba un vídeo, el que va a continuación.
Julio Reija, poeta eminentemente visual, uno de los autores de Πoetas, además de maquetador y diseñador de la antología y la colección que se viene. Disfrútalo.
Julio Reija, poeta eminentemente visual, uno de los autores de Πoetas, además de maquetador y diseñador de la antología y la colección que se viene. Disfrútalo.
Rodolfo Hinostroza en Madrid
Rodolfo Hinosotroza, gran poeta peruano que nos dio libertad para seleccionar su obra en πoetas, está hoy en Madrid, en la Libreria Iberoamericana, con motivo de la reedición de su segundo libro, Contra natura. En πoetas damos una muestra de él, así como del resto de su obra. (Ninguno de los libros te los puedes perder.) Hombre polifacético Rodolfo Hinostroza, tan deudo de la poesía como de la gastronomía y la astrología. A continuación la convocatoria de la librería, cuya dirección es C/Huertas, 40.
Recientemente se cumplieron 40 años de la publicación de un libro esencial para la poesía hispanoamericana contemporánea, Contra natura, de Rodolfo Hinostroza (Barral, 1971). Iberoamericana quiere unirse a las celebraciones y, aprovechando la breve visita de Hinostroza a Madrid, los invitamos a una intensa lectura, este miércoles 28 a las 20.00h., en el local de nuestra librería.
Después de la lectura, conversaremos con el autor, sobre su obra reciente y diversa, acompañados de una copa de vino.
***
Rodolfo Hinostroza (Huaraz, Perú, 1941) es uno de los poetas latinoamericanos vivos más importantes. Su obra poética incluye Consejero del lobo (1965), Contra natura (1971), Memorial de Casa Grande (2005) y poemas dispersos que han sido recogidos en varias recopilaciones de su poesía.
Si bien el Premio Maldoror (con Octavio Paz entre el jurado) otorgado a Contra natura en 1970 convirtió a Hinostroza en un poeta famoso, su producción es muy variada. Ésta incluye teatro, relatos breves, novela (Fata morgana), prosa (Aprendizaje de la limpieza) y obras dedicadas a la gastronomía peruana y la astrología.
Recientemente se cumplieron 40 años de la publicación de un libro esencial para la poesía hispanoamericana contemporánea, Contra natura, de Rodolfo Hinostroza (Barral, 1971). Iberoamericana quiere unirse a las celebraciones y, aprovechando la breve visita de Hinostroza a Madrid, los invitamos a una intensa lectura, este miércoles 28 a las 20.00h., en el local de nuestra librería.
Después de la lectura, conversaremos con el autor, sobre su obra reciente y diversa, acompañados de una copa de vino.
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Rodolfo Hinostroza (Huaraz, Perú, 1941) es uno de los poetas latinoamericanos vivos más importantes. Su obra poética incluye Consejero del lobo (1965), Contra natura (1971), Memorial de Casa Grande (2005) y poemas dispersos que han sido recogidos en varias recopilaciones de su poesía.
Si bien el Premio Maldoror (con Octavio Paz entre el jurado) otorgado a Contra natura en 1970 convirtió a Hinostroza en un poeta famoso, su producción es muy variada. Ésta incluye teatro, relatos breves, novela (Fata morgana), prosa (Aprendizaje de la limpieza) y obras dedicadas a la gastronomía peruana y la astrología.
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. De la angina (3)
23
Si en días que no son críticos
Las calenturas terminan,
Si antes de hacerlo caminan
Sin buenos signos también,
Debe esperarse a fe mía,
Que aparezcan nuevamente
En el mísero paciente
De su vida en el vaivén.
24
En una fiebre muy larga,
Mas de la cual el paciente
Aunque no muy fácilmente
Pueda quedar vencedor,
Si de alguna flegmasía
Que lo aflige y le molesta,
O de causa manifiesta
No dimana su dolor,
Debe esperarse que se haga
Por este febril acceso,
Duro y sensible un absceso
En una articulación,
Principalmente de aquellas
Que están en los interiores
De las partes inferiores
Ejerciendo su función.
25
Los abscesos de esta clase,
A la verdad harto cruda,
Se suelen formar, no hay duda,
Con bastante prontitud
En aquellos infelices
Que treinta años no han cumplido,
Y ya ven así perdido
El caudal de su salud.
26
Mas con todo, no se debe
De aguardar en tal suceso
Que se presente el absceso
Hasta que el tiempo sutil
Haya llevado veloz
Sobre sus alas impías
Los primeros veinte dias
De la alteracion febril.
Si en días que no son críticos
Las calenturas terminan,
Si antes de hacerlo caminan
Sin buenos signos también,
Debe esperarse a fe mía,
Que aparezcan nuevamente
En el mísero paciente
De su vida en el vaivén.
24
En una fiebre muy larga,
Mas de la cual el paciente
Aunque no muy fácilmente
Pueda quedar vencedor,
Si de alguna flegmasía
Que lo aflige y le molesta,
O de causa manifiesta
No dimana su dolor,
Debe esperarse que se haga
Por este febril acceso,
Duro y sensible un absceso
En una articulación,
Principalmente de aquellas
Que están en los interiores
De las partes inferiores
Ejerciendo su función.
25
Los abscesos de esta clase,
A la verdad harto cruda,
Se suelen formar, no hay duda,
Con bastante prontitud
En aquellos infelices
Que treinta años no han cumplido,
Y ya ven así perdido
El caudal de su salud.
26
Mas con todo, no se debe
De aguardar en tal suceso
Que se presente el absceso
Hasta que el tiempo sutil
Haya llevado veloz
Sobre sus alas impías
Los primeros veinte dias
De la alteracion febril.
martes, 27 de marzo de 2012
Jesús Hilario Tundidor en El Libertad, mañana miércoles 28 de marzo
RECITAL-HOMENAJE AL POETA JESÚS HILARIO TUNDIDOR
A cargo de Enrique Gracia Trinidad, Rafael Soler, Antonio Crespo Massieu, Sol de Diego, David Domínguez González, Ariadna García, Manuel López Azorín, Ángel Guinda, Julio Santiago, Ricardo del Olmo, Pilar Manzanares, Rafa Mora, Moncho Otero y Lucía Caramés.
Miércoles 28 de marzo
19:00 horas
Café Libertad 8.
C/ Libertad, 8
MADRID
Metro: Chueca y Banco de España.
lunes, 26 de marzo de 2012
En Graffiti, de Radio Euskadi, con Raúl Ibáñez
"Graffiti" es un programa de Radio Euskadi, el de la tarde. Raúl Ibáñez tiene en él un espacio para la divulgación matemática, y el día 2 de febrero, por mediación de nuestra común amiga Marta Macho Stadler, me invitó a contar a sus oyentes sobre πoetas (primera antología de poesía con matemáticas). Con mucho gusto intervine a través del teléfono (aunque más gustoso hubiera sido estar en el estudio) y aquí os dejo el enlace al audio en su web.
Como no solo de πoetas vive el lector, os comparto también el espacio que Raúl Ibáñez dedicó, con motivo del día internacional de la poesía, a José Florencio Martínez, Clara Janés y Sofía Rhei.
Qué los disfrutéis. (Espero.)
Como no solo de πoetas vive el lector, os comparto también el espacio que Raúl Ibáñez dedicó, con motivo del día internacional de la poesía, a José Florencio Martínez, Clara Janés y Sofía Rhei.
Qué los disfrutéis. (Espero.)
Encuentro de poetas italianos en Madrid, 2 de junio de 2012, plazo para apuntarse, 5 de mayo. Más información, aquí
"la poesia italiana è fuori, dopotutto"
dopotutto [d|t] organizza una
L E T T U R A P O E T I C A
in collaborazione con Italiana_madrid rivolta agli autori italiani "fuori" residenti in Spagna.
Se vuoi partecipare alla serata, invia una mail con allegata una selezione di tuoi testi poetici (min. 5 max. 10 in versione .doc o .pdf) e una breve nota biobibliografica, entro il 5 maggio 2012, all’indirizzo info.dopotutto@gmail.com
[d|t]
El evento será en Italiana_madri; Corredera Baja de San Pablo, 10.
Ojalá de esta nueva locura de mi amigo Alessandro Mistrorigo puedan surgir nuevas colaboraciones.
Desde luego sé que Alessandro sabrá aprovecharlo para nuevos proyectos. Y yo lo celebro.
dopotutto [d|t] organizza una
L E T T U R A P O E T I C A
in collaborazione con Italiana_madrid rivolta agli autori italiani "fuori" residenti in Spagna.
Se vuoi partecipare alla serata, invia una mail con allegata una selezione di tuoi testi poetici (min. 5 max. 10 in versione .doc o .pdf) e una breve nota biobibliografica, entro il 5 maggio 2012, all’indirizzo info.dopotutto@gmail.com
[d|t]
El evento será en Italiana_madri; Corredera Baja de San Pablo, 10.
Ojalá de esta nueva locura de mi amigo Alessandro Mistrorigo puedan surgir nuevas colaboraciones.
Desde luego sé que Alessandro sabrá aprovecharlo para nuevos proyectos. Y yo lo celebro.
Poemas de Ernesto Mario Barreda y Alberto Ghiraldo
Seguimos con los modernistas argentinos y, principalmente, sus sonetos.
En vista de que las versiones que tengo difieren en algo de las que he encontrado en internet, cito la fuente. Hay mucho avispado al que no le duelen prendas al pervertir el sentido original del poema cuando no es de su agrado, en un caso, y mucho torpe que a su capricho modifica la estructura del verso. En fin, ahí van.
EL MALÓN (Ernesto Mario Barreda)
Por la enorme y despierta planicie del paisaje
los pájaros de presa prorrumpen su graznido.
Y entre la humareda del pajonal ardido,
se descubre a lo lejos el horror del pillaje...
Empuñada la lanza, sobre el potro, un salvaje
medio desnudo, cruza lanzando su alarido;
y blanquean los dientes del bronceado bandido,
¡bajo la dura máscara de su feroz tatuaje!
Sobre la misteriosa llanura dilatada,
dando al viento la negra cabellera crinada,
ululante y feroz, se aleja como un dardo.
Le fulguran los ojos en avidez lasciva:
¡y aprieta el cuerpo blanco de la mujer cautiva
su áspera y terrible caricia de leopardo!
En "La poesía modernista" (Centro editor de América Latina, 1968)
LA VOZ MATINAL (Alberto Ghiraldo)
I
Los avispones zumban bajo el alero,
en el corral el gallo lanza su alerta
y en el fondo del bosque todos los pájaros
vibran himno gigante porque despierta
el sol y la esperanza; vuelve a la vida
el mundo como un niño que abre los ojos
tras la noche apacible de encantos llena;
allá en el horizonte, lucen los rojos
del astro, que soberbio, fecunda o taja,
que da luz o la quita, según la suerte,
pues que también tranquilo mira a los hombres
caer bajo sus rayos que dan la muerte
en medio de los trojes de trigo rubio
o en medio de los campos hechos jardines.
Que la tumba va abriéndose paso entre flores
a las que ama y seduce para sus fines.
III
Todo palpita, muévese o sonríe
de la vida exterior bajo los mantos
y en mi mundo interior, en mi floresta,
canta el pájaro azul todos sus cantos.
En "La poesía modernista" (Centro editor de América Latina, 1968)
En vista de que las versiones que tengo difieren en algo de las que he encontrado en internet, cito la fuente. Hay mucho avispado al que no le duelen prendas al pervertir el sentido original del poema cuando no es de su agrado, en un caso, y mucho torpe que a su capricho modifica la estructura del verso. En fin, ahí van.
EL MALÓN (Ernesto Mario Barreda)
Por la enorme y despierta planicie del paisaje
los pájaros de presa prorrumpen su graznido.
Y entre la humareda del pajonal ardido,
se descubre a lo lejos el horror del pillaje...
Empuñada la lanza, sobre el potro, un salvaje
medio desnudo, cruza lanzando su alarido;
y blanquean los dientes del bronceado bandido,
¡bajo la dura máscara de su feroz tatuaje!
Sobre la misteriosa llanura dilatada,
dando al viento la negra cabellera crinada,
ululante y feroz, se aleja como un dardo.
Le fulguran los ojos en avidez lasciva:
¡y aprieta el cuerpo blanco de la mujer cautiva
su áspera y terrible caricia de leopardo!
En "La poesía modernista" (Centro editor de América Latina, 1968)
LA VOZ MATINAL (Alberto Ghiraldo)
I
Los avispones zumban bajo el alero,
en el corral el gallo lanza su alerta
y en el fondo del bosque todos los pájaros
vibran himno gigante porque despierta
el sol y la esperanza; vuelve a la vida
el mundo como un niño que abre los ojos
tras la noche apacible de encantos llena;
allá en el horizonte, lucen los rojos
del astro, que soberbio, fecunda o taja,
que da luz o la quita, según la suerte,
pues que también tranquilo mira a los hombres
caer bajo sus rayos que dan la muerte
en medio de los trojes de trigo rubio
o en medio de los campos hechos jardines.
