Voy dibujando la rosca de un tornillo con cada gesto y el tornillo gira, y yo vivo en su hipnótico metal y como una tuerca me paseo por la rosca y el tornillo gira, y perdido en su cilindro a veces hay holguras de pared por donde visito lo que amo y el tornillo gira, y vuelvo enroscado, punzante en este sonido inacabado y el tornillo gira, y giro forzado entre paredes y giro loco y el tornillo gira, y me oprimo entre hélices con ojos nauseabundos y el tornillo gira y el tornillo avanza, y todo me sabe a caracoles, a ovillos enloquecidos como un Michael Jackson intratable y el tornillo gira, y entre esta revolución de alcoholes sin remedio, entre este apretarme y soltarme sin remedio, mientras el tornillo gira, me asusto de mi mismo: de ser yo mismo el destornillador.
Raúl Campoy Guillén en 'Los dientes del reloj', Ediciones Atlantis, 2008.
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