viernes, 7 de noviembre de 2008

'Lisboa', de Miguel Pastrana

LUCES DE LA CIUDAD
MÍRALAS
: blancas, azules, verdosas, de color rojizo, sanguinolentas, cegadoras, mortales. Es como si la tierra se volviese cielo estrellado, y un cendal trémulo y fosforescente descendiera de las alturas. Como si una efervescente marejada invadiese Lisboa.


¿No ves a los tranvías, escintilantes embarcaciones, surcar este bruñido y sideral océano? Cetrinos carámbanos refulgentes escupen zafiro sobre las viejas fachadas, y el espíritu, aterido, perdido, anegado, ansía un ara donde elevarse en estelas de sueño, un altar donde sacrificar la realidad.


¿Te atreves tú, alma perdida, esencia abúlica, a profanar el templo donde esplenden los deseos infinitos y el ardoroso anhelo de lo ignoto? ¿Osarás, aliento desnudo, ente arrastrado por los velones del recuerdo, verdugo y víctima de tu propia catarsis? Es aquí, en el flujo de este Vía Crucis encantado, que se dirige a Santos, el Rossío o Alcántara, el lugar donde agoniza la razón en resplandecientes tolvaneras, ansiando renacer bajo el amor de un fogonazo crepuscular.

Yo sé que no te niegas al sacrificio de los callejones; y tampoco al de tules vaporosos que sueñan barandillas y tejados, pero es necesaria mucha fe. Fe para no agonizar en el destello de un anuncio luminoso, o en aquella ventana encendida que unge limón sobre los adoquines. Fe por la cual hallar tu noche sin mañana sobre la vetusta carpa de gemas azules que cubre Lisboa.


Yo intenté escudriñar el fulgor de la existencia, masticando olvidados céfiros argentinos; pero, cegado y malherido en mi lenta caída, he despertado sin recordar nada. Quizás, víctima de centelleantes alucinaciones, aceché el áureo roce del destino enfundándome en un cuerpo de neón, y comiendo pedacitos de estrellas, pero ya no recuerdo nada. Nada.


Y no recuerdo, porque el pasado enmudece y se difumina al encallar en el oceánico arrecife de los sueños; al intentar, en supremo gesto de arrogancia, dominar las brumas eternas que devoran resquicios de cordura.


Pero no es al universo de hogares y candiles satisfechos donde quiero llevarte; tampoco al luminoso paraíso de acomodados e idiotas complacientes que juzgan dominar las procelas de su sangre.


Es más allá.
En el centelleante mundo surgido cuando el cárdeno disco embiste contra la plata vieja del Tejo, y el río, linfa maternal, acoge al desamparado en su matriz. En el resplandor de esa esquina olvidada, de aquel lento y herrumbroso farol que tinta en el último quicio de una terraza. En el interior de un fúlgido corazón sumergido en los abismos del deseo.

Allí es donde te quiero guiar.
A las más hondas simas de la creación humana. Al cegador delirio de una bombilla en flor o una fuente eléctricamente mortal.

Ven.
Únete a este viaje de pupilas yertas y sueños febriles. Yo te llevaré por los más melodiosos caudales del espíritu, hacia el refulgir de los siglos marchitos y olvidados; hacia el recóndito manantial de luz donde nacen todas las penas y alegrías. Descubrirás el yerto calor de las buhardillas encendidas, de los patios verdosamente enamorados y de las callejas soñolientas y azules. Conocerás la magia funesta, sublime, que palpita entre plazas llameantes, por tejumbres fosforescentes. Conocerás, al fin, esa verdad última, escondida en el postrer latido del alma.


La descubrirás, sí.
Pero te advierto: quizás no sobrevivas.


‘Lisboa’, Colección Mirador, Ediciones de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles(2008), de Miguel Pastrana

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