Que la tumba va abriéndose paso entre flores
a las que ama y seduce para sus fines.
III
Todo palpita, muévese o sonríe
de la vida exterior bajo los mantos
y en mi mundo interior, en mi floresta,
canta el pájaro azul todos sus cantos.
En "La poesía modernista" (Centro editor de América Latina, 1968)
'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (16)
Continuación de TRANSIGENCIAS
El conferenciante ideal es el que logra entretener sin que nadie se entere de lo que dice.
La vida de sociedad es buena porque nos permite descubrir a las personas interesantes; pero tiene de malo que para poder tratarlas un poco hay que soportar a muchísimas más que nos fastidian.
Los relatos históricos sólo se ajustarían a la verdad si los historiadores tuvieran la suerte de acertar en todo.
Cuando viajamos en tren y llueve, pensamos que hemos sido muy prudentes de no hacer el viaje a pie.
Hay muchos sistemas para conseguir que los demás se acuerden siempre de nosotros; uno es no pagar nunca a nadie.
Un hombre sin experiencia se distingue de un hombre con experiencia en que aquél ha de cometer muchos errores que éste ha cometido ya.
El ambiente de algunas casas es agradable aunque todos los demás miembros de la familia que la habitan sean desagradables; es estas casas suelen pasarlo mal los que viven en ellas y bien los forasteros.
Ignoro por qué los hombres tienen tanto interés en cenar con una mujer. Si se cena con otro hombre se tiene la esperanza de que el otro pague la cena, y este es el mejor condimento. Con una mujer no hay esperanza alguna.
Hay cosas de las que todo el mundo habla y no hace nadie; y otras que todo el mundo hace sin que jamás se hable de ellas.
¿Qué mérito tiene no hacer trampa en el juego cuando no se sabe hacer? Yo no sé, pero, si supiera, tal vez un día me gustaría probar.
Las costumbres se diferencian de las manías en que sirven menos para acabar los versos, por falta de consonantes en umbre.
En mi casa tengo un reloj antiguo del siglo XVIII que me costó muy caro. Para que mis amigos se fijen en el reloj he tenido que pararlo; si anda, todos se fijan en la hora.
Para que no se altere el orden en el interior de las oficinas es necesario que los jefes nunca digan en voz alta lo que piensan de sus subordinados y que los subordinados en esto, por lo menos, imiten a sus jefes.
El conferenciante ideal es el que logra entretener sin que nadie se entere de lo que dice.
La vida de sociedad es buena porque nos permite descubrir a las personas interesantes; pero tiene de malo que para poder tratarlas un poco hay que soportar a muchísimas más que nos fastidian.
Los relatos históricos sólo se ajustarían a la verdad si los historiadores tuvieran la suerte de acertar en todo.
Cuando viajamos en tren y llueve, pensamos que hemos sido muy prudentes de no hacer el viaje a pie.
Hay muchos sistemas para conseguir que los demás se acuerden siempre de nosotros; uno es no pagar nunca a nadie.
Un hombre sin experiencia se distingue de un hombre con experiencia en que aquél ha de cometer muchos errores que éste ha cometido ya.
El ambiente de algunas casas es agradable aunque todos los demás miembros de la familia que la habitan sean desagradables; es estas casas suelen pasarlo mal los que viven en ellas y bien los forasteros.
Ignoro por qué los hombres tienen tanto interés en cenar con una mujer. Si se cena con otro hombre se tiene la esperanza de que el otro pague la cena, y este es el mejor condimento. Con una mujer no hay esperanza alguna.
Hay cosas de las que todo el mundo habla y no hace nadie; y otras que todo el mundo hace sin que jamás se hable de ellas.
¿Qué mérito tiene no hacer trampa en el juego cuando no se sabe hacer? Yo no sé, pero, si supiera, tal vez un día me gustaría probar.
Las costumbres se diferencian de las manías en que sirven menos para acabar los versos, por falta de consonantes en umbre.
En mi casa tengo un reloj antiguo del siglo XVIII que me costó muy caro. Para que mis amigos se fijen en el reloj he tenido que pararlo; si anda, todos se fijan en la hora.
Para que no se altere el orden en el interior de las oficinas es necesario que los jefes nunca digan en voz alta lo que piensan de sus subordinados y que los subordinados en esto, por lo menos, imiten a sus jefes.
domingo, 25 de marzo de 2012
¿Dónde estamos, adónde vamos los poetas?
Cuando Alejandro Céspedes decía, el día de la presentación de 'πoetas' en el Ateneo de Madrid, que las matemáticas le permitían decirse desde afuera, impersonalizar, yo no podía sorprenderme. En fechas posteriores leí unos poemas en que decía me representaba en primera persona como mujer, y al leer los poemas el público vio que la persona empleada era la tercera, se me olvidó comentarles que incluso en la vida, a lo largo de los años, me han dicho que hablo de mí como si fuera otro, desde lejos. Expresiones como "uno piensa", "uno quiere", empleadas por mí quieren decir, "yo pienso", "yo quiero". A veces, cuando tomo consciencia, escapo de ellas, pero siempre vuelvo.
Pero a qué viene esta disertación que a continuación extenderé. Viene a que ayer estuve en una magnífica lectura en "La Marabunta", en Lavapiés, a cargo de de Víktor Gómez Ferrer y, sobre todo para mí en el día de ayer, Laura Giordani, que me llevaron a hacerme los planteamientos que ahora te comparto. (No solo sobre mí, sobre todo acerca de la poesía y los poetas, por eso lo pongo en estas líneas y lo publico de inmediato.)
No he dejado nunca de verme como un producto de mi propio pensamiento y mi propia intencionalidad; como luego conocí de Ortega y Gasset, digo que el ser del hombre no es algo estático, algo fijo, sino su construcción. El ser es la construcción de lo que pretendemos ser. El ser no es logro, sino aspiración, por eso para mí es tan natural decirme en tercera persona: yo aún no soy yo.
Alejandro Céspedes viene de escribir en primerísima persona, poesía de la experiencia, y él, de formación filósofo, de repente descubre que el lenguaje de las matemáticas le permite trascenderse. Del empirismo de Locke al idealismo de Platón, natural y esencial vuelta a los orígenes. Desde que los científicos se desligaron del mito y se dieron en exclusiva a la razón (anclada en la axiomatización y condimentada con el empirismo) comienza la decadencia de la humanidad. (Esta sentencia creo que me la secunda Russell, según me han dicho, aunque no he leído aún.) Así que Alejandro busca un lenguaje que le permita trascenderse y remontarse al mito que le/nos permita soñarnos y descubrir otros caminos que la realidad hoy le/nos niega. En este mar, yo navego con placidez.
Lo que realmente me inquieta y me hace zozobrar es que habiendo gran coincidencia formal con otras poesías/poéticas de hoy, hay un abismo en cuanto a planteamientos, percepciones, sensaciones... y consecuencias.
Comenzó Laura Giordani por justificar el título de uno de sus libros, "Materia oscura". La materia oscura, según Laura Giordani dice que dice la física, es la inmensa mayoría de la existente, materia invisible que sostiene la nimia (por insginificante y portentosa, según yo) materia visible. Después de esto nos habla de los muertos que sostienen nuestro verso, de los poblados chabolistas, las villas miseria argentinas, del constante saqueo de África... Y aquí llega para mí el conflicto.
Versos vibrantes los de Laura que me han hecho palpitar, asentir y sentir grandes de deseos de explotar exaltado, sí, pero que en esos mismos momentos me provocan un gran desasogiego. ¿Estas tristes realidades no son materia periodística? ¿Estamos ocupando los poetas el lugar de los informadores? ¿No somos los poetas parte de esa masa desdichada? Qué confusión, qué jaleo, qué locura, qué drama.
Los poetas queremos explicarnos a nosotros mismos, nuestra sociedad, el mundo en el que vivimos, y parece que hoy apostamos por observarnos en vez de decirnos, por describirnos en vez de mostrarnos. Ni siquiera los poetas nos atrevemos a decir yo. Bien es cierto que ese yo con el que nos hemos dicho hace poco se nos queda escaso, pero estos tiempos en que vivimos (hablo de política y economía) en que nosotros justificamos los propios cambios que nos desmontan hasta negarnos y anularlos, los poetas somos voceros de ese discurso y ¡ahogamos! nuestra propia voz.
Así, creo, en efecto, que esta sociedad de la comunicación en la que vivimos no es la de la información. Si estuviéramos informados, qué necesidad habría de llevar al verso lo que está en mente y en boca de todos. Los refranes no se utilizan para hacer poesía, la poesía no está en la generalidad aplicada a lo concreto, sino en lo concreto llevado a lo universal. Luego el déficit y la mala calidad de la información es lo que lleva a los poetas a convertirse en informadores.
Por otra parte, qué capacidad de informar tenemos los poetas, pero si no llegamos a nadie... si somos apenas un eco confuso... Así, adoptando este papel, nosotros los conscientes (porque aspiramos a serlo, te recuerdo a Ortega), no somos más que un endeble y sumiso aliado. Hablamos como si lo que pasa en el mundo fuera materia de la sensiblidad y de preocupación, cuando, no siendo así, debiera ocuparnos. Hablamos desde afuera, como si todo el disparate que acontece no fuera materia nuestra, personal, de cada uno y de todos. Hablamos, en fin, por desahogarnos y no para hacernos, y hablamos, y no actuamos, para perpetuar el estado de cosas.
¿Hablo de revolución? Vengamos a menos, ¿de poesía social? No y no. Hablo del yo. Atrevámonos a decir yo. El que los poetas, que tenemos este reducto que, por insignificante e inocuo para la sociedad, sigue siendo de libertad, renunciemos al yo es una muestra harto preocupante de la sociedad en que vivimos. Si no nos atrevemos los poetas, quién podrá.
Federico, portento dramático en prosa, no quiso renunciar al más rico tesoro de nuestra tradición poética, la obra de nuestros dramaturgos del siglo de oro; prueba de ello son los cuadros que representa en nuestro "Romancero Gitano" (la tradición) y "Poeta en Nueva York" (la modernidad). La poesía social que vino luego, a parte de otras consideraciones históricas, no se hubiera dado si no hubiéramos tenido a Federico. Y entre los poetas sociales, que he querido pensar siempre como pretendidos sacerdotes o gurús que nos traían un modelo que plasmar en nuestras vidas, me acuerdo sin embargo de que Miguel Hernández nos pedía: "decidme en el alma quién", y ahí quiero ver ahora a un hombre suplicante que pedía a los que le rodeaban que le ayudaran a encontrarse. La experiencia decidió que los demás sobraban.
Pues hoy existen poetas que, como Federico, quieren pintarnos el panorama social, y como buenos pintores no quieren formar parte de sus propios cuadros; pero se olvidan de que Velázquez no era malo y se pintó entre las meninas. Federico reacciona ante un convulso comienzo de siglo en que la cultura quería constituirse en una torre de marfil, en que la pobreza era analfabetismo e ignorancia, y la riqueza, cultura y arrogancia. Federico, desde la cultura, prestó oídos a los silenciados. Hoy somos más los pastores que los catedráticos y los señoritos, y que adoptemos el empeño de hablar desde afuera, que sigamos dramatizando la poesía, es un claro indicativo de nuestra aspiración a un ascenso de clase y de nuestra conformidad con el estado de cosas. Y con esto, entiéndase, no hablo de Laura Giordani, con quien aún ho he tenido la suerte de intercambiar palabras y felicitarla.
Demasiadas cosas, muy a la ligera y muy desordenadas, pero aún no tengo paciencia para sentarme a escribir este ensayo; tal vez con la edad, que dicen que es más adecuada para darse a este género. Pero sí se me manifiesta con cierta claridad esta distinción: poetas que salen de sí para encontrarse (buscan en el pensamiento, en la filosofía, en el lenguaje, productos sociales heredados y por transformar), poetas que salen de sí para callarse (miran lo cotidiano, lo próximo, lo pasajero y fugaz). Y me asusto, sí, porque soy ambos.
Pero a qué viene esta disertación que a continuación extenderé. Viene a que ayer estuve en una magnífica lectura en "La Marabunta", en Lavapiés, a cargo de de Víktor Gómez Ferrer y, sobre todo para mí en el día de ayer, Laura Giordani, que me llevaron a hacerme los planteamientos que ahora te comparto. (No solo sobre mí, sobre todo acerca de la poesía y los poetas, por eso lo pongo en estas líneas y lo publico de inmediato.)
No he dejado nunca de verme como un producto de mi propio pensamiento y mi propia intencionalidad; como luego conocí de Ortega y Gasset, digo que el ser del hombre no es algo estático, algo fijo, sino su construcción. El ser es la construcción de lo que pretendemos ser. El ser no es logro, sino aspiración, por eso para mí es tan natural decirme en tercera persona: yo aún no soy yo.
