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La decadencia de la humanidad alcanza su cumbre con el paso del mito al logos. Hasta entonces, sueña, aunque, como siempre sucederá, únicamente unos pocos inventaran los dioses a los que otros muchos les entregaran sus almas.
Desde entonces, la fe en la razón ha calado en todos, y el intrincado camino que nos ha hecho recorrer nos impide el retorno. Ya sólo avanzar (esto es, condenarnos como atún en almadraba), nos es posible.
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¡Qué convulso amor sintió por mí, cuántos libros puso en mis manos!
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Del propio amor que uno profesa no suele dudar (hasta que se rompe), del que recibe…
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Más vale solo que bien acompañado.
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