He descubierto de ayer a hoy (escribo cuatro días de publicar esta entrada) el éxito que está teniendo mi 'Camino a Santiago' en número de visitas y en duración de las mismas, aquí en Poesía Abierta. Agradecido quedo por esta atención, y deudor, pues. Así, cumplo con el debido respeto y atención al lector, y publico la tercera edición que he realizado de estos versos. Pero esta vez dejo la huella de la versión anterior para que el lector compare, si le interesa, o se quede con la que prefiera. Además, a pesar de que no parece que haya ningún enlace que remita a la entrada anterior, y a pesar de que son muy numerosas las visitas que llegan a través del buscador con motivos diversos en torno al Camino de Santiago, yo no me creo que sea posible este éxito sin el auspicio de generosos amigos que tengan la entrada ligada en sus blogs o páginas web. Y yo no les puedo afear su desinteresada contribución convirtiendo en corruptos los hiperenlaces que me permiten hablarte. Va.
Federico
Verde
que te quiero
verde,
verde pelo,
verde rama,
el barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
___________
Rafael
No quiero barca, corazón barquero,
quiero ir caminando
por la mar al puerto.
____________
Jorge
Se ofrece, se extiende, cunde en torno el día
tangible. De nuevo me regala sillas.
No. Mejor a pie
veré los colores del verano mío.
1
Canta el río en el cantil
y dice ¡agua!
a una hoja danzante que navega y lo busca.
Primero se hunde, después reflota,
y fluye sin descanso y sin fatiga…
¿Quién sabrá de aquel árbol de que un día caíste
como miga de pan del balcón a las pombas?
¿Cuál será aquella mano que te hizo caer y danzar para siempre en el filo del agua?
Peregrina feliz,
el camino es la meta,
no hay destino ni origen.
2
Desciendo junto al río para tocar tu piel,
los árboles me ofrecen el camino mostrando sus raíces.
Es falso que me esperes al final del trayecto,
tu ausencia me acompaña:
ahí te tengo entre gasas corriendo por delante
riéndote al girar burlona y descarada.
Tú fluyes en el viento
y mis pies descarnados aún te siguen alegres.
Qué fresca es esta sombra que alivia la canícula.
3
Cada río es un camino diferente
(y hay más hombres que ríos)
pero el abrazo
es el cruce violento y feliz
de sus dos aguas.
4
Aquí oirás al silencio llamarte a voces:
te busca en la floresta y en los árboles
que anclan sus raíces en el río.
¡Quién supiera sus nombres!
para decirles:
“Hermano x, ¡qué tranquila es tu estirpe!,
de raíces tan hondas
e inamovibles
en el fluir incesante y sereno del agua.
Qué dichosa tu suerte, hermano x,
que la hiedra a tu paz
esbelta, amorosa, se abraza”.
Y yo, sólo en correr.
Atrapar este verso
y huir temeroso y gimoteante,
de nuevo, a las gentes.
Tanta paz me desborda.
5
Es un pozo sediento en el hombre su alma,
le echa amor y no colma,
le echa dios y no sacia.
Inútil, sumergir, el cubo de la razón,
de tanto vacío lo hará rebosar.
6
Aquellos griegos eran superficiales por profundidad.
Friedrich Nietzsche
Lo profundo es el aire.
Jorge Guillén
No temo que esta piel se me abra o se llague
que tu piel me procuro para hacer el camino.
7
Si me buscan las moscas
les ofrezco mi cuerpo.
Que bendigan mis llagas y decansen sus alas tras el largo camino.
Si me buscan las moscas
les ofrezco mi piel.
8
Eres tú tierra fértil y yo soy la semilla,
que tan sólo es en ti el poder germinar.
Es tu carne el hogar que yo, nómada, busco,
por eriales errante como grano de arena que recorre el desierto.
¡Y tú, suerte de oasis en que hundirse en su agua!
Así yo en tu carne, donde quiero habitar.
9
Yo soy la maleza que crece junto al trigo
y sé de mi futuro, envuelto por las llamas, cuando el trigo madure.
Así,
mi tallo con tu espiga tocándose ha de estar
mientras dios no te llame elegida a su lado.
Tu raíz y mi raíz harán por encontrarse.
Porque tú eres el trigo que crece en la maleza.