Alejandro Céspedes viene de escribir en primerísima persona, poesía de la experiencia, y él, de formación filósofo, de repente descubre que el lenguaje de las matemáticas le permite trascenderse. Del empirismo de Locke al idealismo de Platón, natural y esencial vuelta a los orígenes. Desde que los científicos se desligaron del mito y se dieron en exclusiva a la razón (anclada en la axiomatización y condimentada con el empirismo) comienza la decadencia de la humanidad. (Esta sentencia creo que me la secunda Russell, según me han dicho, aunque no he leído aún.) Así que Alejandro busca un lenguaje que le permita trascenderse y remontarse al mito que le/nos permita soñarnos y descubrir otros caminos que la realidad hoy le/nos niega. En este mar, yo navego con placidez.
Lo que realmente me inquieta y me hace zozobrar es que habiendo gran coincidencia formal con otras poesías/poéticas de hoy, hay un abismo en cuanto a planteamientos, percepciones, sensaciones... y consecuencias.
Comenzó Laura Giordani por justificar el título de uno de sus libros, "Materia oscura". La materia oscura, según Laura Giordani dice que dice la física, es la inmensa mayoría de la existente, materia invisible que sostiene la nimia (por insginificante y portentosa, según yo) materia visible. Después de esto nos habla de los muertos que sostienen nuestro verso, de los poblados chabolistas, las villas miseria argentinas, del constante saqueo de África... Y aquí llega para mí el conflicto.
Versos vibrantes los de Laura que me han hecho palpitar, asentir y sentir grandes de deseos de explotar exaltado, sí, pero que en esos mismos momentos me provocan un gran desasogiego. ¿Estas tristes realidades no son materia periodística? ¿Estamos ocupando los poetas el lugar de los informadores? ¿No somos los poetas parte de esa masa desdichada? Qué confusión, qué jaleo, qué locura, qué drama.
Los poetas queremos explicarnos a nosotros mismos, nuestra sociedad, el mundo en el que vivimos, y parece que hoy apostamos por observarnos en vez de decirnos, por describirnos en vez de mostrarnos. Ni siquiera los poetas nos atrevemos a decir yo. Bien es cierto que ese yo con el que nos hemos dicho hace poco se nos queda escaso, pero estos tiempos en que vivimos (hablo de política y economía) en que nosotros justificamos los propios cambios que nos desmontan hasta negarnos y anularlos, los poetas somos voceros de ese discurso y ¡ahogamos! nuestra propia voz.
Así, creo, en efecto, que esta sociedad de la comunicación en la que vivimos no es la de la información. Si estuviéramos informados, qué necesidad habría de llevar al verso lo que está en mente y en boca de todos. Los refranes no se utilizan para hacer poesía, la poesía no está en la generalidad aplicada a lo concreto, sino en lo concreto llevado a lo universal. Luego el déficit y la mala calidad de la información es lo que lleva a los poetas a convertirse en informadores.
Por otra parte, qué capacidad de informar tenemos los poetas, pero si no llegamos a nadie... si somos apenas un eco confuso... Así, adoptando este papel, nosotros los conscientes (porque aspiramos a serlo, te recuerdo a Ortega), no somos más que un endeble y sumiso aliado. Hablamos como si lo que pasa en el mundo fuera materia de la sensiblidad y de preocupación, cuando, no siendo así, debiera ocuparnos. Hablamos desde afuera, como si todo el disparate que acontece no fuera materia nuestra, personal, de cada uno y de todos. Hablamos, en fin, por desahogarnos y no para hacernos, y hablamos, y no actuamos, para perpetuar el estado de cosas.
¿Hablo de revolución? Vengamos a menos, ¿de poesía social? No y no. Hablo del yo. Atrevámonos a decir yo. El que los poetas, que tenemos este reducto que, por insignificante e inocuo para la sociedad, sigue siendo de libertad, renunciemos al yo es una muestra harto preocupante de la sociedad en que vivimos. Si no nos atrevemos los poetas, quién podrá.
Federico, portento dramático en prosa, no quiso renunciar al más rico tesoro de nuestra tradición poética, la obra de nuestros dramaturgos del siglo de oro; prueba de ello son los cuadros que representa en nuestro "Romancero Gitano" (la tradición) y "Poeta en Nueva York" (la modernidad). La poesía social que vino luego, a parte de otras consideraciones históricas, no se hubiera dado si no hubiéramos tenido a Federico. Y entre los poetas sociales, que he querido pensar siempre como pretendidos sacerdotes o gurús que nos traían un modelo que plasmar en nuestras vidas, me acuerdo sin embargo de que Miguel Hernández nos pedía: "decidme en el alma quién", y ahí quiero ver ahora a un hombre suplicante que pedía a los que le rodeaban que le ayudaran a encontrarse. La experiencia decidió que los demás sobraban.
Pues hoy existen poetas que, como Federico, quieren pintarnos el panorama social, y como buenos pintores no quieren formar parte de sus propios cuadros; pero se olvidan de que Velázquez no era malo y se pintó entre las meninas. Federico reacciona ante un convulso comienzo de siglo en que la cultura quería constituirse en una torre de marfil, en que la pobreza era analfabetismo e ignorancia, y la riqueza, cultura y arrogancia. Federico, desde la cultura, prestó oídos a los silenciados. Hoy somos más los pastores que los catedráticos y los señoritos, y que adoptemos el empeño de hablar desde afuera, que sigamos dramatizando la poesía, es un claro indicativo de nuestra aspiración a un ascenso de clase y de nuestra conformidad con el estado de cosas. Y con esto, entiéndase, no hablo de Laura Giordani, con quien aún ho he tenido la suerte de intercambiar palabras y felicitarla.
Demasiadas cosas, muy a la ligera y muy desordenadas, pero aún no tengo paciencia para sentarme a escribir este ensayo; tal vez con la edad, que dicen que es más adecuada para darse a este género. Pero sí se me manifiesta con cierta claridad esta distinción: poetas que salen de sí para encontrarse (buscan en el pensamiento, en la filosofía, en el lenguaje, productos sociales heredados y por transformar), poetas que salen de sí para callarse (miran lo cotidiano, lo próximo, lo pasajero y fugaz). Y me asusto, sí, porque soy ambos.
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Πoetas
sábado, 24 de marzo de 2012
viernes, 23 de marzo de 2012
Entradas del DRAE a desaparecer en la 23ª edición
Nos faltan palabras, sí, quién lo discute (solo aquel que no emplea demasiadas). Los que vivimos con ellas, por más que reneguemos del lenguaje, por más que afirmemos su inutilidad, por más que neguemos posibilidad auténtica de comunicación (no esperamos que nos pase lo que anhelaba el personaje principal de la Niebla de Unamuno, lo he leído hace nada y no recuerdo el nombre, de compartir los sueños con el ser con el que se comparte cama, o palabra), no podemos prescindir de ninguna, y rescatamos en la medida de nuestras lecturas aquellas que caen en desuso o que se nos dicen anticuadas. Sean todas bienvenidas. Así que si encima de nuestra pobreza expresiva vienen los académicos a decirnos que prescindamos de alguna que está bien asentada y para la que no tenemos sustitua, nos joden vivos, que se dice en mi pueblo.
La que motiva esta entrada es una voz inglesa, 'spot'. Compruebas rápidamente en un vistazo a la edición electrónica del DRAE que no figurará en la próxima. ¿Utilizaremos anuncio? Demasiada acepciones para un solo término ¿Calará esta propuesta normativa? Me parece más chungo que lo de las últimas, a que nadie obedece, quién ha dejado de tildar 'solo' por únicamente.
Tenía que desahogarme con vosotros. Metida la cuña, a otros asuntos.
La que motiva esta entrada es una voz inglesa, 'spot'. Compruebas rápidamente en un vistazo a la edición electrónica del DRAE que no figurará en la próxima. ¿Utilizaremos anuncio? Demasiada acepciones para un solo término ¿Calará esta propuesta normativa? Me parece más chungo que lo de las últimas, a que nadie obedece, quién ha dejado de tildar 'solo' por únicamente.
Tenía que desahogarme con vosotros. Metida la cuña, a otros asuntos.
Recital en La Marabunta (poesía en Lavapiés)
CICLO
DE POESÍA CRÍTICA
“ÁLVARO TEJERO”
(II): Sábado
24 de marzo. 20 h.
Viktor Gómez y Laura Giordani
Viktor Gómez y Laura Giordani
La Marabunta
: Libros&Café
c/ Torrecilla del Leal, 32
[ Antón Martín – Lavapiés ]
Víktor Gómez (Madrid, 1967) reside en Valencia
desde 1970. Ha publicado los poemarios Los barrios invisibles (MLRS,
2009), InCompleto (4 de Agosto, 2010), Detrás de la casa en ruinas
(Amargord, 2010) y Huérfanos aún (Baile del Sol, 2010) y es coantólogo
de Por donde pasa la poesía (Baile del Sol, 2011). Destaca su labor de
animador cultural para Café El Dorado y Librería Primado, así como coordinador
de la Asociación Poética Caudal.
Laura Giordani (Córdoba,
Argentina, 1964). A finales de la década de los setenta se exilia con su
familia en España, país en el que reside. Es autora de los libros de poemas Cartografía
de lo blando (2005), Materia oscura (Baile del Sol, 2010), Noche
sin clausura (Amargord, 2012) y de la plaqueta Celebración del brote
(Zahorí, 2009).
Por la precisión
Supe que el tiro
Vino de dentro
Supe que el tiro
Vino de dentro
(Víktor Gómez)
Hay lugares donde jugar
es ir a contramano
de la gravedad del hambre.
Orografía del harapo,
paisaje del derribo que nadie releva
y ningún mapa recita.
Los ojos desfondados contemplan
desde las redes
el océano tendido para otros.
(Laura Giordani)
En 'Versiones' de Rosario Castellanos el poema de Paul Claudel 'Oda segunda, el espíritu y el agua' (4)
Ni
el marino, ni
el pez que atrae el otro pez para devorarlo, sino la cosa misma y la vena viva,
y el agua misma y el elemento mismo. ¡Yo gozo, yo resplandezco!
¡Yo comparto la libertad del mar omnipresente!
El agua
viene siempre para volver a encontrar el agua,
componiendo una gota única.
Si yo fuera el mar, crucificado por un millar de brazos sobre sus dos continentes,
a pleno vientre, padeciendo la tracción ruda del cielo circular, con el sol inmóvil como la mecha encendida bajo el vidrio, conocedor de mi propia cantidad,
soy yo, que llamo, sobre todas mis raíces, el Ganges, el Mississippi, el ancho tejido del Orinoco; el largo hilo del Rin;
el Nilo con su doble vejiga,
y el león nocturno bebiendo, y los pantanos y los vasos subterráneos
y el corazón redondo y pleno de los hombres que duran su momento.
No el mar. Yo soy espíritu. Y como el agua
al agua, el espíritu reconoce al espíritu,
el espíritu, el silbo secreto,
el espíritu creador que hace reír, el espíritu de vida y el gran aliento neumático, el espíritu desatándose,
¡el espíritu que halaga y que enerva y que hace reír!
Oh, es vivo y ágil. ¡No temáis que no os alcance! Por lejos que yo me hunda no puedo vencer la elasticidad del abismo.
¡Como al fondo del agua se ven, a veces, una docena de diosas de hermosos miembros,
verdes, subir en una erupción de burbujas,
que gozan levantando el día divino en el gran encaje blanco, en el fuego amarillo y el frío, el mar transparente y chispeante!
¿Qué
puerta me detendría? ¿Qué muro? El agua
huele a agua y yo, soy más que ella misma, líquido.
¡Como el agua disuelve la tierra y la piedra cimentada, yo estoy por encima de las inteligencias!
el agua que hace la tierra la deshace y el espíritu que ha hecho la puerta abre la cerradura.
jueves, 22 de marzo de 2012
Miguel Ángel Gara sobre "πoetas"
Miguel Ángel Gara ha sido uno de los poetas amigos que mayor interés demostraron en su momento por 'la cinta de moebius' y su originalidad. El humor, dijo él, que le parecía haber en dotar de emoción a las matemáticas. Pueda o no estar de acuerdo con estas afirmaciones (que reconozco que en algunos poemas hay humor, pero son posteriores, los de 'la cinta...' son preponderantemente dramáticos), puedan sorprenderme más o menos, muy agradecido quedé de su interés, que se manifestó no solo en la valoración de mi libro, sino también en procurar conectarme con otro joven matemático y poeta, Javier Moreno, allá por el año 2008, en que nos publicó conjuntamente en "Pata de Gallo", la revista electrónica.
Este agradecimiento y reconocimiento, además, ya he quedado hecho en el prólogo de πoetas.
Evidentemente, Miguel Ángel ha sido una de las primeras personas en recibir un ejemplar del libro. Para quién si no para los lectores que interactúan con nosotros escribimos los libros. Y también para los amigos poetas con los que intercambiamos experiencias y lugar en el auditorio, ora de escuchantes ora de ponentes. Miguel Ángel pertenece a sendos grupos, aunque hace mucho que no se deja ver por los ambientes que frecuento.
