Estamos poseídos del lujo y de la avaricia, en público la pobreza, la opulencia en privado.
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En la corte, el que vale poco está olvidado y el que vale mucho es perseguido.
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Como con un poco de aceite se afila mejor la navaja, así el espíritu con la cortesía se hace más agudo. Su falta de filo se nota por la ofensa: ambas hacen sufrir menos si están cuidadosamente afilados.
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Todas las cosas llegan, le hacen a uno daño y se van.
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