pelotas
de canijo
jugaba al frontenis
con otros chavales
machacando la tapia
de un almacén de fruta
contiguo
a mi viejo cole
raro era el día
que no una
ni dos
ni tres
hasta cinco o seis pelotas
de tenis
perdíamos en el tejado
entonces
jorge y yo
los dos voluntarios
obligados
por los más mayores
éramos elegidos
para saltar la verja del cole
y subir al tejado
de chapa
del almacén
a unos doce metros de altura
a recuperar pelotas
cuando bajábamos
entre los vítores
de los mayores
los aplausos
y algún que otro chicle
de regalo
nos sentíamos grandes
por nuestra hazaña
hazañas que fueron
locuras
para enanos
de nueve años
cagados
y de eso
precisamente
se aprovechaban los mayores
de nuestra inocencia
para ir a recoger
lo que ellos
eran incapaces de hacer
pelotas
promesa
ahora
que voy camino
de la cuarentena
y he dejado atrás
baches llenos
de colillas sin extinguir
trato de recordar
al Chichas
a Binchu
el Barbas
al Rocha
Manzas
o Fer
cuyos rostros
después de tantas perrerías
se han ido desdibujando
como la cicatriz
que aún cruza
mi dedo corazón
provocada
el día que todos
trepamos a la tapia
coronada de cristales
para acordarnos de nosotros
cuando llegásemos a esta edad
en la que la niebla
me hace vacilar
si fue manzas
o yo
quién recibió
más hostias
por su madre
en la sala de urgencias
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