No digo más, únicamente me resta remitiros a su blog para que leáis la reseña y curioseéis sobre él.
Este agradecimiento y reconocimiento, además, ya he quedado hecho en el prólogo de πoetas.
Evidentemente, Miguel Ángel ha sido una de las primeras personas en recibir un ejemplar del libro. Para quién si no para los lectores que interactúan con nosotros escribimos los libros. Y también para los amigos poetas con los que intercambiamos experiencias y lugar en el auditorio, ora de escuchantes ora de ponentes. Miguel Ángel pertenece a sendos grupos, aunque hace mucho que no se deja ver por los ambientes que frecuento.
No digo más, únicamente me resta remitiros a su blog para que leáis la reseña y curioseéis sobre él.
"Un viaje al sitio", un relato de constumbres de Mesonero Romanos
Habiendo recogido en Poesía Abierta uno de los artículos de Mariano
José de Larra, El Pobrecito Hablador, es cuestión de justicia dar cabida
en este mismo blog al que por unos meses se le anticipó en España en
este quehacer, Mesonero Romanos, El Curioso Parlante. Muy distintas las
intenciones de ambos, el pintoresquismo de Mesonero Romanos se nos hace
mucho más ameno, y su humor más vivo. Así que daremos aquí algunos de
sus ensayos de costumbres. Su extensión no nos cohíbe. Los extraigo de Obras jocosas y satíricas de El Curioso Parlante,
que en 2005 publica la Biblioteca Virtual Cervantes. (Qué maravilla,
para qué comprar libros con el portentoso fondo quetenemos ahí. Este
consejo, por supuesto, no es aplicable a πoetas (primera antología de poesía con matemáticas),
que no puede faltar en tu biblioteca.) Solo una cosa, de la que me
excuso por adelantado: el abuso de la bastardilla puede con mi paciencia
y me robaría demasiado tiempo el reproducirlas con fidelidad. En este
primer texto he tenido el detalle de poner comillas donde había cursiva,
pero en los próximos ni una cosa ni la otra, bastante será que suprima
espacios innecesarios (que los hay) y corrija la ortografía (que
también). Demasiadas líneas para andar con tantos cuidados. Disfruta del
panorama matritense que nos sirve Mesonero (no podía dejar de hacer un chascarrillo, así que mejor por partida doble).
Un viaje al sitio
«Comme on voit au printemps la diligente abeille
Qui du butin des fleurs va composer son miel,
Des sotisses du temps je compose mon fiel».
BOILEAU.
Muy agradable es el viajar, pero lo es aun más el contar el viaje; mi inclinación me llamaba a lo segundo; tuve que verificar lo primero. "El viaje por mis faltriqueras", de cierto autor, el que hizo otro "alrededor de su cuarto", y aún el de "un curioso por Madrid", me parecieron estrecho límite y apocada resolución, si bien no me determiné, como alguno, a viajar por todo el universo desde mi escritorio. Quise, en fin, moverme en cuerpo y alma, y la primera duda que me ocurrió fue el saber adónde iría.
Pareciome por de pronto conveniente el dar vuelta al globo, para cerciorarme de que su figura tiene más de oval que de esférica, y venir a dar a mis lectores tan agradable nueva; pero la dificultad de hallar carruaje de retorno, me disuadió de mi intento; después pensé en atravesar de parte a parte el Imperio chino, para fijar decididamente las dimensiones de la gran muralla; más tarde quise ir a buscar el paso entre América y Asia, con el objeto de establecer allí un portazgo; por último, me decidí a marchar a Aranjuez, y gracias a Dios y a mi constancia lo llevé a cabo y estoy ya de vuelta. (Aquí el "Curioso Parlante" saluda con agrado a toda la sociedad de "curiosos oyentes", y prosigue de esta manera su narrativa.)
Prolijo sería mi discurso si hubiera de darle principio contando por menor las dilaciones que hube de sufrir para proporcionarme asiento en la diligencia; tampoco hablaré de las que me ocasionó la saca del pasaporte y demás preparativos del viaje; antes bien, dándolas todas por vencidas, me plantaré de un salto en el punto y hora de partida.
El reloj de Nuestra Señora del Buen Suceso sonaba majestuosamente las cinco y cuarto de la mañana, cuando yo atravesaba precipitado la Puerta del Sol con dirección a la casa de postas de donde sale la diligencia. Los viajeros y viajeras iban reuniéndose, mostrando aún en sus semblantes la impresión de la almohada, agradablemente interrumpida en algunos menos curiosos con tal cual ligera pinta de chocolate en la parte más saliente de la nariz, o al o un trozo de barba menos afeitado que el resto, efectos todos de la premura del tiempo. Las maletas respectivas, las sombrereras y los sacos de noche iban siendo, colocados en sus respectivos departamentos, los mozos concluían de enganchar el tiro, y los briosos caballos
«Probaban sus herraduras
En las guijas del zaguán».
Las portezuelas de las tres divisiones, berlina, interior y rotonda, se abrieron en fin, y todos los interesados fuimos tomando posesión de nuestros respectivos asientos; los adioses, los encargos se cruzaban en todas direcciones, y al decir el mayoral: -«¿Hay más?» -suena el reloj la media, ciérranse las puertas, silba el látigo, y rodando la inmensa mole, sale del patio haciendo temblar el pavimento.
Mi posición en aquel instante era la más lisonjera; hallábame en el interior de un coche y en uno de sus ángulos; enfrente tenía a una joven muy linda, y el otro rincón le ocupaba una señora como de treinta, hermosa y elegante; el centro de ambas damas y del testero daba lugar a un finchado caballerito, que después averiguamos ser esposo de la primera; un señor de edad y un joven formaban conmigo el otro triunvirato.
La frescura de la mañana, la perspectiva del río, y la alabanza del establecimiento de diligencias, fueron los objetos de las primeras palabras; pero bien pronto la conversación se hizo más animada, más franca, y casi todos dejamos entrever los lisonjeros proyectos que hervían en nuestras cabezas. Fue la primera en tomar esta iniciativa la señora elegante, ostentando cierto aire de alta sociedad y dando a sus palabras el giro más afectado. Los sucesos de buen tono, las intrigas, las bodas, los rompimientos entre las personas más marcadas, eran continuo pábulo a su discurso, y los nombres más estupendos salían de su boca con cierta familiaridad consanguínea o amical. Todos la saludamos en nuestro interior como duquesa, o por lo menos condesa.
No así la otra dama, que ya fuese porque la locuacidad de la primera no la dejaba meter baza en la conversación, ya porque un exceso de penetración femenil la hiciese dudar de la alta clase de nuestra amable parladora, la dirigía ciertas miradas escudriñadoras "desde el alto copete al pie pulido"; escuchaba cuidadosamente sus palabras, y de vez en cuando se descolgaba con tal cual preguntilla capciosa, sin duda con el piadoso fin de pillarla en algún renuncio; pero no la fue posible, porque la incógnita, firme en su posición, la devolvía un diccionario de expresiones altisonantes, y una floresta entera de anécdotas auténticas de todo lo más notable de Madrid; por último, para hacer mayor nuestro asombro, empezó a hablarnos de Londres y París con tales pelos y señales, que ya no pudimos menos de convenir en que todo el mundo era suyo y que teníamos delante una de las primeras notabilidades de la monarquía.
Nuestras atenciones redoblaban a medida que ella se encumbraba, y muy luego vino a ser la reina de la diligencia; negábala solamente el tributo de admiración la otra dama, y para hacerla sentir más su indiferencia, llevaba casi constantemente la cabeza fuera de la ventanilla: tanto prolongó esta situación, y tanto me chocaba que nunca mirase al camino que teníamos delante y sí al que dejábamos andado, que no pude menos de asomar yo también la cabeza; pero la prudencia me hizo volver a retirarla, pues, aunque ligeramente, noté una mano masculina con guante amarillo que salía de la rotonda y ayudaba a mi graciosa compañera a bajar la persiana.
El esposo, en tanto, metiendo la barba en el corbatín, rizándose el cabello, inflando los carrillos y fumando en luengo cigarro, nos contaba la calidad de las tierras por donde pasábamos; los apellidos, títulos y conexiones de los personajes a quienes pertenecían (todos, por supuesto, amigos suyos), y aun amenizaba su narración con algún rasguño de las costumbres de Getafe y Valdemoro, que podría muy bien alternar en esta relación, si ella no fuese ya de suyo harto fastidiosa.
El joven de mi izquierda, que por confesión propia supimos ser un pretendiente veterano que pasaba al Sitio con el objeto de activar eficazmente sus solicitudes, vio el cielo abierto cuando notó que le escuchábamos, y sin tomar aliento, nos contó la historia de sus derrotas en todos los ministerios, nos encareció sus méritos, y fijándose en las oficinas por donde ahora pretendía, nos hizo ver casi palpablemente la injusticia que era el no haberle colocado cuando menos de jefe de alguna de ellas. El señor "del humo" escuchaba con aire importante su relación, acogía sus quejas, ayudaba sus sátiras, y ofrecíale su alta protección: seguro ya de su benevolencia nuestro pretendiente, quiso atraerse la del pacifico anciano que estaba al otro rincón, y empezó a dirigirle la palabra; pero éste sólo le contestaba con cierta sonrisa, ni bien irónica, ni bien satisfactoria, o con palabras, como «tal vez, ya se ve puede ser»; que desconcertaron al satisfecho joven, poniéndole de muy mal humor.
Por mi parte, ocupado casi exclusivamente en escuchar la brillante narración de la hermosa incógnita, oía con indiferencia todo aquel diálogo; y ella, a quien no pudieron menos de llamar la atención mis miradas, mi silencio y mi expresión, quiso persuadirme de que su corazón no era de hielo, y cesando súbitamente en su interesante parla, fió a sus hermosos ojos el oficio que hasta entonces había desempeñado tan bien su lengua. Este nuevo intérprete no era menos expresivo ni menos fuerte que el primero, y forzoso será confesarlo, pero mi turbación creció hasta un punto indecible. La casadita fue la primera que lo advirtió, o por lo menos que dio a entender que lo había advertido, importunando nuestra misteriosa correspondencia con sonrisas y miradas; quiso, pues, hacerla callar, y asomé la cabeza por la ventanilla, mirando a la rotonda y sonriéndome también, con lo cual cesó de mezclarse en nuestras relaciones, y se cuidó solamente de componer su persiana de tiempo en tiempo.
Llegados a la parada en donde habíamos de mudar segunda vez el tiro, descendimos casi todos, y pude reconocer los demás personajes que ocupaban los distintos compartimentos del coche; yo di la mano a la hermosa para bajar, y me disponía a improvisar mi añeja declaración, cuando otra de las señoras bajada de la berlina, y a quien oí nombrar la "marquesa", la llamó aparte, y siguieron en conversación todo el rato, con lo que ya no me quedó duda de que ella sería otra tal. La señorita casada no había querido bajar, hasta que se presentó a la portezuela un joven buen mozo, que la ofreció una mano, cubierta aún del anteado guante, y descendió. El mayoral llamó a poco rato a volver a ocupar el coche, y por uno de aquellos movimientos que una mujer diestra sabe dirigir, mi diosa halló el medio de ocupar el lugar enfrente del mío; y aunque la otra quiso replicar, no se atrevió, y hubo de sentarse al otro lado.
No hay necesidad de decir que desde entonces nuestra correspondencia no era ya telegráfica, pues algunos "apartes" diestramente ingeridos a favor de la conversación general formaban la nuestra particular. Ocurriósela en esto a mi amable interlocutora sacar el brazo para arreglar la ventanilla, y en el momento... ¡oh sorpresa!... una mano extraña la retiene... el primer movimiento fue manifestar su enojo; pero yo, que eché de ver la equivocación, la advertí prontamente, y con una ligera seña todo lo comprendió, así como la interesada, que yacía en el otro ángulo del coche. Rápida comunicación que sólo cabe en una mente femenil.
La campiña, en tanto, había variado mágicamente de aspecto; a las áridas llanuras, al suelo ingrato y desnudo, habían sucedido frondosas arboledas, valles encantadores; el ruido de los arroyos, el canto de los pájaros, formaban una cadencia lisonjera; corpulentos arboles sombreaban el camino; el aroma de las flores llegaba hasta nosotros; los puentes y pilares anunciaban la proximidad del Sitio, y nuestros corazones iban ya experimentando la dulce embriaguez que el ambiente de Aranjuez inspira. El joven marido excitaba a su esposa a contemplar aquella maravilla; pero ella manifestaba con su indiferencia que la llanura pasada la había sido más grata; el pretendiente redoblaba sus atenciones con todos menos con el anciano, que sufría con paciencia sus impolíticos movimientos, y en cuanto a mí, sólo me ocupaba del objeto que delante tenía.