10
Vestido de silencio,
invisible a los hombres,
como brizna de hierba
en el medio del bosque
que no alcanza ni el viento,
es tu voz quien me nombra.
Y como Lázaro, Jesús se levanta y Jesús anda.
11
Aquí guardo tu nombre,
en el cofre del viento.
Que al pasar de los siglos
en él suene por siempre.
12
Se ve el viento en la fronda
como en todas las cosas.
Hermano de los bosques,
hijo del río.
13
Peregrina peregrina
ánima
que en la niebla me asaltas.
En este bosque
¿está mi alma?
14
Me detengo en este bosque para leer mis versos:
un árbol se cimbrea cambiando de postura;
mariposas azules sobre el río se aman;
una mosca me enfrenta;
una hormiga escala el Everest de mi pierna;
una ortiga me pica;
el viento crea un rumor que confunde al poeta;
y de fondo el aplauso sincero de una vaca que agita su cencerro.
15
Las ánimas del bosque se guardan en la niebla
y a tu paso se abren.
Ni traspasan tu cuerpo ni se quedan en él,
nómadas del bosque en él tienen su paz.
16
Zaratrusta, eremita en los rayos del sol.
17
He llegado hasta aquí
sin pronunciar tu nombre,
te he traído en penumbra
cada día conmigo.
Y sin embargo,
cada paso que resta para hacer el camino,
cada roble y acebo de estos bosques sin fin,
siento que eres tú quien quisiera besarlos
que conmigo caminas.
Una vela en Santiago enciendes por mí
y su luz me ilumina
y la busco, sin fuerzas,
pero sigo hasta ti luminaria incesante
contigo en penumbra.
18
Camino de tu mano todavía,
fuerte y milenaria como el roble.
De ti nací
y moriré,
porque tu útero
es la tierra en sus ríos y bosques
y yo sólo un olivo en mitad de la senda que no tiene final.
19
Todo lleva tu nombre al tocar la raíz cuando cae la noche
y rezuma en las hojas rebosantes del alba.
20
Llegar al final para ir al principio,
escalar a la cima para luego volar anhelante a la base
(cristo horizontal que derrochas el alma).
Del seno de la madre al seno de la tierra.
21
Si ahora lloro es que tiemblo
de tenerte tan cerca.
¡Eres tú, sin pecado!,
que profano pensaba que venía hasta aquí
y es tu fe que me arrastra.
Aquí duermes viviendo en el cielo y la piedra
que no vieron tus ojos.
Vuelve a ser, que comparta
este viaje contigo.
22
Porque irradia la luna
me guarezco en el bosque,
con sus puertas abiertas
y ventanas caídas.
Tan lonxe está el hombre
que esta paz es posible.
23
Mira al cielo
e inventa
los nombres de los astros:
Lucinante espera lo cabelgues
en busca de la hermosa Lucinea.
La realidad espera que la inventes,
es tu leyenda,
¡salve!
24
Ya oigo a las estrellas
galopar en la noche
y beber de su agua
negra
inagotable.
Y yo las monto,
una por una.
Indómitas, salvajes.
Es un juego caer
desde sus grupas
en el seno del bosque,
y volver a ascender hasta ellas, riendo,
y volver a caer desde ellas, feliz de poder escalarlas.
25
Quedan lejos los hombres que a la piedra se entregan a que llaman apóstol,
hoy prefiero confluir con mi sangre en tu savia.
He aquí tu corteza, mis brazos, éstos.
¡Qué derroche de agua derramada en la piedra!
¡Cuánta sed en la carne
desatendida!
26
Vestigio del futuro,
tu raíz me esclarece
una dicha
inquebrantable.
Aún serás aún después
de que hallamos marchado.
27
He salido a caminar para quedarme quieto,
como el árbol camina en las sendas del aire cuando busca las nubes que le ocultan la
[luz,
como un niño que salta para asirse a los rayos y suspenso se queda agarrado del aire.
He salido a caminar para no hollar la tierra,
como el árbol camina cuando ensancha su tronco extendiendo el abrazo.
He salido a caminar como el árbol camina
al hundir su raíz.
28
Volverás hasta aquí a buscar lo soñado.
Volverás hasta aquí
a soñar lo vivido.