Tal era nuestra situación cuando entramos en el puente del Tajo; multitud de curiosos nos dirigían sus anteojos y sus saludos; y nosotros, cual otros Anacharsis, les hacíamos conocer en nuestras miradas la superioridad de recién venidos. Paró el coche para reconocer los pasaportes, y todos tuvimos que dar nuestros nombres. -«Señor don Preciso Neceser y su esposa». -Servidores de usted, dijo el marido. -«Sr. D. Fulano de Tal». -Presente, contesté yo. -«Sr. D...». -Aquí está, prorrumpió el anciano. -¡Cómo! ¿es posible? (exclamó reprimiéndose el joven y llamándome aparte). ¡Desdichado de mí! ¡Con quién me he ido yo a indisponer! ¡Si es precisamente el director que ha de proponerme para el empleo! -Vea usted, le repliqué yo, uno de los inconvenientes de la diligencia. -«Señora Marquesa de... y su criada», continuó el de los pasaportes.- «Aquí», gritó la señora de la berlina; «la criada está en el interior».
¡Rayo del cielo fue a mis oídos esta voz! Todos lo conocieron; el marido sonreía, la esposa gozaba de la humillación de su antagonista, la miraba con cierto aire de triunfo, y a mí la devolvió el abanico frunciendo los labios y limpiándose las manos. Hasta el pobre pretendiente se consideró con derecho a divertirse conmigo, diciéndome al oído: -Amigo, vea V. otro de los inconvenientes de la diligencia.
En tal difícil situación seguimos hasta la fonda de la Flor de Lis, donde hicimos alto y descendimos; la criada habladora siguió a su ama después de haber recibido saludos irónicos de todos los compañeros; el pretendiente cabizbajo se deshacía a cortesías con el anciano, que respondía con su natural indiferencia; yo me retiré al primer corredor de la fonda y ocupé uno de los cuartos; pared por medio dio fondo el matrimonio consabido, y más allá el caballero del guante; con lo cual pensamos todos en descansar, lavarnos, vestirnos y esperar la hora del paseo.
Sabido es que después del mediodía, la reunión del buen tono es en la fuente de la "Espina" del jardín de la Isla; allí dirigí mis paseos, saboreando, durante la travesía por el jardín, el aire embalsamado, el canto armonioso, de las aves, la hermosa vista de las flores, el ruido de las fuentes y cascadas, y la delicia, en fin, del hermoso sitio de quien decía Lupercio:
«La hermosura y la paz de estas riberas
Las hace parecer a las que han sido
En ver pecar al hombre las primeras».
Entrando en la plazuela de la fuente, vi sentadas las damas bajo los templetes que la decoran, y una multitud de elegantes en pie formando grupos y dirigiendo sus miradas a las más hermosas. La conversación era poco animada; la escena nada varia, y sólo crecía un tanto cuanto en interés cuando entraban nuevas señoras en aquel recinto; fijábanse en ellas todas las miradas; las ya sentadas se hablaban en secreto; los caballeros rodeaban a los recién venidos que las acompañaban, les hacían preguntas de cómo habían dejado la capital, qué tal había salido la ópera nueva, cómo estuvo el baile de... y luego los nuevos preguntaban a los antiguos sobre las cosas del Sitio.
«Y bien, Marqués, ¿qué vida lleváis aquí? -Chico, nada, como ves; una vida muy "circular". -Pero ¿y los jardines? -Hermosos, pero yo no he pasado aún de aquí. -¿El teatro? -Insoportable. -¿Los toros? -¡Bah!... -¿Las tertulias? -Aquí no hay tertulias; ya te lo digo, esto es "secarse". -Por lo menos, las giras de campo... -Nada menos que eso; quince días ha que en casa de pensamos en hacer una partida de campo "en borricos"; pero todavía no nos hemos determinado a madrugar una mañana. -¡Pues yo os creía más dichosos! -¡Ah! ¡Los dichosos sois los que estáis en Madrid!».
Por supuesto, debe creerse que en aquel recinto hallaría yo a todos mis compañeros de viaje; que saludé respetuosamente al anciano; que no pude menos de sonrojarme al ver a mi brillante conquista detrás de la Marquesa; que al encontrar en la plazuela al matrimonio mi vecino no tardé en mirar a lo lejos el satélite de aquel planeta. -¿Quién es ese sujeto? -le pregunté a un amigo que había hablado al marido. -Este es un D. Nadie, que en todas partes se cree indispensable, porque las gracias de su esposa le atraen muchos amigos, que él los toma por suyos. -¡Cuántos hay como él, de quien nadie hablaría si no fuera por sus mujeres! - Entonces le conté todo nuestro viaje, y no pudimos menos de reír juntos.
Salimos por fin de la plazuela, y atravesando el jardín, sólo hallamos de trecho en trecho algún corro de señores mayores hablando de asuntos graves, parándose cada momento, y siguiendo a lo lejos a sus respetables consortes, que iban reconociendo lentamente los mismos sitios en que medio siglo antes habían recibido acaso el primer flechazo de amor.
Retirado a mi posada, tuve que contentarme con una comida mal condimentada y peor servida, y por la tarde salí al paseo de la "calle de la Reina", que era a aquella hora el punto de reunión. La misma escena que por la mañana, aunque en distinto teatro. Todas las damas sentadas a lo largo del enrejado de los jardines; las conversaciones no hay por qué repetirlas: -«¿Quiénes han venido en la diligencia esta mañana? -¿Quién es ese que ha pasado? -¿Y por qué Fulana no va con...? -¿Han "tronado"? -¿Y tiene "plan" con esa que acompaña?». Y así de los demás. Nosotros, por nuestra parte, nos dábamos la posible importancia: hablábamos alto, con estudio, y no mirando al que dirigíamos la palabra; saludábamos con elegancia y haciendo una cuidadosa distinción según la jerarquía o "notabilidad" de la persona saludada; y si podíamos pillar del brazo a un "entorchado" o una "llave dorada", ¡qué ufanos y qué orondos nos paseábamos entonces!
Cansado, en fin, de esta pantomima, me retiré, y después de la función del teatro, donde no tuve tampoco motivo de gran satisfacción, volví a mi posada tranquilamente. En el cuarto inmediato al mío había visto luz, y de cuando en cuando oía el ruido de las botas de alguno que paseaba por el corredor, con lo que me persuadí de que el D. Preciso tomaba el fresco: convencime más y más de ello, cuando de allí a un instante miré abrirse la puerta de mi habitación y entrar al mismo; sin embargo, mi imaginación es rápida, y no pude dejar de notar que no traía botas.
-¡Ah, buena maula! -exclamó alborozado al verme-¿Con que V. es el "Curioso Parlante"?
¿Quién? ¿Yo?
-Vamos, no hay que hacer la deshecha, que lo sé de buen original y además soy suscritor a las "Cartas Españolas", ¡ay, amigo! y ¡qué artículo tan bello me prometo ya sobre vuestro viaje! artículo "cómico", ¿no es verdad? (y la risa interrumpía sus exclamaciones). ¿A qué sale allí a relucir aquel pobre hombre pretendiente, y aquel personaje incógnito, y V. también, ¿no es así? ¿con sus amores con la dama habladora, que luego salimos con que era una criada? ¿Y mi mujer? ¿Qué dirá V. de mi mujer y de mí? ¿Soy yo también persona que "hace"?
-No, amigo mío -interrumpí con cierta sonrisa-; usted es la "que padece".
Un ligero ruido en la puerta inmediata vino en este momento a llamar nuestra atención; levantámonos, salimos al corredor, vimos entreabierta la puerta del todo, y hallamos al caballero consabido y que en aquel momento acababa de entrar, y a la señora, que sentada junto a la ventana escuchaba sus palabras; el primer movimiento fue el de la turbación; pero recobrando el mancebo su serenidad, expresó que sólo una equivocación de la puerta de su cuarto podría haber sido causa... Entonces ella se explayó en demostrarnos lo fáciles que eran estas equivocaciones de noche, y yo defendí con tesón, tan excelente idea, con lo cual el esposo se dio por satisfecho y a guisa de hombre de buen tono hizo los debidos ofrecimientos al vecino; éste por su parte correspondió con toda la cortesía de un caballero, y yo, sin pensarlo, tuve que terciar en la relación de gentes que debían conocerse y apreciarse. -La conversación se animó; el Adonis nos ofreció su valimiento y conexiones en el Sitio, nos invitó a ver todas sus curiosidades, aceptamos y de allí en adelante no nos separamos ya ni para ver la casa de Labrador, ni en la de la Monta, ni en el Cortijo, ni en el Molino, ni en el Riajal.
Pero bien pronto esta vida monótona, que se repetía exactamente todos los días, comenzó a fastidiarme, y para que no concluyera por hacerlo del todo, tomé la determinación de regresar a Madrid. Subí de nuevo en la diligencia y mas no quiero contar lo que me pasó a la vuelta, porque sería repetir lo ya dicho; como que en situaciones semejantes las escenas se parecen unas a otras.
(Junio de 1832)
Un viaje al sitio
«Comme on voit au printemps la diligente abeille
Qui du butin des fleurs va composer son miel,
Des sotisses du temps je compose mon fiel».
BOILEAU.
Muy agradable es el viajar, pero lo es aun más el contar el viaje; mi inclinación me llamaba a lo segundo; tuve que verificar lo primero. "El viaje por mis faltriqueras", de cierto autor, el que hizo otro "alrededor de su cuarto", y aún el de "un curioso por Madrid", me parecieron estrecho límite y apocada resolución, si bien no me determiné, como alguno, a viajar por todo el universo desde mi escritorio. Quise, en fin, moverme en cuerpo y alma, y la primera duda que me ocurrió fue el saber adónde iría.
Pareciome por de pronto conveniente el dar vuelta al globo, para cerciorarme de que su figura tiene más de oval que de esférica, y venir a dar a mis lectores tan agradable nueva; pero la dificultad de hallar carruaje de retorno, me disuadió de mi intento; después pensé en atravesar de parte a parte el Imperio chino, para fijar decididamente las dimensiones de la gran muralla; más tarde quise ir a buscar el paso entre América y Asia, con el objeto de establecer allí un portazgo; por último, me decidí a marchar a Aranjuez, y gracias a Dios y a mi constancia lo llevé a cabo y estoy ya de vuelta. (Aquí el "Curioso Parlante" saluda con agrado a toda la sociedad de "curiosos oyentes", y prosigue de esta manera su narrativa.)
Prolijo sería mi discurso si hubiera de darle principio contando por menor las dilaciones que hube de sufrir para proporcionarme asiento en la diligencia; tampoco hablaré de las que me ocasionó la saca del pasaporte y demás preparativos del viaje; antes bien, dándolas todas por vencidas, me plantaré de un salto en el punto y hora de partida.
El reloj de Nuestra Señora del Buen Suceso sonaba majestuosamente las cinco y cuarto de la mañana, cuando yo atravesaba precipitado la Puerta del Sol con dirección a la casa de postas de donde sale la diligencia. Los viajeros y viajeras iban reuniéndose, mostrando aún en sus semblantes la impresión de la almohada, agradablemente interrumpida en algunos menos curiosos con tal cual ligera pinta de chocolate en la parte más saliente de la nariz, o al o un trozo de barba menos afeitado que el resto, efectos todos de la premura del tiempo. Las maletas respectivas, las sombrereras y los sacos de noche iban siendo, colocados en sus respectivos departamentos, los mozos concluían de enganchar el tiro, y los briosos caballos
«Probaban sus herraduras
En las guijas del zaguán».
Las portezuelas de las tres divisiones, berlina, interior y rotonda, se abrieron en fin, y todos los interesados fuimos tomando posesión de nuestros respectivos asientos; los adioses, los encargos se cruzaban en todas direcciones, y al decir el mayoral: -«¿Hay más?» -suena el reloj la media, ciérranse las puertas, silba el látigo, y rodando la inmensa mole, sale del patio haciendo temblar el pavimento.
Mi posición en aquel instante era la más lisonjera; hallábame en el interior de un coche y en uno de sus ángulos; enfrente tenía a una joven muy linda, y el otro rincón le ocupaba una señora como de treinta, hermosa y elegante; el centro de ambas damas y del testero daba lugar a un finchado caballerito, que después averiguamos ser esposo de la primera; un señor de edad y un joven formaban conmigo el otro triunvirato.
La frescura de la mañana, la perspectiva del río, y la alabanza del establecimiento de diligencias, fueron los objetos de las primeras palabras; pero bien pronto la conversación se hizo más animada, más franca, y casi todos dejamos entrever los lisonjeros proyectos que hervían en nuestras cabezas. Fue la primera en tomar esta iniciativa la señora elegante, ostentando cierto aire de alta sociedad y dando a sus palabras el giro más afectado. Los sucesos de buen tono, las intrigas, las bodas, los rompimientos entre las personas más marcadas, eran continuo pábulo a su discurso, y los nombres más estupendos salían de su boca con cierta familiaridad consanguínea o amical. Todos la saludamos en nuestro interior como duquesa, o por lo menos condesa.
No así la otra dama, que ya fuese porque la locuacidad de la primera no la dejaba meter baza en la conversación, ya porque un exceso de penetración femenil la hiciese dudar de la alta clase de nuestra amable parladora, la dirigía ciertas miradas escudriñadoras "desde el alto copete al pie pulido"; escuchaba cuidadosamente sus palabras, y de vez en cuando se descolgaba con tal cual preguntilla capciosa, sin duda con el piadoso fin de pillarla en algún renuncio; pero no la fue posible, porque la incógnita, firme en su posición, la devolvía un diccionario de expresiones altisonantes, y una floresta entera de anécdotas auténticas de todo lo más notable de Madrid; por último, para hacer mayor nuestro asombro, empezó a hablarnos de Londres y París con tales pelos y señales, que ya no pudimos menos de convenir en que todo el mundo era suyo y que teníamos delante una de las primeras notabilidades de la monarquía.
Nuestras atenciones redoblaban a medida que ella se encumbraba, y muy luego vino a ser la reina de la diligencia; negábala solamente el tributo de admiración la otra dama, y para hacerla sentir más su indiferencia, llevaba casi constantemente la cabeza fuera de la ventanilla: tanto prolongó esta situación, y tanto me chocaba que nunca mirase al camino que teníamos delante y sí al que dejábamos andado, que no pude menos de asomar yo también la cabeza; pero la prudencia me hizo volver a retirarla, pues, aunque ligeramente, noté una mano masculina con guante amarillo que salía de la rotonda y ayudaba a mi graciosa compañera a bajar la persiana.
El esposo, en tanto, metiendo la barba en el corbatín, rizándose el cabello, inflando los carrillos y fumando en luengo cigarro, nos contaba la calidad de las tierras por donde pasábamos; los apellidos, títulos y conexiones de los personajes a quienes pertenecían (todos, por supuesto, amigos suyos), y aun amenizaba su narración con algún rasguño de las costumbres de Getafe y Valdemoro, que podría muy bien alternar en esta relación, si ella no fuese ya de suyo harto fastidiosa.
El joven de mi izquierda, que por confesión propia supimos ser un pretendiente veterano que pasaba al Sitio con el objeto de activar eficazmente sus solicitudes, vio el cielo abierto cuando notó que le escuchábamos, y sin tomar aliento, nos contó la historia de sus derrotas en todos los ministerios, nos encareció sus méritos, y fijándose en las oficinas por donde ahora pretendía, nos hizo ver casi palpablemente la injusticia que era el no haberle colocado cuando menos de jefe de alguna de ellas. El señor "del humo" escuchaba con aire importante su relación, acogía sus quejas, ayudaba sus sátiras, y ofrecíale su alta protección: seguro ya de su benevolencia nuestro pretendiente, quiso atraerse la del pacifico anciano que estaba al otro rincón, y empezó a dirigirle la palabra; pero éste sólo le contestaba con cierta sonrisa, ni bien irónica, ni bien satisfactoria, o con palabras, como «tal vez, ya se ve puede ser»; que desconcertaron al satisfecho joven, poniéndole de muy mal humor.
Por mi parte, ocupado casi exclusivamente en escuchar la brillante narración de la hermosa incógnita, oía con indiferencia todo aquel diálogo; y ella, a quien no pudieron menos de llamar la atención mis miradas, mi silencio y mi expresión, quiso persuadirme de que su corazón no era de hielo, y cesando súbitamente en su interesante parla, fió a sus hermosos ojos el oficio que hasta entonces había desempeñado tan bien su lengua. Este nuevo intérprete no era menos expresivo ni menos fuerte que el primero, y forzoso será confesarlo, pero mi turbación creció hasta un punto indecible. La casadita fue la primera que lo advirtió, o por lo menos que dio a entender que lo había advertido, importunando nuestra misteriosa correspondencia con sonrisas y miradas; quiso, pues, hacerla callar, y asomé la cabeza por la ventanilla, mirando a la rotonda y sonriéndome también, con lo cual cesó de mezclarse en nuestras relaciones, y se cuidó solamente de componer su persiana de tiempo en tiempo.
Llegados a la parada en donde habíamos de mudar segunda vez el tiro, descendimos casi todos, y pude reconocer los demás personajes que ocupaban los distintos compartimentos del coche; yo di la mano a la hermosa para bajar, y me disponía a improvisar mi añeja declaración, cuando otra de las señoras bajada de la berlina, y a quien oí nombrar la "marquesa", la llamó aparte, y siguieron en conversación todo el rato, con lo que ya no me quedó duda de que ella sería otra tal. La señorita casada no había querido bajar, hasta que se presentó a la portezuela un joven buen mozo, que la ofreció una mano, cubierta aún del anteado guante, y descendió. El mayoral llamó a poco rato a volver a ocupar el coche, y por uno de aquellos movimientos que una mujer diestra sabe dirigir, mi diosa halló el medio de ocupar el lugar enfrente del mío; y aunque la otra quiso replicar, no se atrevió, y hubo de sentarse al otro lado.
No hay necesidad de decir que desde entonces nuestra correspondencia no era ya telegráfica, pues algunos "apartes" diestramente ingeridos a favor de la conversación general formaban la nuestra particular. Ocurriósela en esto a mi amable interlocutora sacar el brazo para arreglar la ventanilla, y en el momento... ¡oh sorpresa!... una mano extraña la retiene... el primer movimiento fue manifestar su enojo; pero yo, que eché de ver la equivocación, la advertí prontamente, y con una ligera seña todo lo comprendió, así como la interesada, que yacía en el otro ángulo del coche. Rápida comunicación que sólo cabe en una mente femenil.
La campiña, en tanto, había variado mágicamente de aspecto; a las áridas llanuras, al suelo ingrato y desnudo, habían sucedido frondosas arboledas, valles encantadores; el ruido de los arroyos, el canto de los pájaros, formaban una cadencia lisonjera; corpulentos arboles sombreaban el camino; el aroma de las flores llegaba hasta nosotros; los puentes y pilares anunciaban la proximidad del Sitio, y nuestros corazones iban ya experimentando la dulce embriaguez que el ambiente de Aranjuez inspira. El joven marido excitaba a su esposa a contemplar aquella maravilla; pero ella manifestaba con su indiferencia que la llanura pasada la había sido más grata; el pretendiente redoblaba sus atenciones con todos menos con el anciano, que sufría con paciencia sus impolíticos movimientos, y en cuanto a mí, sólo me ocupaba del objeto que delante tenía.
Tal era nuestra situación cuando entramos en el puente del Tajo; multitud de curiosos nos dirigían sus anteojos y sus saludos; y nosotros, cual otros Anacharsis, les hacíamos conocer en nuestras miradas la superioridad de recién venidos. Paró el coche para reconocer los pasaportes, y todos tuvimos que dar nuestros nombres. -«Señor don Preciso Neceser y su esposa». -Servidores de usted, dijo el marido. -«Sr. D. Fulano de Tal». -Presente, contesté yo. -«Sr. D...». -Aquí está, prorrumpió el anciano. -¡Cómo! ¿es posible? (exclamó reprimiéndose el joven y llamándome aparte). ¡Desdichado de mí! ¡Con quién me he ido yo a indisponer! ¡Si es precisamente el director que ha de proponerme para el empleo! -Vea usted, le repliqué yo, uno de los inconvenientes de la diligencia. -«Señora Marquesa de... y su criada», continuó el de los pasaportes.- «Aquí», gritó la señora de la berlina; «la criada está en el interior».
¡Rayo del cielo fue a mis oídos esta voz! Todos lo conocieron; el marido sonreía, la esposa gozaba de la humillación de su antagonista, la miraba con cierto aire de triunfo, y a mí la devolvió el abanico frunciendo los labios y limpiándose las manos. Hasta el pobre pretendiente se consideró con derecho a divertirse conmigo, diciéndome al oído: -Amigo, vea V. otro de los inconvenientes de la diligencia.
En tal difícil situación seguimos hasta la fonda de la Flor de Lis, donde hicimos alto y descendimos; la criada habladora siguió a su ama después de haber recibido saludos irónicos de todos los compañeros; el pretendiente cabizbajo se deshacía a cortesías con el anciano, que respondía con su natural indiferencia; yo me retiré al primer corredor de la fonda y ocupé uno de los cuartos; pared por medio dio fondo el matrimonio consabido, y más allá el caballero del guante; con lo cual pensamos todos en descansar, lavarnos, vestirnos y esperar la hora del paseo.
Sabido es que después del mediodía, la reunión del buen tono es en la fuente de la "Espina" del jardín de la Isla; allí dirigí mis paseos, saboreando, durante la travesía por el jardín, el aire embalsamado, el canto armonioso, de las aves, la hermosa vista de las flores, el ruido de las fuentes y cascadas, y la delicia, en fin, del hermoso sitio de quien decía Lupercio:
«La hermosura y la paz de estas riberas
Las hace parecer a las que han sido
En ver pecar al hombre las primeras».
Entrando en la plazuela de la fuente, vi sentadas las damas bajo los templetes que la decoran, y una multitud de elegantes en pie formando grupos y dirigiendo sus miradas a las más hermosas. La conversación era poco animada; la escena nada varia, y sólo crecía un tanto cuanto en interés cuando entraban nuevas señoras en aquel recinto; fijábanse en ellas todas las miradas; las ya sentadas se hablaban en secreto; los caballeros rodeaban a los recién venidos que las acompañaban, les hacían preguntas de cómo habían dejado la capital, qué tal había salido la ópera nueva, cómo estuvo el baile de... y luego los nuevos preguntaban a los antiguos sobre las cosas del Sitio.
«Y bien, Marqués, ¿qué vida lleváis aquí? -Chico, nada, como ves; una vida muy "circular". -Pero ¿y los jardines? -Hermosos, pero yo no he pasado aún de aquí. -¿El teatro? -Insoportable. -¿Los toros? -¡Bah!... -¿Las tertulias? -Aquí no hay tertulias; ya te lo digo, esto es "secarse". -Por lo menos, las giras de campo... -Nada menos que eso; quince días ha que en casa de pensamos en hacer una partida de campo "en borricos"; pero todavía no nos hemos determinado a madrugar una mañana. -¡Pues yo os creía más dichosos! -¡Ah! ¡Los dichosos sois los que estáis en Madrid!».
Por supuesto, debe creerse que en aquel recinto hallaría yo a todos mis compañeros de viaje; que saludé respetuosamente al anciano; que no pude menos de sonrojarme al ver a mi brillante conquista detrás de la Marquesa; que al encontrar en la plazuela al matrimonio mi vecino no tardé en mirar a lo lejos el satélite de aquel planeta. -¿Quién es ese sujeto? -le pregunté a un amigo que había hablado al marido. -Este es un D. Nadie, que en todas partes se cree indispensable, porque las gracias de su esposa le atraen muchos amigos, que él los toma por suyos. -¡Cuántos hay como él, de quien nadie hablaría si no fuera por sus mujeres! - Entonces le conté todo nuestro viaje, y no pudimos menos de reír juntos.
Salimos por fin de la plazuela, y atravesando el jardín, sólo hallamos de trecho en trecho algún corro de señores mayores hablando de asuntos graves, parándose cada momento, y siguiendo a lo lejos a sus respetables consortes, que iban reconociendo lentamente los mismos sitios en que medio siglo antes habían recibido acaso el primer flechazo de amor.
Retirado a mi posada, tuve que contentarme con una comida mal condimentada y peor servida, y por la tarde salí al paseo de la "calle de la Reina", que era a aquella hora el punto de reunión. La misma escena que por la mañana, aunque en distinto teatro. Todas las damas sentadas a lo largo del enrejado de los jardines; las conversaciones no hay por qué repetirlas: -«¿Quiénes han venido en la diligencia esta mañana? -¿Quién es ese que ha pasado? -¿Y por qué Fulana no va con...? -¿Han "tronado"? -¿Y tiene "plan" con esa que acompaña?». Y así de los demás. Nosotros, por nuestra parte, nos dábamos la posible importancia: hablábamos alto, con estudio, y no mirando al que dirigíamos la palabra; saludábamos con elegancia y haciendo una cuidadosa distinción según la jerarquía o "notabilidad" de la persona saludada; y si podíamos pillar del brazo a un "entorchado" o una "llave dorada", ¡qué ufanos y qué orondos nos paseábamos entonces!
Cansado, en fin, de esta pantomima, me retiré, y después de la función del teatro, donde no tuve tampoco motivo de gran satisfacción, volví a mi posada tranquilamente. En el cuarto inmediato al mío había visto luz, y de cuando en cuando oía el ruido de las botas de alguno que paseaba por el corredor, con lo que me persuadí de que el D. Preciso tomaba el fresco: convencime más y más de ello, cuando de allí a un instante miré abrirse la puerta de mi habitación y entrar al mismo; sin embargo, mi imaginación es rápida, y no pude dejar de notar que no traía botas.
-¡Ah, buena maula! -exclamó alborozado al verme-¿Con que V. es el "Curioso Parlante"?
¿Quién? ¿Yo?
-Vamos, no hay que hacer la deshecha, que lo sé de buen original y además soy suscritor a las "Cartas Españolas", ¡ay, amigo! y ¡qué artículo tan bello me prometo ya sobre vuestro viaje! artículo "cómico", ¿no es verdad? (y la risa interrumpía sus exclamaciones). ¿A qué sale allí a relucir aquel pobre hombre pretendiente, y aquel personaje incógnito, y V. también, ¿no es así? ¿con sus amores con la dama habladora, que luego salimos con que era una criada? ¿Y mi mujer? ¿Qué dirá V. de mi mujer y de mí? ¿Soy yo también persona que "hace"?
-No, amigo mío -interrumpí con cierta sonrisa-; usted es la "que padece".
Un ligero ruido en la puerta inmediata vino en este momento a llamar nuestra atención; levantámonos, salimos al corredor, vimos entreabierta la puerta del todo, y hallamos al caballero consabido y que en aquel momento acababa de entrar, y a la señora, que sentada junto a la ventana escuchaba sus palabras; el primer movimiento fue el de la turbación; pero recobrando el mancebo su serenidad, expresó que sólo una equivocación de la puerta de su cuarto podría haber sido causa... Entonces ella se explayó en demostrarnos lo fáciles que eran estas equivocaciones de noche, y yo defendí con tesón, tan excelente idea, con lo cual el esposo se dio por satisfecho y a guisa de hombre de buen tono hizo los debidos ofrecimientos al vecino; éste por su parte correspondió con toda la cortesía de un caballero, y yo, sin pensarlo, tuve que terciar en la relación de gentes que debían conocerse y apreciarse. -La conversación se animó; el Adonis nos ofreció su valimiento y conexiones en el Sitio, nos invitó a ver todas sus curiosidades, aceptamos y de allí en adelante no nos separamos ya ni para ver la casa de Labrador, ni en la de la Monta, ni en el Cortijo, ni en el Molino, ni en el Riajal.
Pero bien pronto esta vida monótona, que se repetía exactamente todos los días, comenzó a fastidiarme, y para que no concluyera por hacerlo del todo, tomé la determinación de regresar a Madrid. Subí de nuevo en la diligencia y mas no quiero contar lo que me pasó a la vuelta, porque sería repetir lo ya dicho; como que en situaciones semejantes las escenas se parecen unas a otras.
(Junio de 1832)
miércoles, 21 de marzo de 2012
Más chistes gráficos, Daniel Paz. Y un soneto de Quevedo
Ante cada elección en España, nos estamos dando el gusto en Poesía Abierta de intervenir en campaña. ¿A favor de quién? A favor de los ciudadanos, en contra de los políticos.
Dimos hace días por concluida la publicación de sonetos de Quevedo en 'En las tres musas castellanas', pero el amigo Quevedo tiene poesía para aburrir (realmente así lo siento), así que seguiremos con más sonetos del mismo y simultáneamente con otros autores del siglo de oro (que si no este bicho no les deja espacio).
Pues también viene a cuento con la campaña este sonetito del amigo Paco, que bien se les puede aplicar a nuestros políticos y recordárselo siempre.
A la violenta e injusta prosperidad
Ya llena de sí solo la litera
Matón, que apenas anteayer hacía
(flaco y magro malsín) sombra, y cabía,
sobrado sitio, en una ratonera.
Hoy, mal introducido con la esfera
su casa, al sol los pasos le desvía,
y es tropezón de estrellas; y algún día,
si fuera más capaz, pocilga fuera.
Cuando a todos pidió, le conocimos;
no nos conoce cuando a todos toma;
y hoy dejamos de ser lo que ayer dimos.
Sóbrale tanto cuanto falta a Roma;
y no nos puede ver, porque le vimos:
lo que fue esconde; lo que usurpa asoma.
Poesía científica: Ricardo López Arcilla, 'Pronósticos de Hipócrates'. De la angina (2)
21
Es muy bueno que se fijen
En las partes exteriores,
Pero no en las interiores,
El rubor y la hinchazón;
Pues si metástasis hacen
Cual sucede en ciertos casos,
Y van con rápidos pasos
a fijarse en el pulmón,
Se pronuncia en el enfermo
Que padece este martirio,
El tormento del delirio
Que trastorna a su magín;
Empero también algunos
Que en este mísero estado
Por desgracia se han hallado
Han supurado por fin.
22
Si está hinchada y rubicunda
La campanilla movible,
Sin peligro no es posible
Que se consiga cortar;
Pues sobreviene al instante
La inflamación dolorosa,
Y una hemorragia copiosa
Que se debe de evitar.
Por lo tanto es preferible
En instantes tan penosos
Otros medios provechosos
Con prontitud emplear;
Para curar si es posible
Con muchísimo cuidado
Al enfermo desgraciado
La inflamacion uvular.
Cuando está descolorida
La campanilla se suele,
.Sobre todo cuando duele,
Garrotillo apellidar;
Mas si en su parte más baja
Redondeada se presenta
Y en ella también se aumenta
El volumen a la par,
Si al mismo tiempo delgada
Se representa a la vista
Cuando se pasa revista
A su parte superior,
Se debe cortar al punto,
Si se juzga conveniente
Para el mísero paciente,
Sin cuidado ni temor.
Pero conviene primero
Que en la boca a cortar se entre,
Evacuar antes el vientre
Si es propicia la ocasión,
Y además no hay un peligro
Muy cercano y evidente
De que se muera el paciente
Por la gran sofocación.
Es muy bueno que se fijen
En las partes exteriores,
Pero no en las interiores,
El rubor y la hinchazón;
Pues si metástasis hacen
Cual sucede en ciertos casos,
Y van con rápidos pasos
a fijarse en el pulmón,
Se pronuncia en el enfermo
Que padece este martirio,
El tormento del delirio
Que trastorna a su magín;
Empero también algunos
Que en este mísero estado
Por desgracia se han hallado
Han supurado por fin.
22
Si está hinchada y rubicunda
La campanilla movible,
Sin peligro no es posible
Que se consiga cortar;
Pues sobreviene al instante
La inflamación dolorosa,
Y una hemorragia copiosa
Que se debe de evitar.
Por lo tanto es preferible
En instantes tan penosos
Otros medios provechosos
Con prontitud emplear;
Para curar si es posible
Con muchísimo cuidado
Al enfermo desgraciado
La inflamacion uvular.
Cuando está descolorida
La campanilla se suele,
.Sobre todo cuando duele,
Garrotillo apellidar;
Mas si en su parte más baja
Redondeada se presenta
Y en ella también se aumenta
El volumen a la par,
Si al mismo tiempo delgada
Se representa a la vista
Cuando se pasa revista
A su parte superior,
Se debe cortar al punto,
Si se juzga conveniente
Para el mísero paciente,
Sin cuidado ni temor.
Pero conviene primero
Que en la boca a cortar se entre,
Evacuar antes el vientre
Si es propicia la ocasión,
Y además no hay un peligro
Muy cercano y evidente
De que se muera el paciente
Por la gran sofocación.
martes, 20 de marzo de 2012
Eventos en Córdoba y Madrid, para el 21 y el 22
Y también:
Día Mundial de la Poesía
Lectura Poética abierta
Verónica Aranda, Laura Cancho , Marwan y Ariadna García en Callao
y Carmen Garrido, Arantxa Oteo, María Zaragoza, Carmen Moreno e Iñaki Echarte en Castellana
Librerías de Fnac Callao y Fnac Castellana. Miércoles 21 de marzo a las 19:00h
La Unesco propuso en 2001 celebrar el Día Mundial de la Poesía el 21 de marzo y nosotros queremos sumarnos a esta iniciativa ya convertida en tradición, porque consideramos imprescindible la voz de los poetas en un tiempo como este, revuelto y necesitado de palabras que calmen las heridas o las abran en canal. Todo es necesario.
Con semejante objetivo, la poeta gaditana Carmen Moreno, reciente antóloga de ‘Mujeres que aman a mujeres’, nos ha ayudado a contactar con algunas de las voces jóvenes más importantes del panorama poético actual; y las tenemos no sólo para que las escuches, también para que, si te apetece, te sumes a ellas con la lectura de tus poemas o rescatando versos de tus autores favoritos.
Hazte oír con nosotros el próximo miércoles 21, cuando simultáneamente, desde Fnac Callao y Fnac Castellana, vamos a recitar bien alto.
Te esperamos en nuestras librerias a partir de las 19:00 horas… versos como granitos de arena. Haremos una montaña.
Un poema de Alejandro Céspedes en "Flores en la Cuneta"
Conduce donde el interior te lleve
Es de letras,
ignora
el área del círculo
que enmarca las agujas
de la vida,
el radio del futuro,
el volumen que ocupa,
la ecuación que resuelve el volumen que deja,
su perímetro,
el peso
de los días
que acabarán volcando la balanza,
el número
de granos de arena que le faltan al
cuenco de cristal
que
está debajo
para acabar llenándose.
Tampoco sabe despejar la incógnita
vida es igual a equis más, paréntesis,
velocidad al cubo más tres cuartos
de gramo de farlopa
entre dos,
cierra paréntesis,
por cero coma nueve
miligramos de alcohol
por litro de aire,
partido todo ello por Y griega
más la lluvia por cuatro
neumáticos gastados,
menos la visibilidad
de la raíz cuadrada de la noche;
donde Y griega
es el producto de toda su inconsciencia
y Equis
el cociente de los días
que fueron y que ya no serán suyos.
Poema del libro “Flores en la cuneta”, Hiperión 2009, de Alejandro Céspedes
Es de letras,
ignora
el área del círculo
que enmarca las agujas
de la vida,
el radio del futuro,
el volumen que ocupa,
la ecuación que resuelve el volumen que deja,
su perímetro,
el peso
de los días
que acabarán volcando la balanza,
el número
de granos de arena que le faltan al
cuenco de cristal
que
está debajo
para acabar llenándose.
Tampoco sabe despejar la incógnita
vida es igual a equis más, paréntesis,
velocidad al cubo más tres cuartos
de gramo de farlopa
entre dos,
cierra paréntesis,
por cero coma nueve
miligramos de alcohol
por litro de aire,
partido todo ello por Y griega
más la lluvia por cuatro
neumáticos gastados,
menos la visibilidad
de la raíz cuadrada de la noche;
donde Y griega
es el producto de toda su inconsciencia
y Equis
el cociente de los días
que fueron y que ya no serán suyos.
Poema del libro “Flores en la cuneta”, Hiperión 2009, de Alejandro Céspedes
Luis Fores y la fala
La fala (A fala) es una lengua romance del subgrupo galaico-portugués hablada en los municipios de San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, en el Valle de Jálama, al noroeste de la provincia de Cáceres (en la frontera con Portugal y Salamanca).
Contando a todos los habitantes de los tres pueblos se estiman unos 6000 hablantes, aunque otras fuentes elevan la cifra hasta los 10 000, por los nativos que trabajan fuera de la localidad.
Luis Fores, profesor de filosofía en enseñanza secundaria que vive en Madrid, es uno de ellos, uno de los que aprendió el español en la escuela. Os comparto (espero que no se moleste) un poema suyo.
U VALLI
Pus tamén tú as vistu in abrís quel
mortas as úrtimas follas du sei otoñu…
Dend´as cuartás ineluctabris
cun-as que creemus fel levi
u relatu in nos da morti, muy lon´xi
sintimus a vedis tó norti,
tan lon´xi de nos -nómadas du sel-
melcadiandu nu inutil u oiru dus dias...
Tan lon´xi du que fomus nu vértigu
cun que as pedras soportan u hogal vadíu.
Muy lon´xi…
Dend´as cuartás cun-as que inyectamus un dia
crariai nu bosqui de sombras da infancia
u fomus siducíus pur-a oceánica densidai de us azulis
que guiorin tantas udiseas.
Interrás nu brancu
y negru das futugrafías inda siguin
latendu as suas puras estaciós.
Mais nun son ya prome´xa de filiciai,
Sinon pre´xenti in vórticis de tempu.
Ú sei corazón chegan pa fundilsi pasaus y futurus,
vidas vivías i´xuntu a surdidé cumu distinu,
afundías pá dentru u pá fora in torrenti
de nos mismus, liberás de sí contra u sei sel memoria,
ispandías de tó nu senu de tó,
vidas contás na vó du mitu, narraus filus
in humirdis ventáns zarandiás du´nvelnu,
nu idioma inaccisibri da etelniai
que tó urigin cuntuvu.
Ha d´abel pa estis camiñus du valli,
pa estas sendas de montaña nas que u sudol foi
tamén sintiu cumu regalu da vida
ús pasus sempris
que nun se deteñan
cuandu a belleza y a prinitú du mundu
rispiri pur-us seis días y as suas noitis un istanti,
cumu si fora u soñau ilixsil du camiñanti que somus,
cumu si fora u úrtimu
ilixil du homi
nu sei acetau le´xu viay´xi pur-a Terra…
Pus tamén tú has vistu in abrís quel
mortas as úrtimas follas du sei otoñu…,
tamén ahí,
a nosa vida ahí -pastu
fértil du afora-
narrá istará sendu …
EL VALLE
Pues también tú has visto en abriles caer
muertas las últimas hojas de su otoño...
Desde las coartadas ineluctables
con las que creemos hacer leve
el relato en nosotros de la muerte, muy lejos
sentimos a veces todo norte,
tan lejos de nosotros -nómadas del ser-
mercadeando en lo inútil el oro de los días…
Tan lejos de lo que fuimos en el vértigo
con que las rocas soportan el hogar vacío.
Muy lejos...
Desde las coartadas con las que inyectamos un día
claridad en el bosque de sombras de la infancia,
o fuimos seducidos por la oceánica densidad de unos azules
que guiaran tantas odiseas.
Enterradas en el blanco
y negro de las fotografías aún siguen
latiendo sus puras estaciones.
Mas no son ya promesa de felicidad,
sino presente en vórtices de tiempo.
A su corazón llegan para fundirse pasados y futuros,
vidas vividas junto a la sordidez como destino,
hundidas hacia dentro o hacia fuera en torrente
de nosotros mismos, liberadas de sí contra su ser memoria,
expandidas del todo en el seno de todo,
vidas contadas en la voz del mito, narrados hilos
en humildes ventanas zarandeadas del invierno,
en el idioma inaccesible de la eternidad
que todo origen contuvo.
Ha de haber para estos caminos del valle,
para estas sendas de montaña en las que el sudor fue
también sentido como regalo de la vida,
unos pasos siempre
que no se detengan
cuando la belleza y la plenitud del mundo
respire por sus días y sus noches un instante,
como si fuera el soñado elixir del caminante que somos,
como si fuera el último
elixir del hombre
en su aceptado leso viaje por la Tierra...
Pues también tú has visto en abriles caer
muertas las últimas hojas de su otoño...,
también ahí,
nuestra vida ahí -pasto
fértil del afuera-
narrada estará siendo...
Contando a todos los habitantes de los tres pueblos se estiman unos 6000 hablantes, aunque otras fuentes elevan la cifra hasta los 10 000, por los nativos que trabajan fuera de la localidad.
Luis Fores, profesor de filosofía en enseñanza secundaria que vive en Madrid, es uno de ellos, uno de los que aprendió el español en la escuela. Os comparto (espero que no se moleste) un poema suyo.
U VALLI
Pus tamén tú as vistu in abrís quel
mortas as úrtimas follas du sei otoñu…
Dend´as cuartás ineluctabris
cun-as que creemus fel levi
u relatu in nos da morti, muy lon´xi
sintimus a vedis tó norti,
tan lon´xi de nos -nómadas du sel-
melcadiandu nu inutil u oiru dus dias...
Tan lon´xi du que fomus nu vértigu
cun que as pedras soportan u hogal vadíu.
Muy lon´xi…
Dend´as cuartás cun-as que inyectamus un dia
crariai nu bosqui de sombras da infancia
u fomus siducíus pur-a oceánica densidai de us azulis
que guiorin tantas udiseas.
Interrás nu brancu
y negru das futugrafías inda siguin
latendu as suas puras estaciós.
Mais nun son ya prome´xa de filiciai,
Sinon pre´xenti in vórticis de tempu.
Ú sei corazón chegan pa fundilsi pasaus y futurus,
vidas vivías i´xuntu a surdidé cumu distinu,
afundías pá dentru u pá fora in torrenti
de nos mismus, liberás de sí contra u sei sel memoria,
ispandías de tó nu senu de tó,
vidas contás na vó du mitu, narraus filus
in humirdis ventáns zarandiás du´nvelnu,
nu idioma inaccisibri da etelniai
que tó urigin cuntuvu.
Ha d´abel pa estis camiñus du valli,
pa estas sendas de montaña nas que u sudol foi
tamén sintiu cumu regalu da vida
ús pasus sempris
que nun se deteñan
cuandu a belleza y a prinitú du mundu
rispiri pur-us seis días y as suas noitis un istanti,
cumu si fora u soñau ilixsil du camiñanti que somus,
cumu si fora u úrtimu
ilixil du homi
nu sei acetau le´xu viay´xi pur-a Terra…
Pus tamén tú has vistu in abrís quel
mortas as úrtimas follas du sei otoñu…,
tamén ahí,
a nosa vida ahí -pastu
fértil du afora-
narrá istará sendu …
EL VALLE
Pues también tú has visto en abriles caer
muertas las últimas hojas de su otoño...
Desde las coartadas ineluctables
con las que creemos hacer leve
el relato en nosotros de la muerte, muy lejos
sentimos a veces todo norte,
tan lejos de nosotros -nómadas del ser-
mercadeando en lo inútil el oro de los días…
Tan lejos de lo que fuimos en el vértigo
con que las rocas soportan el hogar vacío.
Muy lejos...
Desde las coartadas con las que inyectamos un día
claridad en el bosque de sombras de la infancia,
o fuimos seducidos por la oceánica densidad de unos azules
que guiaran tantas odiseas.
Enterradas en el blanco
y negro de las fotografías aún siguen
latiendo sus puras estaciones.
Mas no son ya promesa de felicidad,
sino presente en vórtices de tiempo.
A su corazón llegan para fundirse pasados y futuros,
vidas vividas junto a la sordidez como destino,
hundidas hacia dentro o hacia fuera en torrente
de nosotros mismos, liberadas de sí contra su ser memoria,
expandidas del todo en el seno de todo,
vidas contadas en la voz del mito, narrados hilos
en humildes ventanas zarandeadas del invierno,
en el idioma inaccesible de la eternidad
que todo origen contuvo.
Ha de haber para estos caminos del valle,
para estas sendas de montaña en las que el sudor fue
también sentido como regalo de la vida,
unos pasos siempre
que no se detengan
cuando la belleza y la plenitud del mundo
respire por sus días y sus noches un instante,
como si fuera el soñado elixir del caminante que somos,
como si fuera el último
elixir del hombre
en su aceptado leso viaje por la Tierra...
Pues también tú has visto en abriles caer
muertas las últimas hojas de su otoño...,
también ahí,
nuestra vida ahí -pasto
fértil del afuera-
narrada estará siendo...
lunes, 19 de marzo de 2012
"El otro petrarquismo", la voz de ellas
M.ª Cinta Montagut Sancho
El otro petrarquismo
www.minobitia.com
info@minobitia.com
Hasta no hace mucho en la literatura, y en el arte en general, la mujer era más objeto
que sujeto, y siempre desde la perspectiva masculina, hasta el punto de que se puede decir que no hay mujer en
la lírica que escribían los hombres porque lo que reflejan en realidad es más un arquetipo, una entelequia, que
la mujer real. Por eso es importante la obra de las poetas renacentistas que invierten el paradigma de las ideas
neoplatónicas y petrarquistas pasando a escribir con su propia voz y a transgredir, ya desde ese momento, el
modelo común a la lírica de su tiempo. El siglo xvi en Italia es el siglo en el que las mujeres poetas destacan
por su calidad y cantidad.
Esta antología quiere dar a conocer los nombres y la obra de estas creadoras que ocuparon en realidad un lugar
preeminente en la cultura de su tiempo y que merecen recuperar el prestigio olvidado; como el lector del siglo
xxi merece conocer una visión diferente de lo que fue el petrarquismo y la poesía renacentista.
Veronica Gambara, Vittoria Colonna, Tullia D’Aragona, Chiara Matraini, Isabella Di Morra, Gaspara Stampa,
Veronica Franco y Maddalena Campiglia, son las poetas seleccionadas y traducidas por la también poeta María
Cinta Montagut Sancho.
El otro petrarquismo
www.minobitia.com
info@minobitia.com
Hasta no hace mucho en la literatura, y en el arte en general, la mujer era más objeto
que sujeto, y siempre desde la perspectiva masculina, hasta el punto de que se puede decir que no hay mujer en
la lírica que escribían los hombres porque lo que reflejan en realidad es más un arquetipo, una entelequia, que
la mujer real. Por eso es importante la obra de las poetas renacentistas que invierten el paradigma de las ideas
neoplatónicas y petrarquistas pasando a escribir con su propia voz y a transgredir, ya desde ese momento, el
modelo común a la lírica de su tiempo. El siglo xvi en Italia es el siglo en el que las mujeres poetas destacan
por su calidad y cantidad.
Esta antología quiere dar a conocer los nombres y la obra de estas creadoras que ocuparon en realidad un lugar
preeminente en la cultura de su tiempo y que merecen recuperar el prestigio olvidado; como el lector del siglo
xxi merece conocer una visión diferente de lo que fue el petrarquismo y la poesía renacentista.
Veronica Gambara, Vittoria Colonna, Tullia D’Aragona, Chiara Matraini, Isabella Di Morra, Gaspara Stampa,
Veronica Franco y Maddalena Campiglia, son las poetas seleccionadas y traducidas por la también poeta María
Cinta Montagut Sancho.
'Observaciones y máximas de Blas', de Noel Clarasó (15)
TRANSIGENCIAS
Una mujer me preguntó: "¿Sabe usted cómo se hace para imprimir los libros sin cortarlos?". A mí no me gusta invadir el terreno ajeno y le contesté: "No; soy médico".
No se puede ser célebre sin que los demás se enteren.
Hay tres cosas que alejan al hombre de su hogar: los gritos de los niños, el humo de las cocinas que no tiran y los días de limpieza general; si las mujeres las evitan y el hombre no sucumbe a las tentaciones de fuera, el éxito será sorprendente.
La desconfianza es una virtud cuyos resultados prácticos desconocen los que practican el vicio contrario, o sea, la confianza.
El café es menos nocivo que cualquiera de sus substitutos; este es el secreto de los grandes trastornos que causa el café.
En una comida íntima, si se come bien, siempre se resuelve un problema.
Los disparates que se dicen antes de comer parecen mucho más gordos que los que se dicen de sobremesa; pero la gente que los dice, no.
He descubierto una nueva clase de alergia producida por los seres humanos; hay algunos cuya sola presencia me pone enfermo.
En tiempos de nuestros padres había mucha gente de buenas costumbres; pero nosotros hemos tenido la mala suerte de nacer en tiempos de los hijos de nuestros padres.
La lluvia y el viento molestan a casi todo el mundo; pero uno se consuela pensando que la lluvia es buena para los agricultores y que el viento es bueno para los molinos de viento.
No me gusta leer libros escritos por mujeres; sé que ellas pueden decir cosas muy interesantes, pero yo tengo la mala costumbre de pedirles otras que lo son menos.
Un hombre solo, sea como sea, no hace reír. Dos hombres iguales, sean como sean, hacen reír. Esto prueba que si todos los hombres fueran iguales el mundo sería muy divertido, o quizá que Dios nos ha hecho a todos distintos para que nos lo tomemos en serio.
Una mujer me preguntó: "¿Sabe usted cómo se hace para imprimir los libros sin cortarlos?". A mí no me gusta invadir el terreno ajeno y le contesté: "No; soy médico".
No se puede ser célebre sin que los demás se enteren.
Hay tres cosas que alejan al hombre de su hogar: los gritos de los niños, el humo de las cocinas que no tiran y los días de limpieza general; si las mujeres las evitan y el hombre no sucumbe a las tentaciones de fuera, el éxito será sorprendente.
La desconfianza es una virtud cuyos resultados prácticos desconocen los que practican el vicio contrario, o sea, la confianza.
El café es menos nocivo que cualquiera de sus substitutos; este es el secreto de los grandes trastornos que causa el café.
En una comida íntima, si se come bien, siempre se resuelve un problema.
Los disparates que se dicen antes de comer parecen mucho más gordos que los que se dicen de sobremesa; pero la gente que los dice, no.
He descubierto una nueva clase de alergia producida por los seres humanos; hay algunos cuya sola presencia me pone enfermo.
En tiempos de nuestros padres había mucha gente de buenas costumbres; pero nosotros hemos tenido la mala suerte de nacer en tiempos de los hijos de nuestros padres.
La lluvia y el viento molestan a casi todo el mundo; pero uno se consuela pensando que la lluvia es buena para los agricultores y que el viento es bueno para los molinos de viento.
No me gusta leer libros escritos por mujeres; sé que ellas pueden decir cosas muy interesantes, pero yo tengo la mala costumbre de pedirles otras que lo son menos.
Un hombre solo, sea como sea, no hace reír. Dos hombres iguales, sean como sean, hacen reír. Esto prueba que si todos los hombres fueran iguales el mundo sería muy divertido, o quizá que Dios nos ha hecho a todos distintos para que nos lo tomemos en serio.
sábado, 17 de marzo de 2012
viernes, 16 de marzo de 2012
Audios de la presentación de "πoetas" en el Ateneo de Madrid el día 10 de febrero de 2012
Alena Collar vino a la presentación con su amigo Carlos Feral, y a resultas de ello nos han hecho el doble regalo de una reseña y los audios. Al final pongo los audios, pero estos como la nota de Carlos se pueden hallar aquí, en Alenarte. Gracias a ambos.
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